Que la primera palabra que emergiera de la boca de Camus, su héroe desde la niñez, fuera su nombre revolvió el interior de Elyn consiguiendo que un escalofrío recorriera su espina dorsal; en consecuencia, una involuntaria sonrisa se dibujó en la cara de la niña. Cuando se separaron, ambos se dirigieron una cálida mirada donde ella, descubrió que la expresión vacía de los ojos de Camus había desaparecido por completo y su rostro era totalmente diferente; ahora, Elyn sí podía apreciar en él la misma esencia que la había abrazado la primera vez que entró en el templo de Acuario, comprobar que eran dos gotas de agua y que aún residía en él un poder considerablemente más elevado que el que percibía en Afrodita. Por su parte, Camus se mostró por un momento emocionado por tal reencuentro pero no volvió a derramar una lágrima más y, cuando su hija se puso en pie para compartir su alegría con los demás, el semblante del antiguo Caballero de Acuario se tornó poco a poco, serio e impenetrable, como acostumbraba a ser.
- ¿Qué hacéis todos aquí...? ¿Le ha ocurrido algo a Atenea?
- No, ella está segura en el Santuario, maestro – respondió Hyoga.
- ¿Entonces?
- Al parecer, Asgard necesita ayu...
- ¿Y desde cuándo Atenea autoriza misiones fuera de su dominio basándose en el parecer?
Aquella interrupción dejó a los presentes en silencio y con un malestar general. Ninguno esperaba que las primeras palabras del antiguo Caballero fuera un reproche sin conocer apenas la situación que los envolvía, todos se quedaron sin saber qué decir, salvo Hyoga que ya estaba acostumbrado al tono que Camus empleaba cuando las cosas no marchaban según las normas establecidas:
- ¡Eh, eh! – Exclamó Elyn chasqueando los dedos frente a Camus para llamar su atención – Kronos ha aparecido en Asgard, por eso estamos aquí, Atenea dio la orden de investigar.
- Eso es una irresponsabilidad, si es cierto que Kronos ha vuelto, Atenea debería concentrar todo su poder en el Santuario y no mandar a nadie a estas tierras. – le contestó Camus con dureza. - El Santuario debe permanecer impenetrable.
- El problema no está en el Santuario, sino aquí en Asgard.
- Eso no importa, Atenea necesita protecc...
- ¡NO IMPORTA! – estalló la chica con el corazón latiéndole a mil por hora – ¡ASGARD NECESITA AYUDA, DEJA DE PREOCUPARTE POR LA MALDITA ATENEA!
Con un veloz movimiento y una impasibilidad absoluta, la mano de Camus golpeó la mejilla derecha de Elyn ante la sorpresa de todos los allí reunidos. Durante un segundo, la muchacha se quedó sin respiración ante la agresión que acababa de recibir por parte del antiguo Caballero de Oro, la decepción la abordó pues le resultaba incapaz de creer que un héroe como había sido Camus la golpeara con tal frialdad. Había blasfemado contra Atenea, eso lo admitía y comprendía que se había excedido con ello pero la respuesta de su padre también había sido desmesurada. Por ello, y porque jamás había tolerado aquel tipo de castigos, sus ojos violáceos se clavaron en Camus acumulando en sus pupilas toda la rabia que sentía. Frunció el ceño, furiosa con el hombre que la observaba y se encaró dando un paso al frente:
- Vuelve a tocarme y te juro por Odín que no vivirás para contarlo.
- Elyn, por favor, cálmate. Es suficiente. – intervino Hyoga.
- ¿Y qué vamos hacer, eh? – Contraatacó ella con sarcasmo sin dejar de mirar a Camus a los ojos – ¿Vamos a volver y esperar a que Kronos nos ataque directamente? ¿Vamos a darle la espalda a Asgard aún sabiendo que el enemigo está aquí?
Hubo un pesado silencio, nadie se atrevía a intervenir en la conversación. La furia de Elyn y Camus podía sentirse en el ambiente como un torbellino que amenazaba con estallar en cualquier momento y ninguno quería ser el detonante. Camus dibujó una media sonrisa en su cara antes de contestarle a la chica:
- Deduzco que optas a ser una guerrera de Atenea. Te daré un consejo: tu prioridad como futuro Caballero a su servicio siempre será protegerla, no debe existir nada más que ella y su seguridad. Lo que estás haciendo ahora mismo es traicionarla a su persona y la confianza que ha depositado en tí. Deja de ser una niña inmadura y actúa como se espera de un Cabalero.
La expresión de Elyn se relajó, al igual que su rabia así como su cosmos dejó de ser agresivo. Aquella declaración le hizo ver qué quería ella realmente, comprendiendo que era una estupidez seguir luchando contra algo que su corazón no aceptaba. Imitando a Camus, también sonrió, de manera amable y tranquila, para girar su cuerpo y clavar su atención en Hyoga que la observaba con el corazón en un puño:
- Lo siento, maestro, pero aquí termina mi camino bajo las órdenes de Atenea.
El silencio se hizo tan pesado que Missioh dejó incluso de respirar:
- En realidad... Desde hace unas pocas horas, tú ya no eres un Caballero de Atenea, Elyn – habló por fin Afrodita – pero si padre e hija dejáis de discutir... podré explicároslo.
- Mi padre está muerto, Afrodita. Esta persona... no es mi padre. – sentenció la muchacha mirando a Camus por última vez – ¿Qué has querido decir con eso?
Piscis no dijo nada al principio aunque sabía que aquellas palabras iban dirigidas al antiguo Caballero de Acuario su propio corazón sufrió dolor por el comentario y el desprecio que la chica escupía. No obstante, también pudo ver por si mismo que la declaración de Elyn había sido un golpe letal para Camus, una afilada espada de hielo que se había llevado parte del alma de su compañero de armas, quizá el asombro se debía a que ella había decidido alejarse de la protección de Atenea o posiblemente, porque las palabras de la chica sonaron con absoluta indiferencia pero fuera cual fuera el motivo... No había tiempo para venirse abajo por una riña familiar que a él no le concernía arreglar. Aún así que con cierta incomodidad, el que había sido el guardián de Piscis decidió iniciar su explicación, por lo que clavó sus ojos en Missioh, le tendió la mano y esperó a que el chico le entregara el colgante que caía de su cuello, aquel que guardaba la armadura de la que emanaba la energía de Hades:
- En la Era Mitológica, en una de las batallas más devastadoras entre los Dioses del Olimpo y los humanos aparecieron ocho escudos provenientes de los planetas que regían en su momento algunas de las constelaciones del zodiaco y sirvieron de protección a todas las criaturas que se mantuvieron al margen de la lucha, sin distinguir entre Dioses, Humanos, Espectros o Marinas. – empezó a decir Afrodita – Estos ocho escudos fueron denominados Planetary Gleams ya que solo aparecieron durante un fugaz periodo de tiempo. Sin embargo, desde ese la Era Mitológica, no se ha vuelto a ver a ninguno de ellos ya que se deben de dar demasiadas cualidades, por lo que que jamás se han cumplido todas a la vez. Ellos son: Mercurio (Géminis o Virgo), Venus (Tauro o Libra), Marte (Aries), Jupiter (Sagitario), Saturno (Capricornio), Urano (Acuario), Neptuno (Piscis) y Plutón (Escorpio); ellos acogen la esencia de sus respectivos Dioses de la Mitología, esperando a que aparezca un cuerpo que les permita venir y proteger la Tierra de los desastres que cometieron en el pasado.
- ¿Planetary... Gleams? – susurró Shun.
- Plutón es el nombre con el que los romanos bautizaron al Dios del Inframundo, por ese motivo, el poder y la energía vital de Hades envuelven el aura de Missioh. Cuando los Caballeros de Bronce derrotasteis a Hades, la energía de su alma purificada acudió a dicho planeta, no con la intención recuperarse para una nueva Guerra Santa sino a descansar hasta que se unificaran las características necesarias para el nacimiento de su Planetary Gleam.
- Entonces ¿Mix... uno de esos Planetary Gleams? – preguntó Elyn.
- Así es, soy el Planetary Gleam de Plutón por lo que la fuerza de Hades está ahora de mi parte. Eso no me convierte en su nuevo recipiente ni tampoco en un Espectro, simplemente... Puedo canalizar toda su energía residente en el planeta Plutón a través de la armadura de la misma manera que los Caballeros de Atenea pueden hacerlo con su diosa, es como si... yo fuese el único "Caballero de Plutón" para que os hagáis una idea. – Aclaró el chico recuperando su colgante.
- ¿No tienes nada que ver con Atenea?
- Nada en absoluto; y contigo ocurre exactamente lo mismo, Elyn.
- Hoy has conseguido despertar el poder de tu propia armadura, una que te exime como Caballero de Atenea y que te convierte... en el Planetary Gleam de Urano. – intervino Afrodita.
- ¿Por qué Urano...?
- Urano es el planeta que regenta la constelación de Acuario, y tú... eres hija de Camus, antiguo Caballero de Acuario, el color y algunos detalles de tu armadura son bastante concluyentes. Por otra parte, Urano se trata de los denominados "planetas congelados", tú has nacido en la zona más helada de La Tierra y sabes utilizar el hielo como defensa y ataque; para colmo... Urano está relacionado directamente con Hades y Kronos así que creo que se dan suficiente cualidades como para que seas una de las heroínas que debe salvar al mundo. – Todos se quedaron mirando fijamente al antiguo Caballero de Piscis.
Afrodita estaba encantado de ser el centro de atención pero Missioh también intervino en aquella explicación, demostrando que también estaba al tanto de toda la información que se estaba dando a los servidores de la diosa:
- Urano fue uno de los tiranos más grandes de la Era Mitológica, un Dios tan malvado que su esposa y madre, Gea, se volvió en su contra planeando junto sus hijos por su destrucción. Kronos, el hijo más pequeño, fue el que dio muerte a su padre pero Urano, antes de desaparecer, predijo que a él le ocurriría lo mismo y efectivamente, así ocurrió: Zeus destruyó a Kronos...
- Pero gracias al hermano de Urano, Pontos, Kronos pudo volver a la vida tiempo después – añadió Camus – y nosotros tuvimos que enfrentarlo poco antes de la Guerra Santa. ¿Cómo es posible que haya regresado?
- El cómo haya vuelto es irrelevante. – opinó Elyn, tajante – Quiero saber cómo eliminarlo. ¿Cómo lo hicisteis?
- Fue una serie de acontecimientos lo que propició esa victoria, nuestro método en la actualidad no sirve para nada así que no te va a valer el saber cómo lo hicimos. Sin embargo, la derrota de Kronos ya no depende de nosotros... sino de vosotros los Planetary Gleams.
- Un momento, has dicho que los Platenary Gleams solo aparecen para proteger a los seres del mundo ¿Por qué el acabar con Kronos depende de nosotros? ¿No deberíamos dejaros la ofensiva a los Caballeros de Atenea? A fin de cuentas Asgard ya ha caído. – La voz de Elyn volvió a sonar sarcástica, hiriente y su mirada, se clavó en Camus por un segundo.
- Urano profetizó que el hijo de Kronos acabaría con su vida, así ocurrió pero si ha vuelto a la vida aún habiendo sido derrotado por los Caballeros de Oro... La última esperanza recae sobre Hades, el hermano de Zeus – contraatacó Mix, defendiendo la teoría de Afrodita – Tú, Elyn, cuentas con el poder de aquel que pudo profetizar la derrota del enemigo y yo, con el de aquel que ha de darle muerte. Has renegado de ser una servidora de la diosa solo por poder proteger Asgard libremente, con esto nada te lo impide.
Elyn sintió que su corazón albergaba serias dudas sobre aquellas palabras, un miedo atroz empezó a recorrerla por dentro ante la posibilidad de enfrentarse a un dios por lo que su mente encontró rápidamente otras formas de oponerse a lo que el destino había preparado para ella:
- Oh... ¿Así que ahora somos "tú y yo"? ¿Por qué ahora somos dos los que debemos luchar contra Kronos? Antes de que mi armadura apareciera solo estabas tú para enfrentarlo, solo tú ibas a ser el salvador ¿no es así? – Missioh no supo qué decir y Elyn continuó atacándolo, soltando toda la frustración que sentía – Tsk... Afrodita y tú buscasteis la forma de despertar al resto de los antiguos Caballeros de Oro para que te ayudaran a derrotar a Kronos pero como os resultó imposible acudiste al Santuario en busca de la ayuda de Atenea y como nadie te escuchó, optaste por llamar la atención de Shun y hacer que alguien viniese a toparse con la batalla para que así, el Santuario pudiera enfrentarse al enemigo... porque la hija de Camus no valía para nada. Ni siquiera como opción para despertar a su padre del letargo en el que estaba ¿no es así?
- ¡Eso no es cierto, Elyn! – Exclamó Missioh, dolido.
- ¿Y por qué no acudiste a mí desde el principio? Desde que nos conocimos he alardeado de ser la hija de Camus y aunque nos encontramos en Grecia, provocaste Shun para que viniera antes de pedirme ayuda... Nunca creíste que fuera la hija de un Caballero de Oro, por eso ninguno de vosotros quiso contar con mi ayuda... Pero ¡eh! ahora que tengo el poder de Urano pretendéis que me una a la batalla ¡PUES NO VOY A PERMITIR QUE ME USÉIS COMO SE OS ANTOJE!
Elyn le dio un empujón a su amigo y salió de la casa hecha una furia, ni siquiera se molestó en cerrar la puerta cuando salió al exterior. Las lágrimas luchaban por salir de su mirada pero ella se negaba a llorar presa de la rabia. Caminó por la calle hasta que sus pies se detuvieron, estaba tan enfadada y frustrada que sus piernas se agarrotaron, sus puños se crisparon y del labio inferior cayó le un pequeño hilo de sangre por culpa de la herida que se estaba provocando al mordérselo. Se sentía decepcionada, menospreciada y utilizada, no solo por Missioh sino también por Afrodita. Siempre había idolatrado a los antiguos Caballeros de Oro y conforme más los conocía más odio les estaba tomando, parecía que todo había sido una farsa... o quizá el problema residía en que ella los había idealizado sin investigar todo lo que acarreaba ser un servidor de Atenea:
- No es justo... – susurró, sabiendo que a su espalda había una persona que había seguido sus pasos – ¿De qué me sirve saber que soy un Planetary Gleam si todo fue una casualidad? Nadie contaba conmigo... Nadie confiaba en mí...
- Lamento haber formado parte de esa gente.
Al girarse, la chica se encontró con el Caballero de Acuario pero por algún motivo, ver que Hyoga había decidido ir en su busca, aunque fuera para tratar de convencerla de algo imposible, le llenó el corazón de esperanza. Hyoga era el único que había hablado con claridad con ella desde el principio y aunque ella parecía haber malinterpretado sus consejos, verlo allí le hacía ver lo mucho que lo apreciaba:
- Tú eres el único que ha sido sincero conmigo, Hyoga... No tienes que...
- Una vez - cortó el ruso - alguien consideró que el amor que yo sentía por mi madre era una debilidad que me costaría la vida y me vi obligado a renunciar a ese sentimiento, desde ese momento he tratado de seguir el camino de la frialdad en el combate y tomar cada una de las palabras de mi maestro como un camino firme por el que caminar... – Elyn sabía que Hyoga hablaba de Camus y le apenó saber que aquellas duras palabras provenían de su padre – Pero siempre sentí que eso no era cierto, que ese amor me daba fuerzas reales para continuar.
- Hyoga...
- ¿Sabes por qué no quise entrenarte cuando llegaste al Santuario, Elyn? Porque sabía que no estabas hecha para ser una guerrera al servicio de Atenea... No porque carecieras de valía ni porque vinieras de Asgard sino porque al verte supe que tus sentimientos te llevarían hacia otro camino. Ahora que tienes un destino al que hacer frente, quiero darte un consejo basado en mi propia experiencia y no en las enseñanzas de otros, algo solo yo como Hyoga puedo decir: Pelea por lo que tu corazón siente, lucha por proteger a los tuyos.
- ¿Y cómo voy a hacerlo? ¿Cómo voy a pelear contra un dios, Hyoga? ¡Si ni siquiera se controlar mi cosmos!
- Estás asustada, ¿verdad?
- ¡Claro que lo estoy! – Admitió ella por fin, liberando las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos violeta – Esperaba encontrar una batalla sí pero no contra un dios... Quiero proteger Asgard porque es mi tierra, aquí es donde me he criado Hyoga... pero ¿y si fracaso? Le habré fallado a todo el mundo y no tendré un lugar al que volver. No existirá Asgard ni me querrán en el Santuario. Sé que me he esforzado por convertirme en un Caballero de Atenea pero yo... yo no valgo para esto.
- "Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que jamás hiciste", Elyn – la mano de Hyoga se posó sobre el hombro de la chica y tras dicho gesto, la chica se lanzó a abrazar al rubio, llorando desconsoladamente – Tienes un poder ilimitado y debes confiar en él, no en el que Urano pueda prestarte sino en el tuyo propio.
- H-Hyoga,...
- Te has convertido en la primera Planetary Gleam de Urano en la historia desde la Era Mitológica y sé que no ha sido por todas las casualidades que ha dicho Afrodita sino porque tu cosmos ha sido suficiente para atraer la atención del dios. No te sientas dolida porque nadie acudiera a ti sino orgullosa porque una deidad haya posados sus ojos en tí por lo que eres y estás dispuesta a hacer por sus seres queridos.
Elyn se concienció de que tenía que dejar de llorar aunque las palabras del que había sido su maestro por unas semanas no habían más que emocionarla. Sorbió su pena, notando como poco a poco la ansiedad de su interior se iba desvaneciendo por el cálido cosmos del ruso. Aquella era una sensación que le recordó al día en que se topó con Seiya, en aquel momento solo tenía ojos para admirar a Sagitario pero al final, Hyoga había demostrado ser otro legendario servidor de la diosa, digno de su absoluta admiración:
- ¿Y... estarás orgulloso de mí aunque no quiera ser la siguiente Caballero de Acuario?
Hyoga dibujó una media sonrisa y abrazó a la muchacha con fuerza, devolviéndole el gesto que ella tenía con él:
- Claro que lo estaré y de todo lo que has hagas en el futuro.
- Siento mucho lo que te dije cuando Mix te atacó, Hyoga...
- No tienes que disculparte. Confiaste en tus sentimientos ciegamente y aceptaste las consecuencias que eso conllevaba, esa es la determinación con la que debes pelear.
Elyn permaneció quieta por un momento, sintiendo el calor de Hyoga mientras sus dudas se disipaban rápidamente. El Caballero de Acuario resultaba ser aquello que había buscado por tanto tiempo bajo el nombre de Camus, alguien que confiaba en ella cien por cien gracias a hacer las cosas que consideraba correctas. Al cabo de un rato tuvo energía suficiente para separarse de él, el valor recorría de nuevo su cuerpo y la emoción por demostrar su poder desbordó su alma. Ahora se encontraba preparada para luchar ya fuera sola o al lado su mejor amigo, su maestro tenía razón, a dichas alturas daba igual el pasado sino el presente que debía coger por los cuernos. No había dudas, tan solo un torrente de energía que el hielo de Asgard festejó a su alrededor.