Elyn quedó petrificada ante la respuesta: allí, justo a su espalda, se alzaba la estatua dedicada a los Caballeros de Oro de Atenea que protegieron Asgard en el pasado y una de las siluetas tallada en ella, se trataba del reflejo de aquella misma persona que le hablaba. Había una absoluta belleza en el rostro del hombre pero la chica era incapaz de percibir un ápice de cosmos, no se le daba muy bien pero hasta a los aprendices más inexpertos se les podía detectar si se ponía la suficiente atención. Afrodita carecía de cosmos y eso sembró la duda en el corazón de la muchacha:
- Buen trabajo, Mix – sonrió el antiguo Caballero, clavando sus ojos azules en el muchacho situado tras Elyn.
- En absoluto, maestro... ni siquiera conseguí entregarle su mensaje correctamente al Santuario.
- Pero ellos han venido al fin y al cabo así que, buen trabajo.
La forma de hablar de Afrodita cautivó por completo a la amiga de Mix, haciéndola olvidar que momentos antes se había desencadenado allí mismo una abrumadora batalla. La mirada de Elyn no podía retirarse del antiguo Caballero de Oro que resultaba tan majestuoso y perfecto como había imaginado. Mientras Shun ayudadaba a Hyoga a levantarse, Afrodita -tras pasar por el lado de Elyn- colocó una mano en el hombro de Missioh consiguiendo en un instante que la armadura que el chico vestía se transformara en un millón de diminutas estrellas que acabaron por consolidarse en una piedra preciosa que parecía albergar en su interior el mismísimo universo. El antiguo Caballero de Oro agarró el cordón que la convertía en un collar y se la entregó a su portador. Después, fijó sus ojos azulados en Elyn y susurró con una sonrisa:
- La hija de Camus ¿eh? No creí que pudiera verte desde tan de cerca.
Elyn quiso responder pero antes de que las palabras emergieran de sus labios, el hombre repitió con ella el mismo gesto que con Mix, deshaciendo la armadura acababa de estrenar y convirtiéndola, en una nueva piedra de tonos turquesa, celeste y blanco, algo casi opuesto a la de su amigo. Su gema carecía de cordón por lo que la chica sospechó que el hecho de hacerlo un colgante era por obra de Afrodita. Lentamente, la piedra cayó sobre la mano de su portadora y por un instante, brilló con la fuerza del propio sol:
- Se hace tarde, es hora de irnos. - ordenó el Caballero fijando su atención en todos los allí reunidos.
***
- Dime Afrodita... ¿tú sabes qué está pasando? – preguntó Elyn repleta de curiosidad.
El antiguo Caballero de Atenea fue guiando al grupo por los callejones más oscuros de la silenciosa capital, sin decir nada, avanzando hacia un destino desconocido, pero la simpatía de la chica se le antojó irresistible y aunque su idea era explicar detalladamente la situación en un lugar seguro, acabó por responderle con sinceridad:
- Kronos. – suspiró.
- ¿El rey de los Titanes? – preguntó Shun.
- Eso me temo, nosotros ya lo enfrentamos una vez pero su cosmos parece haber aparecido de nuevo, posiblemente porque el poder que residía en el Dios del Inframundo era en parte, suyo... Hace tiempo que Missioh y yo encontramos indicios de su retorno aunque no había dado señales de ser peligroso hasta hace unas semanas.
- ¿Y qué tiene que ver Kronos con Asgard? – puntualizó Elyn.
La chica conocía la historia de la que hablaba Afrodita: unos pocos años antes de la rebelión de Saga de Géminis contra Atenea, Kronos y los titanes a su cargo estuvieron a punto de invadir y destruir La Tierra, siendo los Caballeros de Oro los que consiguieron evitar la catástrofe, se trataba de una historia más en el Santuario, un episodio que como todos los que se habían dado desde la Era Mitologíca, quedó cerrado una vez Kronos desapareció.
- Por ahora, Asgard es el único lugar en La Tierra que se encuentra fuera del control de Athena y no existe ninguna reencarnación de los dioses de la Era Mitológica tampoco nadie que pueda detenerlo. – Contestó Afrodita.
- Pero todavía contamos con algunos Guerreros Divinos y Lyfia aun está supervisada por nuestra señora Hilda de Polaris, ellas representan a Odín en estas tierras así que no estamos tan desprotegidos como para que llegue un dios de la nada a invadirnos... Además, también estás tú que eres un Caballero de Oro, puedes detenerlo otra vez.
Afrodita se detuvo y dirigió sus ojos azules hacia la chica, acallando su voz; su rostro mostraba tranquilidad pero Elyn percibió en él una pena abismal junto con una desmesurada preocupación:
- No estés tan segura. Mira a tu alrededor, no queda nadie en Asgard. Nadie ha podido hacerle frente a Kronos. – el hombre agachó la cabeza algo avergonzado pero apenas un segundo después, volvió a elevar su mirada hacia la muchacha – En lo que a mí respecta, ya ni siquiera me considero un servidor de Atenea.
Todo el mundo se quedó sin respiración ante las palabras de Afrodita. Era cierto que el pasado, precisamente él, había sido de los catalogados como traidores a pesar del perdón de la diosa pero tras haber abierto el camino a los Caballeros de Bronce en el Muro de las Lamentaciones y ayudar a salvar Asgard... todos los pecados de los Caballeros dorados habían quedado expiados.
- Afrodita... – murmuró Shun.
- Tranquilo, Caballero de Virgo; tan solo expongo la realidad, mi cosmos es casi inexistente y tan imperceptible que no puedo ser de ayuda al Santuario.
- Pero podrías haber vuelto y advertirnos del peligro...
- Lo hice – cortó Piscis alzando una mano para cortar la respuesta de Shun – pero nadie percibió mi presencia, ni un solo Caballero de Oro, ni un aprendiz ni la propia Atenea reparó en mi presencia. Es más, fue tu hermano el que sí prestó atención a la escasa energía de Hades que emana de la armadura de Mix y lo expulsó de muy malas formas. Ya no soy nada más que un humano con alguna que otra cualidad extraordinaria pero nada más.
- ¿Y dónde has estado desde la caída de Yggdrasil?– preguntó de nuevo Elyn, un tanto confusa por todo lo que escuchaba.
- En parte en Asgard, en parte viajando por el mundo para encontrar a los demás.
- ¿Acaso los otros once Caballeros de Atenea también están vivos? – Quiso saber Hyoga.
Pero Afrodita inició de nuevo la caminata en silencio, temeroso de la caída de la noche, había algo en la conversación que estaban teniendo que tensó notablemente a Piscis pero nadie más se atrevió a preguntarle al respecto:
- Los antiguos Caballeros de Oro parecen haber reaparecido a lo largo y ancho del mundo, hemos localizado el paradero de algunos de ellos pero... ninguno recuerda quién es y ni siquiera parecen ser conscientes de ser personas. – susurró Missioh sin dejar de mirar a Afrodita, en su tono podía apreciarlo lo apenado que estaba por el destino de los Caballeros de Atenea – Viven en condiciones infrahumanas o entre basura porque nadie los puede controlar, son agresivos y salvajes, y poco se puede hacer cuando pierden el control. Solo algunos como Shaka de Virgo o Mu de Aries, los cuales están vigilados por aldeas cercanas a su ubicación tienen algo más de accesibilidad.
- Pero Afrodita es diferente ¿Por qué? – quiso saber Elyn.
Acercó su cabeza a la de Mix para evitar que Caballero los escuchara aunque realmente, sabía que estaba pendiente a la conversación.
- Él también era así... Pero el contacto conmigo le devolvió los recuerdos, su vida pasada y una milésima parte de su cosmos. Es por eso que es capaz de generar las flores de cristal o detener el avance mortal de mis ataques pero nada más.
- Entonces... ¿fuiste tú quien le devolvió la vida que había perdido?
Afrodita se paró para mirar a los amigos, Elyn se detuvo un tanto intimidada pero Mix siguió adelante. Al pasar por al lado del antiguo Caballero de Piscis este pasó un brazo por encima de su hombro y lo pegó a su cuerpo, revelando el extremo cariño que ambos se tenían, se le veía realmente agradecido con el muchacho y a Missioh le ocurría lo mismo. Ella sabía que el chico jamás había tenido familia y que tan solo su amistad era lo que lo había mantenido vivo en Asgard por lo que verlo tan unido a otra persona le derritió el corazón y le alegró infinitamente saber que no había estado solo viajando a la deriva:
- Al parecer – continuó diciendo Piscis algo más motivado – para librarnos de ese estado amnésico con el que volvimos a la vida tras la batalla contra Loki, debemos ser tocados por alguien con el que se haya compartido un vínculo especial en nuestra vida pasada, así que sospecho que, en mi caso, fue debido a la relación que tiene Missioh con Hades. Pero por desgracia, Mix no sirve con el resto de Caballeros que hemos encontrado... y ni siquiera su contacto vale del todo con el único que hemos podido controlar.
Afrodita se paró finalmente ante una casa abandonada, oscura y siniestra; pero con toda naturalidad, introdujo una llave en la cerradura, abrió la puerta y dio paso a que todo el mundo entrara para resguardarse del frío de la noche. Los servidores de Atenea permanecieron en la entrada mientras Missioh se perdía por unas escaleras que lo llevaban a la planta superior. El antiguo Caballero de Piscis encendió las luces y dejó a la vista una habitación de tamaño extandar en la que sus invitados podrían descansar, se trataba de un salón en el que cada uno de los presentes tomó asiento y aguardó hasta que su anfitrión dejó sobre la mesa central, unos vasos con té caliente:
- Afrodita... ¿Quién de los once Caballeros... es el que habéis podido controlar? – preguntó Elyn en un susurro, con las manos temblando y su estómago agitado por un extraño presentimiento.
En respuesta, una puerta en la planta superior se abrió y los pasos de Missioh empezaron a resonar en el techo indicando el camino que estaba siguiendo, avanzó y bajó poco a poco por las escaleras. Había alguien más con el chico, Elyn podía ver a su amigo sonreírle a una nueva persona y actuar con una amabilidad desbordante... Al salir de la zona de las escaleras, ya en la planta baja, los dos quedaron a la vista de los guerreros de Atenea:
- No puede ser... – susurró Hyoga.
El acompañante de Mix se quedó quieto al verse rodeado de tantas personas desconocidas para él, tenía la mirada perdida, vacía pero una débil sonrisa iluminó su rostro al escuchar la suave de Mix pidiéndole que continuase caminando ya que todos los que lo observaban, no le harían ningún daño; la melena verdosa caía por su espalda aunque su cuerpo estaba encorvado como el de un anciano y su avance, era casi imperceptible. Los ojos azules del hombre se movieron velozmente por aquellos que lo observaban, mostrando aún una tangible desconfianza pero Missioh le habló, una y otra vez para llamar su atención y lo fue guiando hasta un hueco bajo la ventana donde se pudo sentar sobre un par de cojines, como si fuese el lugar más seguro de La Tierra:
- Dime que esto no es cierto... Afrodita. – Dijo Shun, con un fuerte dolor en el pecho ante la imagen del Caballero de Oro que, como ya habían dicho, no era consciente de su identidad ni de ser un ser humano.
Elyn tragó saliva, sus ojos no habían parpadeado desde que había visto aquel hombre entrar en el salón, su corazón incluso parecía haber dejado de latir pues la situación le era imposible de creer. Por un segundo, ambos consiguieron mirarse a los ojos, pero el hombre prefirió mirar a otro lado, sentirse protegido bajo el contacto con Mix, e ignorar lo que se decía a su alrededor. Missioh se giró hacia ella una vez su acompañante estuvo tranquilo y observando el exterior por la ventana; clavó la mirada en la muchacha y se ruborizó un instante:
- Elyn, él es Camus de Acuario.
***
El tiempo se detuvo por completo para ella. Desde que tenía memoria, Elyn había ansiado con todas sus fuerzas encontrarse con su padre, con uno de los Caballeros de Oro que habían salvado Asgard... sin embargo, la imagen que tenía de su padre no coincidía con la del hombre que había tras Missioh. Comprendía con tan solo mirar a Camus por qué nadie en el mundo quería acercarse o cuidar de los desperdigados guerreros de Atenea, incluso en aquel estado casi vegetativo, el hombre que observaba por la ventana parecía provenir de los peores suburbios. La chica no dijo nada, realmente no sabía que decir porque ella esperaba haberse encontrado con un imponente salvador ataviado con una armadura dorada y no con un hombre desvalido que ni siquiera sabía quién era... sonaba cruel, demasiado, pero sus emociones quedaron plasmadas en su rostro sin poder remediarlo. Mix lo notó pero antes de poder decir nada, la voz de Afrodita resonó de nuevo:
- Camus y yo compartimos que ambos fuimos servidores de Hades en el pasado y por ese motivo, pienso que no es agresivo conmigo... con respecto a Mix, confía en él y se siente protegido a su lado pero creo que se debe a otra conexión que va más allá de la relación con el Dios del Inframundo.
- ¿Y de qué se trata? – preguntó Hyoga.
- Es tan solo una sospecha que por el momento no tiene importancia. – Afrodita miró a Elyn y caminó hasta ella – Bien. Es tu turno. No tengas miedo, solo tienes que tocarlo, él no te hará nada.
Aunque la muchacha era un mar de dudas, sus pies se movieron lentamente por si solos como si su subconsciente quisiera obedecer las palabras del antiguo Caballero de Piscis. Al dar el primer paso, Camus se movió un poco y la miró de reojo, su rostro mostró descontento e incluso, todos creyeron ver cómo un leve gruñido amenazaba con salir de su boca. Sin embargo, cuando sus miradas se cruzaron de nuevo, la tensión pareció relajarse. Elyn seguía sin creer que aquella persona fuera Camus de Acuario, no había rastro de majestuosidad ni de poder en él y ni siquiera apreciaba el supuesto parecido físico aunque su madre -y todos los que conocieron al antiguo Caballero- le había repetido siempre que su similitud era innegable... y aún con ese mar de dudas, la muchacha continuó avanzando hasta que se arrodilló frente a él, sin apartarle la mirada. Tragó saliva, indecisa pero a su vez, buscando las manos de Camus con el corazón desbocado.
Al tocarse, un brillo cegador la sobresaltó.
Camus empezó a convulsionarse mientras un montón de diminutos rayos escapaban del interior de su cuerpo, Mix trató de socorrerlo pero cuando trató de acercarse la barrera eléctrica se intensificó provocando que un alarido desgarrador emergiera de la garganta del antiguo Caballero de Acuario. Elyn se lanzó contra Camus y lo abrazó por el cuello, presa de un pánico atroz a perderlo por haber metido la pata. La electricidad la abordó con la misma intensidad que al hombre pero ella se negó a separarse de él; al principio no comprendía por qué lo había hecho ya que había un sin fin de preguntas en su interior... pero pronto entendió que algo en su corazón le impedía ver a Camus sufrir, siempre había deseado ver a su padre y ahora que tenía la oportunidad de conocerlo no iba a dejarlo solo. Poco a poco, la barrera eléctrica se fue haciendo menos potente hasta que prácticamente desapareció. Elyn se aferraba a la camiseta del hombre con fuerza, apretándolo contra su cuerpo, mantenía los ojos cerrados y la mandíbula tensa. De pronto, los brazos de Camus se posaron sobre su espalda, correspondiendo al abrazo sin previo aviso:
- ¿Papá...? – susurró ella, separándose un poco.
Pero él no la dejó moverse, los brazos del Caballero de Atenea la mantenían fija en aquella posición. Pasaron los segundos y por fin, Elyn supo por qué Camus no la soltaba: sus hombros temblaron un instante, presos de un leve sollozo único en el que había sido Caballero de Acuario. Hyoga lo observó todo mientras una lágrima caía por su mejilla: