Elyn se retiró la
capucha cuando las casas fronterizas de la capital de Asgard empezaron a verse
a lo lejos. Una sonrisa involuntaria se perfiló en sus labios, volver a Asgard
tras casi dos meses fuera era algo que la llenaba de vida: la nieve, el frío,
las nubes cubriendo el cielo dejando pasar tímidamente algún que otro rayo de
sol…
- ¡Achús! – Estornudó Deathmask a su lado – Odio este lugar…
Pero aún con la queja, Elyn
estaba feliz de regresar a su hogar. En aquella ocasión, volvía acompañada por
los Caballeros de Cáncer y Piscis así que sin lugar a dudas, la travesía había sido
divertida. Asgard no había cambiado en absoluto, la gente continuaba oculta en
sus casas alejándose todo lo posible del frío pero en los últimos meses, algún
que otro lugareño había dado el paso de traer frutas y hortalizas de más allá
de la frontera, nadie sabía cómo conseguían los alimentos pero hacerse con
alguna pieza de vez en cuando había mejorado el ánimo de la capital.
Mientras caminaban por las calles, el bullicio de la tarde creaba una sonrisa involuntaria en la chica, que aún se maravillaba por cada cosa nueva que descubría. Pasaron por la plaza princpal, allí donde se alzaba la reconstruída estatua en honor a los Caballeros de Atenea que Elyn había visitado desde su niñez cada día, ahora que los conocía a todos no tenía la necesidad de venerarla pero la chica no pudo reprimir el sentimiento de nostalgia que le abrigó el corazón. De repente, Deathmask
se quedó quieto, observando la entrada a un bar que permanecía cerrado, a un
lado del establecimiento se había instaurado una de aquellas tiendas y las
frutas se podían ver a través el cristal. Elyn se quedó mirándolo extrañada por
tal comportamiento pero Afrodita agarró del brazo a su compañero y le susurró al oído:
“Supéralo,
Deathmask.”
Tratarlo con tal
frialdad no era común en el Caballero de Piscis pero Elyn prefirió no preguntar
nada, estaba al tanto que ellos dos habían disfrutado hasta el último momento
de Asgard antes de la batalla contra Andreas así que supuso que algo en aquel
lugar había sido de importancia para Deathmask en el pasado por lo que hurgar en la herida no le pareció correcto:
- ¡No puede ser! –
exclamó Afrodita cuando ya estaban en la casa que tiempo atrás, él mismo había
ocupado con Mix.
- ¿Qué ocurre? –
preguntó Elyn.
- Se me olvidaron parte
de las provisiones del Santuario…
- Bah, no te preocupes,
hazme una lista y seguro que mi madre tiene algo. Aprovecharé e iré a saludarla.
Afrodita obedeció con
resignación mientras "Deathy" -como le decía cariñosamente- se reía de su torpeza, aquello duraría tiempo así
que Elyn salió de allí y se apresuró a cumplir con su misión antes de que la
pareja se enzarzara en una de sus absurdas discusiones.
En su camino, la
muchacha volvió a pasar por el mismo sitio en el que Deathmask se había paralizado,
sus ojos violeta también se quedaron prendados de aquel lugar por unos
segundos ya que, en el fondo, sentía curiosidad por saber qué había afectado a su
compañero de viaje pero sabía que realmente no echaría valor para investigar
–no por el momento–. Al dar un paso al frente, su cuerpo chocó violentamente
contra alguien que se le atravesó a toda velocidad, los dos cayeron al suelo y
un montón de patatas se esparcieron por el suelo:
- ¡Aahhh! ¡Lo siento
mucho, en serio! – dijo una voz alterada.
Elyn clavó sus ojos en
la persona que había frente a ella con la intención de disculparse también por
no haber estado atenta pero sus palabras quedaron congeladas en su garganta: se
trataba de un chico de no más de once años, con el pelo liso, celeste, cayéndole a la altura de los
hombros y los ojos azules más profundos que jamás había visto… pero había algo en la energía que desprendía aquel niño que le llamó la atención hasta el extremo de silenciar su voz. El chico había comenzado a recogerlo todo mientras se
continuaba disculpando pero Elyn no era capaz de reaccionar o de articular
palabra debido al shock que experimentó hasta que el muchacho le tendió la mano para ayudarla a
ponerse en pie. Sus ojos se movieron por inercia y por fin, echó valor para
contestarle:
- Oh… n-no te
preocupes, yo tampoco te había visto… ¿te encuentras bien?
- ¡Sí! Me caigo a
menudo, tranquila, un golpe así no me detendrá – la sonrisa de aquel pequeño
era demoledora.
- Eres un chico
resistente ¿eh? Eso es bueno en Asgard. ¿Cómo te llamas?
- Bafi, señorita.
- Yo soy Elyn. ¿A dónde
ibas con tanta prisa?
- ¡Ahí! – Dijo Bafi
señalando la entrada de la tienda que Elyn había estado mirando – Mi papá
necesita semillas.
- ¿Semillas…?
La chica caminó tras el
muchacho sin saber muy bien por qué y entró en el local. La tienda era pequeña
pero su olor era maravilloso, las frutas se veían en muy buen estado pero ella
supo en seguida el motivo, parecían estar congeladas o poseer alguna especie de
cobertura que las mantenía totalmente intactas, comprendiendo así como aquel tipo de productos podían llegar a la capital y aguantar cierto tiempo para ser compradas sin echarse a perder. Bafi no necesitó pedirle nada
al dependiente tras el mostrador ya que este le dio una bolsita con algo dentro. Una vez su misión completada, el chico se marchó corriendo. Al pasar por su lado, se despidió de ella y
salió de la tienda para emprender de nuevo la carrera hacia algún lugar:
- ¿Desea algo,
señorita?
Elyn miró entonces al
dependiente, un señor que no conocía de nada por lo que dedujo que se trataba o
de un extranjero o de alguien que había llegado a Asgard en el tiempo que ella había permanecido en el Santuario:
- ¿Puedo… preguntar qué le ha dado?
- ¡¿Acaso eres una
espía de los Guerreros Divinos?!
- No… yo solo…
- ¡Mi negocio es legal,
yo estoy aquí legalmente! ¡No tengo nada que ocultarle a esos estúpidos que
vienen a intentar hundir el negocio que tanto amo! ¡Largo de aquí si no quieres
comprar nada!
Elyn parpadeó
sorprendida y se marchó de allí sin decir nada más pero con una extraña
sensación oprimiéndole el pecho.
Cuando llegó a casa de su madre, Assi no tardó
en darse cuenta de la extraña expresión que Elyn llevaba dibujada en la cara
así que, una vez las dos sentadas en el salón, le preguntó al respecto sin andarse con rodeos, la chica no necesitó
pensarse dos veces la respuesta:
- Mamá… Cuando
Yggdrasil estaba en todo su júbilo… ¿cuánta gente se benefició de ello?
- Todo el mundo, cariño. En el
fondo, todos deseábamos que la situación que nos daba Andreas fuera real.
- ¿Es por eso que ahora
se sospecha de aquellos que están trayendo alimento que aquí no se puede
cultivar?
Assi alzó una ceja,
entendiendo por dónde iba el interés de su hija:
- ¿Por eso has venido? ¿Para
investigar a esa pobre gente?
- No lo sé, Lyfia nos
dijo que han empezado a surgir nuevos negocios y aunque todo parece estar orden… hay
mucho recelo contra los Guerreros Divinos, por lo que no pueden investigar
directamente el origen de las frutas y las hortalizas. – Elyn observó a su
madre, parecía que Assi no estaba dispuesta a decirle mucho más – En la esquina
de la plaza hay una de esas tiendas ¿hubo algo en esa zona durante el gobierno de Andreas?
- El puesto de flores
de una chica – confesó Assi con un suspiro tras sopesar si responder o no – Tenía cuatro hermanos más pequeños
y su salud no era la mejor pero su ilusión era venderle flores al mundo y… Murió a
manos de uno de los Guerreros Divinos de Andreas.