Bajo tierra.


Aquella noche, Elyn apenas probó bocado en la casa de Afrodita y Deathmask. Cuando todos se marcharon a la cama, ella se subió al tejado para observar las estrellas y poner en orden sus pensamientos puesto que todo parecía tener relación y a su vez, había algo que descuadraba su instinto: Estaba claro que Deathmask y Afrodita debían conocer a la chica de las flores y ese debía de ser el motivo por el cual el Caballero de Cáncer se había quedado paralizado en aquel lugar… Por otro lado, Bafi había mencionado que iba a la tienda en busca de semillas pero ¿para qué? En Asgard no podía crecer nada debido al mal tiempo, la nieve era permanente y el viento tan solo cesaba un poco en “verano”, además, precisamente ahí residía la sospecha: si el negocio era leal ¿por qué ocultar a la gente que le daba semillas a un chico?:

- Semillas… – susurró  Elyn en voz alta – ¿para hacer crecer las frutas y hortalizas?

Aquella podía ser la solución pero ¿cómo hacer eso en un lugar como Asgard? La única opción para plantar algo sería aislando la tierra de la nieve y el mal tiempo, creando calor artificial y tener un espacio con amplitud suficiente para abastecer una tienda pero si eso existía… ¿cómo es que nadie se había dado cuenta?

“Bajo tierra…” pensó la chica. 

Rápidamente se puso en pie y saltó hacia la calle sin producir un solo ruido. Al tocar el suelo, Elyn concentró su cosmos en la nieve que se amontonaba a su alrededor, la tierra que soportaba Asgard estaba helada pero si había algún foco de calor en un subterráneo ella lo detectaría enseguida.

“Premio.”

Recorrió dos kilómetros al norte hasta llegar a la salida de la ciudad y después continuó caminando otros cinco kilómetros más hasta llegar a un pueblo abandonado. Elyn no llevaba luz alguna pero tampoco la necesitaba, sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad de su región así que la noche no era un problema para ella, sus pasos eran silenciosos ya que había aprendido a usar su cosmos para derretir la nieve alrededor de sus pies y a la misma vez, ocultar la energía que surgía de su cuerpo para no ser detectada por el enemigo; haber convivido tanto tiempo en el Santuario rodead de los Caballeros de Oro del siglo XVIII había servido para potenciar notablemente sus habilidades como guerrera por lo que algunas acciones las hacía ya por pura inercia. Finalmente llegó a una casa que estaba a oscuras, la puerta era inexistente y las ventanas carecían de cristales, nada parecía indicar que hubiera vida en aquel lugar de no ser porque el interior de la casa irradiaba un acogedor calor que venía del suelo. La chica entró dentro y nada más poner un pie la madera ésta crujió bajo su peso. Elyn se detuvo en seco, maldiciéndose por no haber observado mejor el suelo de la vivienda, era una manera perfecta para detectar movimiento en la superficie por lo que a toda velocidad dio media vuelta y se detuvo tras el marco de la puerta. Apenas un segundo después, algo se abrió en el interior de la casa seguido de una voz masculina:

- ¿Quién anda ahí? – obviamente, nadie respondió.

- ¡Vamos tío, ¿crees que te van a contestar?! ¡En serio, muévete!

Elyn mantuvo la calma, por suerte se encontraba en su territorio así que aunque no contara con la Gleam de Urano su poder bastaba para reducir a dos personas que no sabían que los acechaba. Aguardó a que las cabezas asomaran por el marco para moverse como un rayo y asestarle un golpe a cada uno que los dejó inconscientes; antes de que cayeran al suelo, la chica levantó una capa de nieve y evitó con ello que la caída de sus víctimas alertara a más personas. Ahora era su turno, congeló toda la madera del suelo de la casa y se deslizó por ella hasta dar con la trampilla por la que los hombres habían salido, dudó por un momento en bajar sola pues podría encontrarse con más enemigos ahí abajo y la nieve no estaría para ayudarla… a menos que dejara la trampilla abierta. Sin más preámbulos, inspiró hondo y puso un pie en la escalera que descendía, dejando que la oscuridad se la tragara.

Al llegar al final de la escalera, la temperatura era considerablemente alta, casi como el verano de Atenas por lo que supuso que el hielo de la planta superior se derretiría antes de acudir en su ayuda. Soltó un suspiro, deseando que fuera lo que fuera que encontrase no tuviera más protección que los dos hombres que había dejado arriba. Una puerta le impedía el paso y por ella, se filtraba una tenue luz. El corazón le latía con rapidez pero eso no fue motivo para colocar una mano en el picaporte y abrir la puerta con lentitud:

- ¿Qué demonios…?

Frente a ella se hallaba una parcela de al menos cien metros de largo donde había tierra suficiente no solo para hortalizas sino también para una zona de flores cuyo aroma endulzaba el aire del lugar, un montón de bombillas simulaban la calidez del sol y un pequeño sistema de riego se filtraba por las paredes. Elyn sospechó que cogían la nieve del exterior y al derretirla, la usaban para regar el gigantesco huerto… pero aquello fue lo último que la chica vio justo antes de sentir un fortísimo golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
***

Al cabo de un rato, la chica se sintió con fuerzas para abrir los ojos. Se encontraba en una habitación a oscuras pero por la escasa luz que se filtraba por la ventana supuso que estaba cerca de amanecer. Trató de moverse pero tanto sus manos como sus pies estaban maniatadas por bridas bastante resistentes, suspiró desilusionada pues el hermoso huerto que había descubierto tenía algo que esconder, era una pena que las esperanzas de la gente de Asgard siempre resultaran basarse en una mentira. Aún así, hizo acopio de sus fuerzas para incorporarse pero nada más apoyar su espalda contra la pared el sonido de una puerta abrirse llamó su atención, segundos más tarde la entrada a la habitación en la que ella se encontraba también se abrió y un hombre con cara de pocos amigos se acercó a ella, la agarró por la camiseta con violencia y tiró de ella para lanzarla contra el suelo de la sala contigua:

- Una espía de los Guerreros Divinos.

- ¡Elyn!

La muchacha notó como alguien se ponía a su lado, la voz le era extremadamente familiar pero no supo decir de qué hasta que la mirada de Bafi se cruzó con la suya, haciéndola sentir de nuevo aquella extraña energía que revolvía su interior:

- Así que tu hijo la conoce... ¿También eres un traidor, Aarik?

- ¡No, lo juro! ¡Por favor, esto es un malentendido!

El hombre que había tirado a Elyn contra el suelo discutía con otro, se trataba de uno de los primeros a los que la muchacha había derrotado antes de encontrar el huerto por lo que la diferencia de altura y tamaño con el otro era bastante considerable. La chica alzó la mirada para encontrarse con un hombre que no superaría los treinta años, de cabello castaño, rostro redondeado y ojos claros que se encontraba claramente asustado por la situación en la que se había visto envuelto. El otro, el más grande y enfurecido, dio unos pasos hacia él con intención de intimidarlo pero de repente, una chica emergió de la nada para interponerse entre los dos:

- ¡Helena, no! – gritó Bafi, separándose de Elyn.

- ¡Hazte a un lado, mocoso! – el hombre enfurecido golpeó al niño con tal fuerza que éste cayó al suelo.

- ¡No vuelvas a tocar a mi hermano! – la chica cerró el puño y le asestó un golpe en estómago al atacante de Bafi.