Cuando la muchacha volvió a mirar al hombre para ver el efecto de sus palabras se topó con que todo su rostro era una señal de comprensión por lo que se le hizo imposible evitar que el rubor cubriera sus mejillas:
- ¿Cómo te llamas?
- E-Elyn...
- Bien, ven conmigo.
Y acto seguido, el extraño inició el ascenso por las escaleras que lo llevaban al templo de Capricornio y posteriormente, al de Acuario. Ella se quedó sorprendida pero por alguna razón, sus pies lo siguieron a paso veloz hasta colocarse a su lado:
- ¿A dónde me llevas?
- Voy a llevarte a donde deberías pasar la noche. Por cierto, mi nombre es Seiya.
- ¿¡Se-Seiya!? – repitió ella deteniéndose en seco – ¿¡Seiya, el legendario Caballero de Oro de Sagitario?!
Él rió de manera inocente a modo de respuesta e incluso, su cara se tornó algo roja porque alguien lo hubiera reconocido tan solo por escuchar su nombre aunque ¿cómo no hacerlo si llevaba tantos años al servicio de Atenea?
- Tengo curiosidad... ¿cómo acabó alguien como Camus teniendo una hija en Asgard?
Mientras subían escaleras, Elyn le contó la historia que su madre le había narrado una y otra vez desde su más tierna niñez como si el encuentro con su padre hubiera sido una leyenda o un cuento para antes dormir: "Llegó a casa en plena tormenta, cubierto de nieve y con apenas un halo de vida, bien es sabido que el frío de Asgard supera a cualquier otro en el mundo pero él, quizá gracias a la Diosa, pudo sobrevivir. Pasó unos días en casa, recuperándose del cansancio y poco a poco, Camus pareció descubrir un nuevo mundo más allá de la lucha por Atenea y su deber como Caballero de Oro. Sin embargo, sin previo aviso, uno de los Guerreros Divinos de Andreas llegó para llevárselo y a partir de ahí, nunca más volvió":
- Aún así, mi madre me dijo que él sabía perfectamente a quiéenes había dejado atrás y que de no haber sido por su sacrificio, habría vuelto con nosotras. Desde que tengo memoria... hemos acudido a la plaza donde se levantó una estatua en memoria de los Caballeros de Oro de Atenea para dejar una flor en su recuerdo, es algo que mi madre siempre ha hecho y te puedo asegurar que las flores en Asgard escasean.
Seiya había escuchado toda la historia con atención sin interrumpir a la chica en ningún momento por muy extraña que fuera la narración. Sagitario demostró no parecerse en nada a Hyoga por lo que la muchacha se planteó seriamente ser su aprendiza aunque su corazón anhelaba ser parte de lo que Camus había sido tiempo atrás:
- Bien. Hemos llegado.
El templo de la Preciosa Urna se hallaba de nuevo frente a ella. Elyn miró a Seiya, dubitativa, no quería entrar dentro de la undécima casa sin el permiso de su dueño por muy protegida que se encontrara al lado del Caballero de Sagitario:
- No creo que sea buena idea...
- Si te preocupa Hyoga, yo me encargaré de él. Venga vamos, no hay nadie mejor que tú para caminar bajo el techo de este lugar.
Aquellas palabras calaron en lo más profundo del corazón de la muchacha, así que renovando su esperanza y sintiendo que algo importante pasaría en el interior, Elyn se adentró en la undécima casa siguiendo los pasos de Seiya. El templo no tenía nada que ver con la fachada, el tamaño desmesurado del lugar intimidó al principio a la chica pero conforme iba caminando, una extraña energía relajó sus músculos y calmó los ansiosos latidos que retumbaban en su pecho; la temperatura era fría, como si en realidad se tratase de un pequeño glacial pero Elyn estaba acostumbrada a las estepas nevadas de Asgard por lo que el lugar se le hizo extremadamente hogareño, el frío la hacía sentirse de nuevo en casa; soltó entonces su melena, liberando un centenar de cristales de hielo que resplandecieron a su alrededor. Fue así como poco a poco se olvidó de la presencia de Seiya mientras sus ojos violetas se iban quedando con pequeños detalles que a veces tenía la impresión de conocer, su aliento se hacía cada vez más visible en el ambiente y una fina escarcha parecía formarse bajo sus pasos, iluminando el camino y las paredes de la undécima casa. El final del templo llegó cuando una hermosa fuente les cerró el paso, ya no podían ir más allá pero las brillantes partículas del aire se fueron engrosando lentamente, viajando a través de la brisa del lugar hasta acabar en la piel de Elyn. La chica extendió la mano reconociendo la sensación que le producía aquel sitio por lo que movió las muñecas para dirigir el agua de la fuente y desvelar con ello, su habilidad secreta: manejar la forma, dirección y cantidad de agua hasta congelarla de su alrededor; siempre había tenido la sensación de que alguien más la enseñaba a controlar aquel elemento y encontrar la forma de hacerlo en el templo de Acuario derritió su corazón. Sin darse cuenta, bailó con la energía, meneando las partículas de hielo hacia todas partes, creando toda una galaxia de brillantes copos de nieve:
- Que maravilla... – susurró Seiya.
Sabía que Elyn no lo estaba escuchando pero la imagen que tenía delante no tenía una mejor descripción. El cosmos de la chica era exacto al de Camus y su imagen –si no se fijaba en sus femeninas curvas– era casi una calcomanía del antiguo Caballero de Acuario. La chica de Asgard tenía potencial, eso nadie podía negarlo, de modo que esperó pacientemente a que la muchacha saliera del trance que le había provocado el templo para iniciar una nueva conversación:
- ¿Desde cuándo sabes hacer eso?
- Siempre lo he hecho, Asgard está sumido en un invierno permanente así que no es un problema practicar con la nieve. Desde que puedo recordar me siento bien rodeada de nieve, soy capaz de percibirla como si me quisiera proteger o quisiera ser mi compañero permanente. No sé cómo explicarlo, es como si... tuviéramos una conexión.
- No es la nieve... sino el cosmos de Camus. Su energía no deja de envolverte como escudo... Es eso lo que sientes. - Explicó Sagitario.
- ¿...el cosmos...?
Mientras Seiya pensaba la forma de explicarle a la muchacha dicho término, Elyn se sintió extremadamente pequeña a su lado. No estaba muy segura sobre lo que el Caballero de Oro había querido decir pero desde luego sabía que si el cosmos era una referencia a la energía de las personas, Seiya debía tener el más especial de todos, uno tan poderoso que era capaz de atraer de manera inconsciente la energía de los demás:
- Vaya, vaya... ¿Hay una fiesta en mi templo y nadie me ha invitado?
Tanto Seiya como Elyn se giraron para mirar a la cara al Caballero de Acuario que acababa de aparecer a sus espaldas vistiendo aún la armadura de oro. Hyoga mostraba su rostro serio e inexpresivo a pesar del sarcasmo de sus palabras pero en dicha ocasión, la chica de Asgard no se amedrentó ante su presencia y el rubio no tardó en percibir su mirada cargada de desafío:
- Creía haberte dicho que volvieras a casa.
- No puedes estar hablando en serio, Hyoga. Deberías de reconsiderar tu decisión. – La voz de Seiya sirvió para desviar la atención del Caballero de Acuario de ella, cosa que Elyn agradeció inmensamente.
- Si te interesa, quédatela, Seiya.
-¡Eh, que estoy delante! - protestó Elyn al darse cuenta de que el Caballero de Acuario la trataba como a una pelota de playa que poder pasarle a sus compañeros como se le antojara.
- Lo haría con gusto, tiene un potencial asombroso pero creo que esto es responsabilidad tuya. Es imposible que no sientas la energía de Camus brotar de esta chica.
Hyoga no necesitaba que Seiya le confirmara una evidencia tan grande, nada más verla había sentido la energía de su maestro emanar de ella pero aquel era precisamente el problema, no se encontraba con fuerzas de afrontar una experiencia en la que volver a sentir el cosmos de Camus le jugara malas pasadas y mucho menos, tras saber que provenía de Asgard. La duda y la desconfianza se asentaban en su corazón pues no sabía si mantenerse al margen o coger el toro por los cuernos:
- Deja por lo menos que sea ella quien te demuestre si vale o no, merece una oportunidad.
Elyn no había dejado de mirar a Hyoga, esperando por su respuesta con los nervios a flor de piel: había peleado en infinidad de ocasiones contra matones en Asgard que duplicaban su tamaño y defendido su hogar de terribles tormentas que destrozarían ciudades enteras más allá de la región por lo que enfrentarse a un Caballero de Oro solo sería una forma de descargar tensión:
- Está bien. – terminó por decir el guardián de Acuario - Tienes dos minutos para darme un golpe.
La probabilidad de que eso sucediera era prácticamente nula, por muy hija de Camus que fuera, Hyoga no iba a bajar la guardia para dejarle ventaja. Una chica que no dominaba el cosmos era imposible que tuviera alguna oportunidad frente a él que incluso, se había enfrentado al Dios del Inframundo pero al menos así, complacería a Seiya, le otorgaba a la chica la opción de demostrar su fuerza y esta se marcharía tras su derrota. Nada podía salir mal.
Mientras se deshacía de su mochila, Elyn dibujó una media sonrisa, la emoción recorría sus venas mientras se concentraba en el ambiente congelado del templo. Caminó hacia el frente, pasando por delante de Seiya mientras el hielo revoloteaba a su alrededor, Hyoga observó aquello con curiosidad. La muchacha se detuvo a unos tres metros del Caballero de Acuario, echó una pierna atrás y se obligó a concentrarse en la batalla, eliminando en el acto la pícara sonrisa que segundos antes había ilustrado su rostro.
El frío se hizo mucho más intenso pero ninguno de los dos pareció darse cuenta de ello, Elyn observó los posibles puntos débiles del guardián de Acuario durante un segundo mientras su melena bailaba junto a las partículas de hielo, cuando se sintió segura se abalanzó contra su rival: la chica de Asgard lanzó una patada alta que el Caballero esquivó y congeló con tan solo pensarlo; debido al peso del hielo alrededor del tobillo, la pierna de Elyn cayó hacia abajo, sin embargo y gracias a ese movimiento, la chica abrió la cadera y atacó con la otra pierna llevando el doble de impulso que la primera vez. Hyoga repitió mentalmente la orden pero detectó un incremento descomunal en la fuerza que la chica empleó para tratar de golpearlo, frunció el ceño mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.
Cuando los dos pies congelados de la chica tocaron el suelo, el hielo se rompió en mil pedazos y Elyn, aprovechó para manipular el nuevo arsenal que acababa de conseguir gracias a Hyoga, todos los fragmentos se giraron en una misma dirección apuntando durante una fracción de segundo hacia su nuevo objetivo. El Caballero de Oro movió una mano y detuvo el ataque pero, aunque su intención era devolver la lluvia de cristales hacia Elyn, descubrió que el hielo se negaba a atacar a la chica y en lugar de retroceder, los fragmentos congelados se derritieron en el aire. De modo que antes de darse cuenta, la chica de Asgard arremetía de nuevo contra él saltando con un fortísimo impulso y una nueva patada amenazó que con golpearlo. Él alzó un brazo por encima de su cabeza y la tibia de la chica chocó con violencia contra el brazalete de la armadura dorada, el choque sonó más allá del metal removiendo sus respectivas melenas como si allí se hubiera formado un huracán. El guardián, reprimió una expresión de sorpresa al comprobar que la propia armadura relució tras el contacto con la chica, como si la reconociera.
"No puede ser..." pensó.
Movió el brazo para alejar a la chica por lo que Elyn aterrizó en el suelo. Su fuerza al tocar la baldosa bajo sus pies levantó toda la escarcha del templo y, simulando una lluvia de cuchillos en el aire, la chica los lanzó de nuevo contra el Caballero de Oro girando armónicamente sus brazos de manera circular. Por fin, Hyoga dejó de subestimar a la muchacha:
¡¡POLVO DE DIAMANTES!!
Gritó empleando una fuerza suficiente como para tumbar a cualquier Caballero de Bronce mucho más experimentado que la chica de Asgard. Una ventisca se formó en el interior del templo de Acuario con la intención de derribar a la muchacha; no obstante, ella ya lo esperaba. Elyn no había acudido a Grecia sin haber estudiado a los Caballeros de Atenea y conocía de sobra sus movimientos por lo que, justo al escuchar el nombre del ataque de Hyoga, supo cómo contrarrestarlo:
¡¡ESCUDO DE CRISTAL!!
Frente a la chica se creó una barrera que tanto a Seiya como a Hyoga les recordó a la técnica de Mu de Aries... En una fracción de segundo, ambos comprobaron que aquel muro no repelía el ataque del Caballero de Acuario sino que absorbía toda la nieve lanzada contra ella. Hyoga se quedó sin aliento y justo cuando la última partícula de hielo quedó dentro de la defensa de Elyn, la chica sonrió y le asestó un portentoso puñetazo a la barrera, resquebrajándola desde su centro y convirtiéndo todos los trozos en los que se dividió en afiladas estalactitas de hielo:
¡¡EXPLOSIÓN DE DIAMANTES!!
En ese momento, toda la fuerza del ataque de Hyoga se abalanzó contra él. El Caballero de Oro recibió el ataque de lleno y aunque no fue nada en comparación a otras batallas, hubo algo detrás de Elyn que dejó petrificado su cuerpo: tras la muchacha había aparecido una silueta, borrosa y translúcida pero que él jamás podría haber pasado por alto: Camus estaba allí y su imagen parecía una reproducción casi exacta de Elyn... Aquello confirmó que la identidad de la chica de Asgard era real y aunque no quería creerlo, supo que ella era parte de Camus y tal y como había dicho Seiya, cuidar de la muchacha era ahora su responsabilidad.