"¿Eres un chico o una chica?"


El año escolar empezaba de nuevo, llegando por fin a los últimos cuatro años de estudios que Aphrodite tenía que superar. Se había pasado las vacaciones de verano imaginando cómo sería aquel curso que se le presentaba, había soñado durante mucho tiempo con pasar al bloque D ya que implicaba cambiar radicalmente de asignaturas, profesores, habitación y sobre todo… de gente que lo observara.

La academia “Los Elíseos” era la más prestigiosa y elitista de todo Japón, acogiendo entre sus paredes a estudiantes de todas partes del mundo que pudieran permitirse el elevado coste que implicaba vivir allí. Se trataba de un gran complejo de edificios cubiertos con toda clase de lujos y tecnología, contando con pistas de ejercicio, varios locales para las actividades de los clubes y un par de auditorios para festivales y reuniones multitudinarias. Las construcciones que reunían los dormitorios de los estudiantes estaban divididas por sectores, doce para ser exactos y estaban guiados por las constelaciones zodiacales en las que los alumnos se repartían; a su vez, cada edificio estaba habitado por estudiantes mixtos de diferentes edades: el bloque A iniciaba con los pequeños, de entre seis y nueve años; el bloque B continuaba con los de diez a trece; el bloque C con los de catorce a dieciséis y el bloque D -que se encontraba en otra zona y a la que solo los más privilegiados tenían acceso- de diecisiete a veinte años. Esta división tenía en cuenta por encima de todo, las diferentes etapas que los niños iban superando aunque estaba claro que los sectores que más vigilancia requerían eran los C y D ya que las hormonas flotaban en el aire.

Septiembre finalmente daba la bienvenida a un nuevo curso y Aphrodite se encontraba pletórico pues había conseguido tener calificación suficiente no solo para ser trasladado al bloque D sino que además, lo hacía siendo el líder de la constelación de Piscis, lo que implicaba ser el coordinador de todos los alumnos que pasaban por su sección. En cada una de las secciones zodiacales había un líder que controlaba a los demás compañeros de su misma edad, siendo cuatro en su totalidad por constelación; los nuevos serían instruidos por los más mayores y así, sucesivamente hasta dejar la academia. Era una gran responsabilidad pero Aphrodite estaba dispuesto a dejarse la piel por demostrar que era digno de tal título.

Como cada mañana desde que había empezado a asistir a la academia, peinó con delicadeza su larga y ondulada melena celeste y se vistió con la parte superior del uniforme femenino combinándolo con los pantalones del masculino ya que las normas no establecían específicamente que los alumnos debían usar sus uniformes exclusivamente en base a su género; antes de salir del baño, dibujó una raya perfecta de eyeliner sobre sus párpados y pasó rímel por sus pestañas. Para acabar, se miró al espejo orgulloso de su conjunto ya que su aspecto era uno de sus mayores logros, le gustaba el rostro andrógino que conseguía hacerlo pasar por ambos sexos sin problema y adoraba cómo le quedaba la ropa femenina a pesar de encontrarle también el punto atractivo en los trajes de chaqueta masculinos… Realmente nunca se había preocupado por definirse con ningún género, sobre todo a la hora de mostrar su imagen pero ese también había sido su mayor problema en aquel lugar. “Pero ¿eres un chico o una chica?” “¿Y por qué te maquillas así si eres un chico?” “Oye ¿puedo comprobar que no eres una chica?” “¡Entonces eres gay!” eran frases y preguntas a las que ya hacía oídos sordos; sí, también le gustaban los chicos pero sus sentimientos se mantenían al margen de su estilismo por lo que hacía años que no daba explicaciones sobre su identidad a gente que ni se molestaba en conocerlo. Por eso, formar parte del bloque D era tan importante, allí no se encontraban los mismos alumnos que durante su vida escolar lo habían atormentado con tales cuestiones, así que esperaba que la gente más madura pasara por alto dichas niñerías sin importancia. Se guiñó un ojo en el espejo antes de salir de su mini apartamento, esperando que ahora que empezaba en un nuevo edificio no tuviera que sufrir tanto acoso por su apariencia.

Sin embargo, cuando llegó al auditorio donde daría lugar el discurso de bienvenida al bloque D, la gente continuó mirándolo con descaro; no le importaba en absoluto pues había desarrollado la capacidad de ignorar a todo aquel que osaba burlarse cuando pasaba por su lado. El chico se sentó en una de las butacas destinadas a los líderes zodiacales y aguardó con paciencia a que la directora de la academia, Saori Kido, diera comienzo al evento. Sus palabras fueron destinadas principalmente al respeto mutuo y a la responsabilidad, cualidades que debían ser algo esencial en el curso que se iniciaba:

- Entre todo lo anterior mencionado, no se tolerará ningún comportamiento que implique el acoso y derribo de vuestros compañeros, ya no sois niños ni adolescentes sin conocimiento de causa sino parte del futuro de vuestras respectivas naciones. – Dijo con solemnidad – Cualquier acto que se cometa en contra de uno de vosotros por parte de sus compañeros se castigará con la expulsión inmediata y se hará un estudio exhaustivo para valorar si podréis o no volver a pisar este centro en un futuro.

Hubo muchos murmullos sobre aquellas duras palabras pero Aphrodite se sintió reconfortado no solo porque también esperaba que así la gente dejara de fijarse en él sino porque al menos, si la cosa se descontrolaba, podría recurrir a los altos cargos de la academia. Hora y media más tarde, la directora despachó a los alumnos y los mandó a sus respectivas aulas; todos se levantaron de forma ordenada y al salir del auditorio, el ambiente parecía totalmente renovado, como si las palabras de Saori hubieran bastado para cambiar el mundo consiguiendo que una sonrisa se dibujara en la cara del líder de Piscis.

La mañana transcurrió con normalidad, las clases se hicieron bastante amenas en las que las presentaciones de nuevas caras y asignaturas fueron el plato principal, durante aquella semana el nivel no sería tan estricto y se dedicarían a pruebas de aptitud para poder elegir un nuevo Presidente del Consejo Estudiantil del bloque D. Justo cuando Aphrodite acabó su almuerzo, salió de la cafetería y se dispuso a volver a su dormitorio, socializar con la gente a veces saturaba su cabeza y más teniendo en cuenta que ese día, había estado emocionado por cada nuevo dato que conocía. Era como visitar una nueva escuela  en la que cuidar de los demás parecía primordial.

En el camino, un grupo de cuatro chicos le pidió que se detuviera:

- ¡Oye, oye! – Dijo uno de ellos – ¿Tú eres de primer curso?

Inocentemente, Aphrodite asintió con la cabeza:

- ¡NOVATO A LA VISTA! – gritaron al unísono y acto seguido, Aphrodite sintió como un puñado de harina lo dejaba teñido de blanco casi en su totalidad.

Entre carcajadas, los cuatro se marcharon de allí corriendo, dejando al chico de diecisiete años parpadeando ante la escena que acababa de vivir y sin haber tenido tiempo de cubrirse siquiera los ojos. El corazón de Piscis latía con fuerza ya que nunca jamás le habían agredido de aquella manera, estaba acostumbrado a ignorar las palabras porque ningún alumno había tenido valor de atacarlo físicamente de modo que aquello lo había tomado con la guardia baja. Ruborizado hasta más allá de las cejas, Aphrodite corrió hasta su habitación con el miedo de encontrarse a más energúmenos que quisieran gastarle una broma de mal gusto. Las novatadas eran una  tradición que algunos alumnos de origen español habían instaurado en la academia y consistía en gastarle bromas pesadas a los nuevos estudiantes, o al menos, eso era lo que había oído en el pasado. Le resultaba una costumbre horrible y ahora que la había probado, se daba cuenta que dicho calificativo se quedaba bastante corto. Una vez seguro en su habitación, se dirigió al baño y se quedó plantado observando su reflejo… La imagen no se parecía en nada a la glamurosa que había lucido por la mañana con la que estaba dispuesto a comerse el mundo; ahora estaba cubierto y manchado de harina por lo que le esperaba una larga noche de lavado para tener al día siguiente el uniforme impoluto. 

Eran las dos de la madrugada cuando su ropa estuvo perfecta de nuevo, de modo que Aphrodite se tumbó en la cama, agotado, había sido un día duro y ni siquiera había tenido ganas de cenar. Suspiró mientras cerraba los ojos, al día siguiente le tocaría salir del campus para hacer la compra y tener algo en el frigorífico; por fortuna, la habitación del bloque D era un sueño hecho realidad porque contaba con una absoluta intimidad, aún le producía escalofríos recordar que los bloques anteriores contaban con comedores para que los niños no tuvieran que cocinar y termas comunes para que se ayudaran entre ellos con el baño. Esa parte había sido una tortura pero con el nuevo curso, todo empezaba a quedar atrás.

Mañana será otro día.”