Por el honor de Atenea.

 

Shura y Aioros acordaron que hablarían las cosas más serias sobre Sira via cosmos y el resto, para que la niña los escuchara en voz alta. A pesar de su edad -6 o 7 años- Sira quiso ayudar a preparar la cena y aprendió rápidamente a comunicarse con Sagitario a través de gestos, Aioros era muy bueno así que incluso acabó por enseñarle nuevas palabras a base de pequeños juegos que los mantuvo ocupados hasta bastante tarde.

El reloj marcaba casi la una de la madrugada cuando Shura decidió que ya era hora de irse a dormir:

- ¿Y tú? ¿Dónde vas a dormir?  – preguntó la niña al ver que dormiría sola en una cama enorme, blanda y calentita.

- Yo dormiré con Aioros en el sofá. 

- ¿No es incómodo? 

"En peores sitios he dormido..."

- En absoluto, ya verás que buenas siestas puedes dar en él.

Obediente y con una sonrisa dibujada en su cara, Sira se metió corriendo en la cama y se tapó hasta parecer un rollito de primavera. El día había sido duro para todos pero debido a que los dos Caballeros de Oro tardaron segundos en dormirse, nadie descubrió que la pequeña se dejaba llevar por la pena de estar lejos de casa.

Bueno... si es que aquel lugar del que provenía podía llamarse así.

***

Los días fueron pasando y Saori no podía estar más contenta con la evolución de Sira en casa de Capricornio. La niña pronunciaba bastante bien las frases que más usaba, había conseguido entenderse con Bafi y Kiki así como con varios Caballeros de Oro que no tardaron en interesarse en ella y en apenas tres días, se mudaría definitivamente al Santuario para iniciar su entrenamiento como futura portadora de la armadura de Capricornio. De modo que… era hora de darle la conversación que a todo el mundo le conseguía poner los pelos de punta: Quién era Atenea, qué era el Santuario y quiénes eran los Caballeros de la orden de la diosa.

Shura fue el encargado de traducir las palabras de Saori, punto por punto y sin suavizar un solo contexto pues todos creyeron necesario que Sira continuara escuchando griego para no acostumbrarse al uso del cosmos. Shura también efectuó las preguntas de Sira con toda la seriedad que pudo aunque parecía que ella estaba más preocupada por no entender del todo la narrativa que los conceptos como “encender el cosmos” y "salvar la humanidad". 

Al final de la explicación, la imagen ilustrativa dejó cautivada a la niña: Seiya, Elyn, Marin y Jabu aparecieron portando sus respectivas armaduras, explicando uno a uno las diferencias entre ellos y el orden jerárquico en el que se encontraban. Al acabar la reunión, Sira estaba en éxtasis:

- ¡LA LECHE, SHURA! ¡SAORI ES UNA DIOSA! ¡Y YO SERÉ UNA DE SUS GUERRERAS!

Capricornio seguía sucumbiendo cada vez más a los encantos de Sira a pesar de que la semana había sido para él, había sido un largo camino cuesta arriba. La chica era activa como nadie, necesitaba correr, gritar, desfogarse y por eso, Shura no veía el momento de empezar a entrenarla para que descargara toda aquella energía. Por otro lado, también era traviesa, demasiado para él aunque Aioros decía que nada podía compararse con Aioria y Milo durante su infancia así que el español trataba enfocarse en sobrevivir a las jugarretas de Sira: había despertado con un bigote pintado en la cara, con todo el cuarto de baño puesto patas arriba, la chica había llegado a saltar sobre él pidiendo el desayuno… sin contar que la había descubierto rebuscando en su armario varias veces en busca de una camiseta de la que acabó por adueñarse:

Mola que te cagas.” Había dicho.

Esa noche, Sira trató de poner al tanto a Aioros sobre su conversación con Saori pero Sagitario no mostró el mismo entusiasmo que otras veces, a pesar de los gestos, entender las palabras de histeria de Sira era un caso perdido y al final, fue Shura el que le contó lo sucedido:

- Al menos se lo ha tomado bien…

Eso era cierto, aunque no sabían por cuánto tiempo.

***

Poco después de irse al dormitorio para dormir, Sira volvió a hacer acto de presencia en el salón; por fortuna para Shura y Aioros, la niña parecía un elefante en una cacharrería por lo que les resultaba sencillo poner distancia en sus arrumacos nocturnos antes de ver aparecer aquellos ojos cristalinos en mitad de la noche:

- Sira... ¿estás bien?

- ¿Y si no soy lo suficientemente buena…?

Aquellas rotas palabras tomaron a Capricornio desprevenido, necesitando un par de segundos para incorporarse en el sofá y acercar a la niña. Cuando Aioros encendió la luz, pudieron ver que Sira estaba a punto de echarse a llorar, como si algo en el dormitorio le hubiera destruido la ilusión:

- ¿A qué te refieres?

- A los Caballeros de Oro… ¿y si no soy tan buena como para proteger a Saori? Ellos son los más poderosos… ¡¿Y si yo no puedo serlo y Atenea se enfada conmigo y decide que regrese a casa?! ¡No quiero volver con ellos...! ¡Quiero estar contigo, Shura!

Y entonces, por primera vez, la niña estalló en llanto como si no hubiera llorado jamás.

Aioros pidió explicaciones via cosmos, ya que aunque había mejorado algo su español, entender a Sira cuando rompió a llorar fue bastante devastador. Shura se vio en la tesitura de calmar a la niña mientras su mente informaba a Sagitario del problema, Aioros sintió un flechazo de nostalgia pues aquella frase se la había preguntado Aioria cuando era pequeño, pero le resultó extraño que una niña tan activa como Sira tuviera aquel miedo más digno de la generación pasada en la que ser digno de la diosa, era una prioridad.

Por su parte, el español sabía que tenía que poner fin al llanto de la niña, no porque nadie los molestara sino porque escuchar a la pequeña llorar por no ser lo suficientemente buena le destrozaba el corazón, él había tenido ese miedo antaño y habría dado la vida por tener a alguien que le explicara que aún era demasiado pequeño para preocuparse de tales problemas. Mientras no portara la armadura dorada no tendría que demostrar su valía pero ¿Cómo explicárselo a Sira?

- ¿Sabes? Me has recordado a una guerrera que lloró lo mismo que tú antes de descubrir que tenía una gran fuerza escondida.

- ¿D-De verdad?

- Sí ¿conoces la historia de She-Ra, la mano derecha de Atenea?

- ¡No, no! ¡La quiero saber!

La niña negó enérgicamente con la cabeza y se limpió las lágrimas de los ojos mientras Capricornio la acomodaba en el sofá, entre él y Aioros, para que pudiera escuchar lo que se avecinaba en una posición cómoda. Sagitario había entendido un poco a su compañero y alzó una ceja sin creer lo que estaba a punto de ocurrir:

“Hace mucho tiempo, cuando todavía no había luz ni agua caliente en las casas, el Santuario recibió a un grupo de niños que habían perdido a sus padres. Entre ellos estaba She-Ra, una pequeña y asustadiza chiquilla que tenía miedo de todo lo que se movía pero que esperaba que al estar bajo la seguridad de Atenea, todos los males de su vida desaparecieran. A She-Ra la entrenaron durante mucho tiempo pero ella siempre pensaba que no valía para nada aunque ganaba todas las batallas y todas las noches, lloraba porque sentía que no era suficiente hasta que un día… ¡PLAS! Un sonido la despertó. Al levantarse de la cama, vio como varias personas se marchaban del Santuario así que… como eso era muy extraño decidió seguirlas.”

- Shura, la historia no es…

- ¡¡Shhhh!! No interrumpas, Aioros – dijo la niña, interesadísima en aquel relato.

“Llegaron al bosque, todo estaba oscuro, y los sonidos de los monstruos de debajo de la cama se hacían cada vez más fuertes pero She-Ra no tenía miedo de ellos porque ¡ella era una Caballero de Atenea! Continuó su camino hasta que una voz la sobre saltó… ¡Se trataba de la Diosa y estaba pidiendo ayuda! ¡Aquellas personas que habían salido del Santuario habían secuestrado a Atenea y se la llevaban para hacer una sopa con ella!”

- Si Saori te escuchase…

- ¡¡¡SSHHHH!!! – exclamó Sira, muy pendiente de la historia.

“She-Ra corrió a salvar a su diosa empleando todos los movimientos que había aprendido pero las patadas que abrían la tierra y los sus puños desgarraran el cielo no eran suficiente, no… ella necesitaba mucho más para salvar a la persona que le había salvado la vida al acogerla en el Santuario… ¡Debía luchar, encender el cosmos de su interior! Así que estiró la mano hacia arriba, sintiendo como esta podía sentirse igual que una espada! Y entones gritó con toda la fuerza de sus pulmones: ¡¡POR EL HONOR DE ATENEA!!”

- “Por el honor de Grayskull”  – murmuró Aioros pero nadie le hizo ni caso.

“La armadura de Capricornio apareció de repente y se colocó sobre She-Ra, protegiéndola de los golpes de sus enemigos” continuó diciendo el español, metido totalmente en la historia que se acababa de inventar y que mantenía absorta a la pequeña aprendiz “¡Zas! ¡Zas! En un santiamén She-Ra había rescatado a la diosa Atenea y la llevaba en brazos al Santuario. ¡Había ganado la batalla y había cumplido su misión! Porque sí que era digna de ella y de la armadura que la había elegido.”

- ¡Siii, muy bien! ¡¡Por el honor de Atenea!! ¡Zas, zas! – exclamó Sira  ¡She-Ra ganó a los malos!

- ¡Exacto! ¡She-Ra ganó a los malos! Dime, pequeña ¿Tú vas a ser como She-Ra?

- ¡¡Siiii!! ¡¡Yo la salvaré!! ¡¡Por el honor de Atenea!! – la niña imitó a Shura, con un movimiento digno de invocar la Excalibur y golpeó a Aioros – ¡Tú eres un malo, Aioros, y Shura, tú eres Atenea! ¡Yo te salvaré!

Por un segundo, el español tuvo miedo de verla mover su brazo como si cargara con la Excalibur y que realmente consiguiera invocarla pero el cosmos de Sira aún no había despertado así que se conformó con haberla hecho olvidar el mal rato y disfrutó de ejercer por unos momentos de la diosa Atenea (deseando que Saori jamás se enterase de tal blasfemia) y de cómo interactuaban Aioros y la pequeña; no se sentía padre, más bien era como vivir desde una perspectiva más adulta la infancia en la que él y Sagitario cuidaban de un jovencísimo Aioria:

- Oye, Sira… ¿Sabes que She-Ra también tenía un gato?  – rió Aioros mirando al español.

- ¿Eh? ¿¡De verdad!?

- Se llamaba Catra.

- ¡Quiero tener un gato que se llame Catra!

- No tendremos nunca ningún…

- ¡CATRA! ¡CATRA! ¡CATRA! – vitorearon al unísimo Aioros y Sira, mirando a Shura, sabiendo que al final, si que tendrían una mascota que respondería a dicho nombre.

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