La gota que colmó el vaso.

 

- ¡LA MADRE QUE ME PARIÓ, SIRA! ¿¡QUÉ HAS HECHO!?

Aioros sonrió desde la cama, se desperezó y se puso en pie camino del escritorio, abrió el cajón y sacó una pequeña libreta:

Travesura Nº 25”

- ¿Qué ha pasado, Shura? – gritó, esperando la respuesta para apuntarla en la lista que llevaba escribiendo desde que la pequeña capricornio llegó al Santuario.

- ¡ME HA PINTADO CON ROTULADOR LA ARMADURA DE ORO! ¡MÍRAME!

El español entró en el dormitorio donde Aioros se encontraba, ataviado con su cloth dorada y un enorme mensaje en el pecho escrito en griego que ponía: Shura es el mejor:

- ¿¡DE DONDE SACA ESTA NIÑA LOS ROTULADORES!?

- ¿Cómo puedes enfadarte con ella después de leer eso?

- Aioros, no te pongas de su parte por lo que más quieras… Además ¿Dónde está? Ni siquiera la escucho reírse.

- En el patio trasero, aunque puede que se haya escondido después del jaleo que acabas de montar.

Capricornio salió en pos de su aprendiza dejando atrás al defensor de la chiquilla. Sagitario apuntó los datos que había conseguido, desde que se habían mudado al templo de Capricornio con Shura, Sira y Catra (porque al final, el español no había podido evitar el adoptar un gato) la diversión se había acomodado entre ellos, aunque en realidad… parecía que solamente la niña y él disfrutaban de ella. 

Por su parte, Shura estaba a punto de perder los nervios:

- ¡NO, SIRA!

La voz del español se calló un segundo para justo después, soltar un “me cago en la madre que me…”

Cuando Sagitario acudió en su ayuda, un torrente de energía lo detuvo en seco mientras las carcajadas de Sira y Bafi inundaban el interior del templo. Los niños salieron corriendo, esquivando todo tipo de obstáculos mientras el cosmos de Shura parecía descontrolarse. Aioros salió al patio a toda velocidad un tanto preocupado y se topó con el español de espaldas a él, quieto como una estatua, dejando tan solo que la pechera de la armadura subiera y bajara al compás de su acelerada respiración. Estaba empapado:

- ¿T-Te… ha lanzado… un globo de agua?

- A tomar por culo, Aioros ¡esa niña me tiene hasta los cojones!

- Eh, eh, calma. Habla bien, no he entendido todo lo que has dicho.

***

Travesura Nº 54: Alguien ha intercambiado el menú de Shura por la comida de Catra.

Ese alguien es Sira. Pero también había metido en la mochila una manzana con una nota “Esto es para Milo.”

Aquella había sido divertida al principio pero Sagitario se vio en la obligación de sentar a la niña en el salón y echarle una buena regañina porque sus hazañas estaban empezando a mosquear a demasiada gente. Concretamente, por culpa de aquel cambio de menú, la misión a la que partieron Capricornio, Escorpio y Géminis había estado a punto de fracasar y acabar metidos en un buen lío. Para colmo, Kanon había tenido que acudir al templo para buscar la verdadera mochila que les daría la victoria y su cara no indicaba que tuviera ganas de hacer nuevos amigos.

Sira se mostraba ansiosa, realmente era una niña con mucha energía que parecía que jamás se cansaba. Daba igual cuanto entrenamiento tuviera al día, ella siempre quería corretear por el Santuario acompañada de Bafi ya que gracias a la comunicación via cosmos, los dos pequeños habían conseguido entenderse y llevarse muy biein –para desgracia de sus respectivos Maestros–:

- ¿Qué ocurre, Aioros?

- Te has metido en un buen lío, señorita. Y vengo a regañarte antes de que lo haga Saori. – Al mencionar el nombre de la diosa, Sira se quedó extremadamente seria – Es hora de terminar con este comportamiento.

- Pero… ¿qué hice?

Sagitario dejó sobre la mesa la bolsa que Kanon le había dado, con el tupper que contenía la comida de Catra y la manzana para Milo:

- Esto ha causado muchos problemas, Sira. No puedes cambiarle las cosas a Shura antes de una misión, la otra mochila era de vital importancia, no era una comida cualquiera. Como futura Caballero de Capricornio tienes que empezar a entender que esto no es un juego y que, cuando se trata de las misiones… incluso puede peligrar la vida.

- L-Lo siento…

- Y no solo eso, tampoco puedes decorarle la armadura, ni pintarle la cara o lanzarle globos de agua a traición… Shura es tu maestro y tienes que respetarlo, sobre todo aquí. – Conforme Aioros hablaba, la cara de la niña se iba ensombreciendo y agachando poco a poco – Necesito que prometas que no volverás a portarte mal.

Sira asintió levemente, mirando al suelo para ocultarse tras su flequillo:

- Promételo, Sira.

- L-Lo prometo… Aioros…

Esa noche, Sira se encerró en su habitación después de cenar sumida en un completo silencio, apenas quiso comer nada pero Sagitario solo necesitó una mirada para hacer que se terminara el plato aunque fuera con toda la desgana del universo. Parecía que sus palabras finalmente habían calado en la niña aunque también habían acabado con su humor dicharachero e inquieto.

***

El reloj marcaba las cuatro de la madrugada cuando Shura entró por fin en el templo de Capricornio tras tres días de ausencia y una trastada que casi les cuesta el honor y la misión encomendada por Atenea. Confiaba en que Aioros hubiera puesto orden en su lugar de modo que, se había prometido a sí mismo no tratar de mala manera a Sira cuando se vieran, le sería algo difícil pero en el fondo, entendía que la niña era así y esperaba que con el tiempo, comprendiera la gravedad de su destino.

Shura caminó a oscuras por los pasillos que lo llevaban a su hogar dentro de la décima casa, llegó a la puerta de madera y movió el picaporte suavemente para no despertar a nadie pero Sagitario lo esperaba despierto, era una costumbre que quería empezar a desarrollar así que el español lo agradeció. Hablaron en voz baja sobre la situación de la pequeña mientras tomaban una taza de té y al cabo de unos minutos, ambos decidieron marcharse a la cama y hablar con ella de nuevo al día siguiente después de haber visto lo triste que se había quedado al ser regañada pues desde entonces, su buen humor había desaparecido por completo. 

No obstante, su sorpresa llegó cuando la puerta del cuarto de Sira se abrió y la niña apareció en la penumbra con una mochila entre los brazos. Los dos se miraron un instante pero la chiquilla sucumbió enseguida al pánico y se encerró de nuevo en su cuarto. Un pensamiento cruzó la mente de Shura por lo que, con cierto nerviosismo, entró en el dormitorio de Sira:

- S-Sira… ¿qué es eso? – acto seguido, Capricornio identificó la mochila que todavía sostenía la niña.

- Tenía muchas vitaminas…

- ¿Eh?

- La comida de Catra… tenía muchas vitaminas, lo leí en el paquete… Y la manzana, Milo no se la comió… ¿Es porque me odia?

De repente, ambos entendieron lo que Sira intentaba decirles y un pedacito de su corazón pareció resquebrajarse: El contenido de la comida que Shura y los demás debían llevar a la misión no tenía muy buena pinta, pero era la necesaria; Sira había interpretado que aquello no les ayudaría para alimentarse durante tres días así que marchó a por la comida de Catra, que parecía darle fuerzas para toda una jornada, y añadió la manzana para Milo porque sabía que era su postre favorito. Precisamente aquel gesto, no había sido ninguna jugarreta sino más bien una forma -errónea- de ayudar:

- Por el amor de Atenea… – suspiró Shura, arrodillándose para ponerse a la altura de Sira – Nadie te odia, pequeña. Ven aquí.

Apenas pudo cogerla, Capricornio la abrazó con todas sus fuerzas mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas. La niña también empezó a sollozar, mucho más silenciosamente que la anterior ocasión, martirizándose por haber enfadado a tanta gente por su cambio de menú:

- Lo siento, Shura… le prometí a Aioros no volver a portarme mal... Por favor, quiero quedarme con vosotros... no quiero volver a casa...

-Eh, eh... tranquila, nadie va a devolverte a tu casa. La promesa que le hiciste a Aioros  está muy bien. Cálmate ¿vale?

- ¿D-De verdad...? ¿Nadie me odia?

- En absoluto, Sira... Mira, te traje un regalo.

Aioros no podía creerlo, Capricornio se sacó del bolsillo del pantalón un grueso rotulador de color negro. Era algo sencillo, simple, pero bastó para iluminar la cara de la niña. Shura destapó su curioso regalo y pintó sobre la cara de Sira el característico bigote con el que se levantaba casi todos los días:

- Me alegra volverte a ver, te echaba de menos, Sira.

- Yo también, Shura.

Acto seguido, la niña agarró el rotulador y le dibujó a su cuidador otro bigote, aquella vez era especial así que cuando terminó su hazaña… se giró hacia Aioros y después, clavó sus ojos en el español, esperando su aprobación para culminar su travesura Nº 55.

***

La pierna de Shura se movía con nerviosismo en la sala de espera del hospital. Su puño cerrado también pero debido a la tensión, se movía mucho menos que su otra extremidad. El español esperaba a que Mu o Elyn aparecieran para informarlo después de decirle apenas una hora antes que Sira tenía que ser operada de urgencia por la fractura de tres costillas. 

Tres costillas.

¿Qué demonios había pasado para que semejante golpe hubiera llevado a la niña al hospital? ¿Es que acaso Elyn no sabía controlar la fuerza que debía emplear con los chiquillos? 

La pareja apareció entonces, acompañada de Shun y sus rostros se mostraban extremadamente preocupados. Los tres se acercaron a Capricornio y aguardaron a que fuera el Caballero de Virgo el que hablase: 

- Ella está bien, no tienes que preocuparte Shura. 

- ¿Podéis decirme qué ha pasado para que acabe aquí? Joder, no me preocupéis tan pronto, apenas lleva dos días entrenando seriamente. 

- Y gracias a eso hemos descubierto... ciertas cosas sobre ella. – Apuntó Mu, aquel que la había tele transportado al hospital. 

- ¿Qué quieres decir?

- Sira ya traía la fractura de casa– Dijo Shun – Lo que hoy sucedió solo nos abrió las puertas. 

- ¿Qué quieres decir? ¡Menos andar por las ramas y más decir lo que pasa, maldita sea! 

- A Sira la maltrataban, Shura. Eso pasa. – Aclaró Elyn, por fin. – Esas fracturas estaban ahí y habían mal sanado porque ni siquiera la llevaron al hospital después de darle una paliza. 

"... Quiero quedarme con vosotros... no quiero volver a casa..." "...y Atenea se enfada conmigo y decide que regrese a casa?! ¡No quiero volver con ellos...!"

El estómago se le revolvió ante las declaraciones de Elyn y Shun mientras su mente imaginaba la escena en la que alguien se enzarzara con la niña a golpes... Sira apenas medía 110cm y pesaba escasamente 15kg... ¿Cómo podía alguien...?

- ¿Quién la...? 

- Sus padres, Shura. Vigilé a Sira por unos pocos días antes de acercarme a ella, se pasaba las horas en el parque, sola o acompañada, lloviera o no, nunca parecía volver a su casa y cuando lo hacía por las noches, los gritos inundaban el edificio. – Relató Elyn, muy seria – Al parecer, sus padres odiaban sus ojos por algún motivo y eso bastaba para agredirla. El día que decidí que era hora de traerla... me dijo que se había caído por las escaleras pero en realidad...

- La habían tirado ¿verdad? 

- No necesitaba un master para saberlo pero pensé que ella estaría mejor sin decirle a nadie lo que ocurría, a fin de cuentas cuando llegaba al parque no hacía otra cosa que jugar y reír, como si con ello se olvidara del infierno que vivía. 

- Y yo que pensaba que la habíamos traído al peor sitio del mundo. 

- Es posible, pero al menos aquí cuando la golpean sabe que no lo hacen con saña, con rabia, y al menos tiene un motivo para seguir viviendo. – Elyn suspiró y se sentó en los asientos del hospital de la organización Graas – Me sorprende pero... si los siguientes Caballeros de Oro tienen ese pasado, creo que deberíamos empezar a traerlos ya. Literalmente, hemos salvado la vida de Sira y Bafi. 

Shura asintió, recordando que el pequeño sucesor de Piscis había sido encontrado en un burdel, exclavizado desde que apenas tenía un par de años; nadie había querido preguntar sobre qué tipo de vida llevaba allí porque era mejor no hurgar en la historia. Sin embargo, una cosa era no querer saber y otra muy distinta, enterarse de la crueldad de los progenitores de Sira. 

Esa noche, Shura habló con Kanon:

- Tienes solo quince minutos. – le dijo el gemelo. 

- Suficientes. 

Y por primera vez en su vida, Shura cruzó el portal que Kanon abrió hacia españa. De noche y en un callejón, se encargó de que solo tres costillas fueran lo que quedara intacto en el cuerpo del hombre al que asaltó. 

[ Siguiente capítulo ]