Seiran parpadeó varias veces tras escuchar la respuesta que le daba
aquel hombre que había aparecido de repente. Quiso decir algo pero su voz se
había acallado por completo, siendo incapaz de pronunciar una sola palabra de modo
que se bajó del borde de la fuente, lentamente y sin dejar de mirar a Seiya a los ojos, esperando que con dicho gesto su voz pudiera regresar:
-
Vaya… Eres el primero que se queda mudo al escuchar mi nombre. – rió Sagitario
porque él, a diferencia del joven, no podía quedarse callado en los momentos de
mayor tensión.
Pero
aún con aquella pequeña broma, Seiran no pudo articular palabra; seguía mirando
al caballero con el que tantas veces había soñado conocer clavando sus ojos
azules en él, los mismos ojos que Seiya reconoció en seguida como los de Saori
Kido, la que sería… con total seguridad, la madre del chico:
-
Venga, hombre, no te quedes tan callado…
-
Tú… ¿Tú eres…mi…? Lo dices en serio… ¿no?
-
¿Qué te dice tu corazón al respecto? – Seiya se mordió el labio inferior, desvió la
mirada un segundo y sonrió incrédulo ante la situación – Cuando volví al Santuario pensé que la idea de ser padre se había perdido para siempre. Me alegro mucho de conocerte... Seiran.
Como
si todas las emociones del mundo se concentraran en un solo punto, el chico
empezó a llorar desconsoladamente y tras un momento de duda, Seiya se puso en pie y se acercó a él lo suficiente como para poder abrazarlo. Acto seguido, el muchacho se
aferró a su cintura y sus lágrimas quedaron acalladas en la elegante chaqueta
que Sagitario vestía. Seiran debía medir lo mismo que Koga y por sus recuerdos
y los últimos acontecimientos antes de la llegada de Marte a La Tierra, también debía compartir la misma edad; ahora
todo cobraba sentido para el guerrero más leal de Atenea pues él siempre habría
creído que Koga era el hijo que tanto esperaba junto a Saori… pero Marte había
aparecido en el peor momento y cuando el actual caballero de Pegaso se puso
frente a él, no se sentía como un hijo, no se sentía de la misma forma que
Seiran…
Seiran*.
Quien fuera que escogiera aquel nombre había dado en el clavo.
***
Elyn, que observó la escena desde la lejanía, limpió una lágrima que cayó de sus ojos. Ella había sido la salvadora del chico en la batalla contra Marte donde el joven “nació”. Ella había sido la persona que había cargado con el bebé lejos del campo de batalla hasta encontrar a la hermana de Sagitario quien junto a Marin de águila, se marcharon de Grecia hasta que las cosas se calmaron, manteniendo la identidad de Seiran en un absoluto secreto. De hecho, jamás habían informado a Saori de que su verdadero hijo estaba vivo pues juntas decidieron que la mejor opción para todos era apartar por completo al chico de cualquier conexión con el Santuario y que todos creyeran que el hijo de la diosa… era el bebé que había emergido del estallido de luz por el choque de cosmos. La realidad tampoco se alejaba mucho de aquella historia: Seiran era el que realmente había nacido de aquel choque de cosmos pero al haber sido tocado por las manos de un mortal como, sus poderes de dios se habían materializado y dividido en dos, creando con ello los cuerpos de Koga y Aria. Por fortuna, y sin saber muy bien cómo, nadie había reparado en cómo Piscis Australis se había alejado del lugar cargado con un bebé pero gracias a tal hazaña, nadie había ido en busca del auténtico hijo de Atenea.
***
En el camino hacia el Santuario, Elyn le explicó a Seiya que su hermana había deseado siempre que el encuentro entre padre e hijo fuera algo reservado y viviendo en el Santuario habría resultado muy sospechoso apartar al valiente Sagitario del resto para algo así de modo que por eso habían aprovechado la fiesta del Templo del Patriarca para que se conocieran de una forma más privada. No obstante, ahora era el turno de Saori así que también aprovecharían dicha fiesta para presentar a Seiran en sociedad.
Mientras los dos adultos caminaban, el chico se aferraba a
la mano de su padre con fuerza y no apartaba la mirada de él, era como si
caminase al lado de magnánima presencia y cada cosa que el caballero decía o hacía
pasaba a ser un gesto de lo más especial. Al menos, así fue hasta que la
inmensidad del Santuario encandiló a Seiran, él jamás había pisado aquel lugar
aunque el hecho de vivir los últimos meses en Rodorio había tentado mucho la
suerte de aquel joven aventurero. Sus ojos fueron reconociendo rápidamente los
lugares que tiempo atrás, su tía Seika le había estado narrando junto a las
hazañas de su padre: la entrada al Santuario, la plaza central desde donde se
podía ver medio mundo, el Coliseo… O el larguísimo camino de las doce casas con sus respectivos templos enmarcados por los signos zodiacales:
-
Papá… ¿Sabes que mi signo también es Sagitario?
-
Espero que no quieras que sea él quien te enseñe a tirar con el arco. – rió
Elyn.
-
Por supuesto que sí ¡quiero que él me enseñe a ser un Caballero de Atenea!
Sus carcajadas iluminaron la noche, Seiya se encontraba pletórico ante la idea de ser no solo padre, sino mentor de su propio retoño. Su corazón palpitaba de emoción ¿Cómo sería el auténtico carácter de Seiran? ¿Qué cosas tendrían en común y sobre qué discutirían? Había tantas incógnitas que debía descubrir que pasar la noche en una fiesta aristocrática era lo último que le apetecía pero también ansiaba con todas sus fuerzas ver la reacción de Saori al conocer a su hijo.
Los
últimos peldaños abrieron el camino hacia el magnífico Templo del Patriarca del
cual ya emergía música y las voces de la gente disfrutando en su interior.
Seiya y Elyn se miraron, nerviosos por lo que se avecinaba pero ver al joven
Seiran maravillado por lo que estaba sucediendo sintieron un fuerte empujón para continuar pues en el fondo, no les quedaba más remedio que seguir hacia delante y aceptar con todas
las consecuencias lo que implicaba mostrar en sociedad al hijo de la diosa Atenea.
Así que los
tres entraron al salón tratando de esconder lo máximo posible al muchacho que,
tímido como todos los chicos que no estaban acostumbrados a la multitud, se
aferró todo lo que pudo a la espalda de su padre. No mucha gente reparó en
ellos, al fin y al cabo todos sabían que los dos retrasados tenían otras personas
que saludar antes que a los demás así que los dejaron moverse libremente por el
inmenso salón para que, conforme la noche fuera avanzando, pudieran acercarse a
todos los invitados a la fiesta…
Todos les dejaron en paz menos una, cuya curiosidad fue más allá de la mera observación:
-
Elyn de Piscis Australis y Seiya de Sagitario… Decidme ¿Qué pequeño invitado escondéis con tanto cuidado esta
noche? – dijo Nekyia con suma delicadeza y veneno en su voz apareciendo de la nada.
Veloz
como tan solo Hades sabía moverse, la bella dama se deslizó hasta dar con una
de las manos y el rostro del joven acompañante que se ocultaba tras Sagitario:
-
¡Oh!… – exclamó eufórica, mordiéndose el labio inferior – ¡Osado valor el vuestro,
guerreros de Atenea! ¡Os habéis atrevido a dar el mayor paso contra los dioses
del Olimpo! ¡jajajajajaj!
Un leve tirón bastó para separar a Seiran de su padre y para cuando todos quisieron darse cuenta, los ojos de Hades ya se clavaban en los del joven que por un instante, dejó de respirar de puro terror:
-
¿Qué es lo que está ocurriendo? – quiso saber Saori.
Sus
palabras bastaron para abrir un camino que dejó ante sus ojos la imagen de
Nekyia en cuyos brazos se enredaba un chico que nadie parecía reconocer, ni
siquiera ella misma, pero la tensión a su alrededor aumentaba por segundos así
que su mirada bastó para que la diosa del Inframundo explicara la situación:
- De todas las estrategias que existen en el mundo, jamás pensé que pudieras
llegar tan lejos Atenea… Esto… ¡esto supone una declaración de guerra como
ninguna otra, querida!
-
¿De qué estás hablando…?
-
¡UN HIJO! ¡UN DESCENDIENTE DE TU PROPIA SANGRE QUE CAMBIA POR COMPLETO LA HISTORIA DE DE LA
DIOSA DE LA GUERRA! ¡AJAJAJAJAJA! ¿Sabes
lo que esto significa? Ah~ Claro que lo sabes, Atenea… Es imposible que hayas
olvidado lo que significa algo como esto.
-
¡Silencio! – Intervino Shion, alterado – ¡Deja de afirmar semejante blasfemia,
Hades!
-
Ah~ Tranquilízate, Shion~ tan solo, míralo – Nekyia deslizó entre sus dedos a Seiran y lo expuso ante
todos los presentes, solo, como una diana a la que todos debían admirar – Si
hasta posee los ojos de su madre… ¡Es un semi dios! ¡La mayor ofensa contra los
dioses del monte Olimpo presente aquí, en el Santuario! ¡ajajajajajaja!
-
¡No lo menciones más! ¡Atenea, por vuestra gloria, decidle que esto no es
verdad!
-
Es verdad, Shion. – Sentenció Saori tras unos segundos pero algo en su mirar hizo que el propio
Seiran diera un paso atrás, intimidado por la energía cambiante de la diosa – Pero te pido por favor, joven semi dios, que
abandones este sitio y vuelvas a casa.
Las
palabras de la divina mujer impactaron en todos los presentes aunque por diferentes motivos en cada uno de ellos: Seiran, Seiya y Elyn se quedaron sin
respiración al oír a Saori mientras que Shion aún necesitaba más tiempo para asimilar la
afirmación de su diosa; por otro lado, el resto se debatía entre ambas ideas sin saber muy
bien en qué bando de la historia
posicionarse:
-
Saori…
- Silencio, Sagitario. – Cortó Atenea – No es Saori quien habla en esta ocasión sino la mismísima Atenea. Ya basta de provocaciones a los dioses; vosotros, mis Caballeros, no podéis soportar un enfrentamiento directo contra el Olimpo. Hemos pasado por demasiadas batallas en los últimos años así que permitiré que las vidas de la humanidad que tanto nos ha costado proteger vuelvan a ponerse en peligro una vez más.
La gélida voz de la diosa se acalló unos segundos. Pensativa, Atenea analizó que durante toda la generación actual jamás había visto la necesidad de intervenir por Saori u otro de sus recipientes pero ahora la situación se tornaba especialmente peligrosa y los humanos contaban con demasiadas debilidades como para hacer frente a las consecuencias que estaban por venir
- Créeme cuando digo que lamento mucho que tengas que oír esto, joven semi dios, pero es lo mejor para todos. De nuevo te pido, por favor, que regreses a tu hogar y te olvides de tu vínculo con el Santuario.
*Seiran, usando el mismo kanji de “sei” de Seiya significa: tormenta de estrellas.