Desde aquel día, Shion no tuvo valor de volver a interactuar con Bafi y la supuesta amarga sensación que se apoderó del Santuario el día en que su cofre se abrió, se asentó en el corazón del muviano. Mu y Kiki fueron testigos de cómo el más anciano de ellos –espiritualmente hablando– se fue apagando con el paso de los días y tal fue su preocupación, que el Caballero de Aries se vio obligado a exponer el problema de manera personal a Atenea:
- Entiendo que no sepáis qué
hacer con él, mi señora… pero tampoco sé a quién recurrir; de repente, su personalidad ha
cambiado.
- ¿Desde cuándo lo notas
así, Mu?
- Hará un par de semanas por lo que descarto por completo la posibilidad de un resfriado o que esté enfermo, creo que tiene que ver con la llegada del pequeño Bafi.
- Entiendo – Saori se quedó
un momento pensativa y después, clavó su mirada en el joven caballero – Habla con Dohko.
Él es quien mejor conoce a Shion, seguramente él sabrá decirte mejor que yo.
***
Lo único que Shion mantuvo en su rutina tras la vuelta a la vida fueron los largos paseos antes del atardecer alrededor del Santuario. Sesenta minutos al día que dejaba para despejar su mente del ajetreo de la jornada o de las preocupaciones de su corazón y que, gracias a ello, aún no había considerado seriamente la idea de desaparecer del sagrado lugar. Él ya no tenía nada más que enseñar, los nuevos guerreros habían demostrado estar a la altura de las circunstancias sin su ayuda por lo que permanecer allí… era un sin sentido pero ¿a dónde ir? Jamir se le antojaba desconocido, el mundo real demasiado complicado y el Santuario… había empezado a recordarle cosas que consideraba enterradas en lo más profundo de su ser.
"Quizá Rodorio fuera la mejor opción después de todo." Pensó con cierta amargura.
- ¡NO, DÉJAME! – escuchó de pronto.
- ¡Vamos, Bafi! Tengo que
llevarte a la enfermería.
- ¡NO, NO ME TOQUES, DÉJAME!
Los ojos del muviano se movieron en
dirección al alboroto: la parte baja del coliseo donde algunos aprendices
comenzaban sus entrenamientos como Caballeros. Allí descubrió a Elyn,
arrinconando a un histérico Bafi que insistía en mantenerla a cierta distancia:
- ¡Aléjate, por favor, no me toques!
Aquellas palabras se
clavaron en su corazón y la cara descompuesta del pequeño le revolvió el
estómago. La historia se repetía una vez más.
***
Elyn no sabía qué hacer. En
una pérdida de equilibrio, Bafi había caído al suelo con tan mala suerte de
haber apoyado la mano derecha en una piedra y esta, al ceder bajo el peso del
niño, había rasgado la palma de su mano haciéndolo sangrar abundantemente. Su
primer instinto fue cogerlo en brazos y correr en busca de Shun ya que el
Caballero de Virgo demostró tener muy buena mano para curar a los heridos pero
aquel gesto quedó en un simple intento pues Bafi, antes de sentir sus manos cerca de
él, había decidido alejarse y entrar en pánico ante la idea de ser tocado. La
joven trató de hacerlo entrar en razón pero cuanto más se acercaba, más se
mantenía el chico en su postura de marcar distancias y la herida, cada vez sangraba con
mayor intensidad:
- No tenemos tiempo para esto.
– zanjó, decidida a coger al niño por la fuerza.
- ¡NO! ¡NO ME TOQUES, ALÉJATE
DE MÍ!
Piscis Australis ignoró
aquella advertencia y caminó hasta el chiquillo con decisión aprovechando que
una pared le había cortado la retirada. Sin previo aviso, el cuerpo de Shion se
materializó entre ambos:
- Déjale.
- ¡Pero está sangrando!
- Lo sé, Australis pero déjale.
Elyn afiló su mirada en un
claro desafío ante el antiguo Patriarca, era cierto que Shion ya no era el que
gobernaba el Santuario pero Saori le había otorgado un título honorario que le
permitía actuar y recibir casi el mismo trato que Saga, de modo que la Caballero acabó por admitir que no podía
contrariarlo. Inspirando con resignación, ella dio un paso atrás.
Por su parte, Shion se dio
la vuelta para mirar a Bafi: el niño se sostenía la mano herida y trataba de
alejarla lo máximo posible de los dos adultos. Estaba temblando pero quizá se
debiera al miedo que lo recorría y no al dolor:
- Hay que curar eso. –
le dijo con toda la dulzura que pudo reunir.
- ¡Lo sé! Pero ¡yo lo curaré! Solo yo
puedo hacerlo. Es solo un arañazo... – El niño sabía que no podía ir en contra de ciertas personas
pero su instinto no estaba dispuesto a permitir que nadie lo tocara – Es peligroso, ¡solo
yo me puedo curar las heridas! ¡Tiene que hablar con Sao…¡Con la señora Atenea! ¡Ella sabe que...!
- ¡Ya basta, Albafica! – exclamó Shion perdiendo la paciencia. El pequeño cerró los ojos, temiendo un golpe, mientras escondía su herida mucho más; dicho gesto destruyó el corazón de Shion pero le había resultado imposible frenar aquel impulso que tanto le había recordado al Caballero de Piscis de su generación. Finalmente, suspiró antes de volver a hablar – Tu sangre es venenosa ¿verdad?
- ¿Qué...?
Bafi quedó petrificado pues en realidad, él no estaba seguro de lo que ocurría exactamente con su sangre. Lo único que sabía era que cada vez que alguien había tratado de curarlo, había muerto sin remedio. Solo una persona en el pasado, de cara y edad difuminada lo había advertido del peligro, haciendo que su consejo quedase grabado a fuego en el corazón del niño: “No debes dejar que nadie toque tu sangre, pequeño...Si alguien lo descubre, querrá investigarlo y serás un conejillo de indias que jamás verá la luz del sol.”
- Por favor, aunque sea por
esta vez… Déjame ayudarte, Albafica.
- E-Está bien… – susurró el
niño, dando un paso al frente.
Cuando el niño estuvo lo
suficientemente cerca, Shion tocó el hombro izquierdo del chiquillo y se
transportó allá donde sabía que se encontraba la persona que mejor podría
entender al pequeño de siete años.
***
- Guantes. Mascarilla.
Algodón… – enumeró Tara* – Todo lo necesario para no tocar ni inspirar tu sangre ¿te parece
bien?
El niño asintió aunque algo
desconfiado todavía. La mujer lo acomodó en una silla y posó la mano herida en una pequeña camilla portátil donde pudo sanarla sin demasiado problema:
- Vaya, vaya… Para ser tan
pequeño soportas muy bien el dolor. – Bafi sonrió, orgulloso y agradecido el cumplido – A
ver ¿Qué es lo que le ocurre a tu sangre? ¿Por qué no te pueden curar los
demás?
- Ellos… se mueren.
Tara se detuvo en seco,
aunque ya sospechaba el motivo por el que Shion había decidido llevar al niño a
su casa, escuchar tal declaración de manera tajante y directa la tomó por
sorpresa:
- Vaya, ahora comprendo por qué tanto alboroto ¿Y por qué se mueren?
- Él lo sabe. – Confesó Bafi mirando al muviano que se encontraba apoyado en el marco de la puerta – Y-Yo… solo sé que se mueren si la tocan.
Tara miró al antiguo
Patriarca, descubriendo que las palabras del pequeño lo habían pillado con la guardia baja:
- La sangre de Piscis ha
sido venenosa desde la Era del Mito. Afrodita es el único que no lo ha sido por lo que pensé que la maldición había desaparecido.
- No es una maldición, es un mecanismo de defensa que genera su propio cuerpo para poder sobrevivir a las rosas venenosas. – Explicó Tara – Que Afrodita no cumpliera ese requisito es porque no "nació" entre ellas.
La voz de la mujer era suave, tanto que aquella explicación fascinó a Bafi en lugar de asustarlo. Recibir un poco de luz sobre su situación le alivió el miedo que sentía. Así que solo era eso... Bueno, la solución era simple, con seguir evitando que tocaran su sangre era suficiente para no matar a nadie:
- Pero me sorprende ver que la historia se
repite ¿Cómo es posible?
- Tengo una teoría.
- ¿Qué historia? – preguntó Bafi.
- No tiene importancia, pequeño, dejémoslo entonces para otro momento, tenemos que curar a esto cuanto antes. – Sonrió Tara volviendo
su atención al niño que los observaba – Listo, Bafi. Espero que la próxima vez
no tardes tanto en venir, recuerda que yo puedo curarte sin problemas, soy una enfermera
especial.
- ¡Sí! Gracias. ¡Lo tendré en cuenta!
El chico se bajó de la silla
y caminó hacia Shion, en el trayecto, ambos muvianos se miraron un instante,
sabiendo que más adelante tendrían una seria conversación al respecto.
***
Aries transportó al niño al
templo de Piscis, ahora que estaba curado podría seguir la vida con normalidad
y él, tan solo esperaba no volver a cruzar una palabra con él hasta que pudiera
ayudarlo de verdad. No quería exponerse a sufrir de nuevo después de saber que
volvería a experimentar el mismo rechazo que en el pasado:
- Es casi la hora de cenar,
ve dentro y no preocupes a Afrodita. Yo hablaré con Elyn.
Ambos volvieron a mirarse a los ojos por unos segundos, entablando una conexión que solo ellos parecieron entender. El corazón de Shion se aceleró, como todas las veces que tiempo atrás había atravesado el duodécimo Templo en busca del Caballero de Piscis cuando era más joven. De repente, Bafi alzó los brazos y Shion sintió un escalofrió que lo dejó sin respiración. Las manos del niño se abrieron y cerraron al unísono, instándolo a bajar mientras una sonrisa se dibujaba en la cara del pequeño. Él se arrodilló, sin pestañear siquiera y entonces, los brazos de Bafi se aferraron a su cuello:
- Gracias por ayudarme, señor Shion.
Las lágrimas brotaron de la
mirada del muviano.
Aquellas palabras calaron en
lo más profundo de su ser. Era su voz, su educada forma al hablar. Entregándole lo único
que había necesitado en el pasado para sentirse repleto de felicidad.
Mordiéndose el labio inferior, Shion le devolvió el abrazo al pequeño sin poder
evitar echarse a llorar allí mismo; sin embargo, por algún motivo, su llanto
hizo que Bafi comenzara a reír y cuánto más reía el chiquillo, más lágrimas emergían
de los ojos del Caballero de Aries. En contraposición a su sangre venenosa, la risa de
Albafica podía curar cualquier mal sobre la faz de la Tierra y el niño lo
estaba demostrando.
Finalmente, la carcajada de
Bafi se le contagió y el antiguo Patriarca acabó por echarse a reír mientras se
separaba de él:
- Tu pelo me hacía
cosquillas.
- Oh… Era eso... Lo siento. – respondió Aries, limpiándose las lágrimas.
- No importa, hueles bien.
¿Es porque tomas una ducha todos los días?
Shion parpadeó, precisamente
en los últimos días no es que hubiera seguido aquella regla al pie de la letra
pero, obviamente, prefirió asentir y mentir:
- Lo sabía… – de repente, la
barriga del niño rugió.
- Será mejor que vayas a
cenar.
- ¡Oh, sí! ¡Tengo hambre! –
el pequeño echó a correr en dirección a su hogar pero a medio camino decidió
parar y mirar de nuevo al muviano – Por cierto, señor Shion… ¡Lo olvidó! ¡Mi nombre es Bafi, no Albafica! ¡Pero se lo perdonaré por haberme llevado con la enfermera especial!
Y entonces sí, el niño
corrió hasta perderse en la casa del duodécimo templo.
* Tara es un personaje que, en el universo de @YuunSoba, es pareja del antiguo Patriarca pero aquí podemos tratarla como alguien que convivió en la misma generación que Shion y Albafica y por eso conoce todo acerca del anterior Caballero de Piscis.