Santuario.

Los ruidos generales despertaron poco a poco a su nueva invitada. Elektra no lo había hecho a propósito pero deshacerse de la armadura, vestirse, acudir a la cocina y preparar un poco de té caliente y algo de comer había sido demasiado para el suave hechizo de Saori. La pelirroja había recibido la orden de llevar a la chica a su casa debido a que parecía haber sido la única que la había tratado con cierta amabilidad, por el momento era la opción más sensata mientras que los altos cargos deliberaban sobre el futuro de la supuesta hija de Saga de Géminis. 

Cuando salió de la cocina, Eiri estaba sentándose en el sofá, clavando sus ojos verdes en ella algo somnolienta todavía:

- Sé que es muy tarde pero desconozco cuando fue la última vez que comiste.

- No tengo hambre…

- ¿Querrás tomar algo de líquido al menos?

Elektra dejó la bandeja en la mesita baja que había frente a su sofá y fue en busca de una silla en la que sentarse para no invadir el espacio personal de la chiquilla. Al acomodarse, observó a la peliblanca por un instante y después, procedió a quitarse la máscara que todavía usaba con regularidad. Mientras ella se dedicaba a cenar, se percató que los verdosos ojos de Eiri se posaban furtivamente sobre ella. Elektra sonrió. Sabía el por qué de su curiosidad:

- ¿Sorprendida porque no soy un monstruo?

- ¿Eh? ¡No! N-No… yo… Lo siento. – respondió la peliblanca desviando la mirada conforme sus mejillas se sonrojaban.

- Oh, no te disculpes, es normal que te sorprenda; no es común toparte con mujeres enmascaradas que aparentemente no tienen nada que esconder. – Aquellas palabras dieron en el centro de la diana y Eiri volvió a mirarla.

- ¿Es que tienes… algo que ocultar?

- Estás máscaras tenían antiguamente un significado pero en la actualidad, Saori decidió que fueran algo optativo así que cada mujer que decidió mantenerla le otorgó su propio sentido. Hay quienes la llevan por costumbre, por comodidad… y otras porque se sienten más seguras ocultando su rostro a cualquier desconocido, eso depende de cada cual.

Hubo un silencio pesado, no tanto como el que había invadido el templo del Patriarca pero sirvió para que la pelirroja retomara su cena por un rato:

- La mujer que… me dio permiso para llegar a la sala del… En fin, ella no llevaba máscara ¿por qué?

- Elyn jamás la ha llevado, incluso cuando su uso era algo obligatorio. Rompió su máscara delante de Saga y amenazó con marcharse del Santuario si la obligaban a llevarla puesta. Solo tenía siete años cuando lo hizo y desde entonces, las odia con todo su ser.

- ¿Y no la… castigaron por sublevarse?

- Oh no, al contrario, se convirtió en el ojito derecho de Sa… – Por primera vez, Elektra consideró que era mejor callar su narración, para ella resultaba curioso que dicho gesto por parte de Elyn hubiera sido premiado pero la expresión de Eiri cambió de forma radical al entender por dónde iban los tiros.

- Del Patriarca ¿verdad?

Eiri tomó una de las tazas de té que Elektra había dejado en la bandeja, sus ojos parecían haberse aguado por un segundo pero cuando la mirada de ambas volvió a cruzarse, no quedaba rastro de dolor en ellos, solo una profundidad y un vacío angustioso:

- Elyn es especial, muchacha. – quiso aclarar la pelirroja – Al principio no la soportarás, es tremendamente intrusiva y se guía por los impulsos más que por otra cosa pero acabarás entendiendo su comportamiento. 

Aquellas fueron las últimas palabras que se pronunciaron la una a la otra, Eiri resultó ser una chica bastante callada y reservada, que se negó a volver a abrir la boca hasta que mostró su deseo de irse a dormir hasta la mañana siguiente.

***

Elektra no durmió en absoluto, minutos después de despedirse de Eiri, Elyn entró por la puerta y la puso al tanto de la situación lo más calmada que pudo. La reunión había tenido un poco de todo: drama, risas, preocupación y discusión. Saga no encontraba la forma de recordar el encuentro con la madre de su hija, cosa a la que habían intentado restarle importancia con un poco de humor; no obstante, Shion planteó lo irresponsable que le resultaba saber que una mujer tan cercana al Patriarca hubiera desaparecido del Santuario sin que nadie la extrañase y ahí… se dio el pistoletazo de salida a una de las mayores crisis entre Saga y Shion:

- Al final hemos acabado todos bastante alterados y Saori ha tenido que volver a posponer la reunión. 

- Déjame adivinar… Tú defendiste a Saga con uñas y dientes.

- No es porque sea Saga – Elektra alzó una ceja, dudando de las palabras de su mujer – ¡En serio! Shion fue muy cruel, él no estaba para controlar el Santuario en ese momento como para hablar de irresponsabilidad.

- Porque estaba muerto, Elyn.

- Tsk…hablas como él… Sí, sí, ya sé que fue Saga quien acabó con su vida pero esa mujer se marchó cuando Saga tenía veintiún años no catorce, ya llevaba bastante tiempo gobernando el Santuario así que no era un error de novato.

- ¿Y tú, no la recuerdas?

- Elektra... que fuera una persona cercana a Saga no me daba acceso a la lista de musas que pisaban su cama, la madre de Eiri debió salir del Santuario con ayuda de alguien. 

- Sea como sea… esa mujer ya no puede darnos su versión así que es inútil preocuparse por saber cómo se marchó cuando el implicado ni siquiera la recuerda.

- Tsk, así fue como Tara puso orden en la conversación – Elyn suspiró de agotamiento – Era eso o que Saori golpeara la mesa para poner silencio.

- Menudo espectáculo ¿no?

Elyn continuó narrando el desastroso encuentro desde el sofá mientras se dedicaba a comer todo alimento que Elektra le ponía por delante. Lo hacía sin darse cuenta,  así que eso le demostró a la pelirroja lo agotada que estaba pues normalmente, la Caballero de Piscis Australis mantenía total control sobre lo que se llevaba a la boca. Al amanecer, Elyn echó una cabezada pero el suave aroma a tortitas y sirope de chocolate la acabó despertando cuarenta y cinco minutos más tarde. No fue la única, Eiri también asomó la cabeza por el salón cuando el primer plato del desayuno se colocó sobre la mesa de la cocina:

- ¿Qué haces… tú aquí? – le preguntó a Elyn al verla engullir.

- Vivo aquí. – la peliblanca miró a Elektra, después a ella y parpadeó varias veces, un poco confusa – Sí, es mi mujer si es lo que estás pensando.

- ¿Quieres desayunar, Eiri? – interrumpió la pelirroja.

- ¿O se te ha evaporado el hamb... ¡AH! 

Elektra sonrió falsamente tras haberle dado un codazo a Elyn, cortando con ello la desafortunada frase que estuvo a punto de acabar. La hija de Saga se sentó en la mesa, a un lado de la Caballero de Piscis Australis. Ambas se miraron un instante, Elyn detectó recelo hacia ella en aquellos ojos verdes que tanto le recordaban al Patriarca y por primera vez en mucho tiempo se sintió abrumada, desconcertada, por lo que terminó por centrarse en la dura conversación que debía mantener con la muchacha:

- Tienes que responderme a algunas preguntas para que pueda tramitar todo lo necesario para que vivas tranquila. – La chica asintió y aguardó con serenidad a que la mujer continuara la conversación – ¿Dónde quieres vivir? ¿El Santuario o en Rodorio?

- ¿Qué diferencia… hay?

- Si te quedas en el Santuario tendrás acceso a todas las actividades de entrenamiento al que los Caballeros se someten, podrás optar a una armadura de cualquiera de los rangos y tendrás ciertos privilegios que los habitantes de Rodorio no tienen. Rodorio es la ciudad colindante al Santuario, de vivir allí serías una civil más que no tiene porqué involucrarse con los planes de Atenea aunque estarás bajo su protección, algunos de nuestros antiguos Caballeros de Oro viven ahora en Rodorio, no implica que dejes de existir para nosotros pero te acoges a otra jurisdicción.

- ¿Y qué pasa con el Templo de Géminis? – añadió Elektra.

- Tendría que preguntarle a Saga pero en caso de quiera vivir en el Templo debe darnos un margen de tiempo para acondicionar el templo, te recuerdo que ahí viven tres personas y el espacio es reduci…

- Quiero vivir aquí. – Cortó Eiri. Elyn y Elektra la miraron con los ojos abiertos como platos por lo que la muchacha especificó que se refería a la zona en la que la casa se encontraba y no a habitar en el interior junto con ellas dos. 

- Esto… formaría parte del Santuario entonces, puedo conseguirte algo temporal que te traslades al templo de…

- No. Quiero vivir permanentemente en esta zona. Yo sola. 

El tono de la chica fue frío pero sobre todo tajante. Aquellos ojos verdes no darían más opción de la misma forma que había ocurrido en el pasado cuando Saga ordenaba y mandaba sin que nadie pudiera oponerse a sus deseos… pero había una profunda decepción oculta entre líneas, un sentimiento atormentado que obligaba a callar a quienes lo percibían:

- Como prefieras…

Las siguientes preguntas fueron pura cordialidad, cuestiones que se podían responder con monosílabos y sin necesidad de mirarse a la cara. Elektra comprobó cómo entre ambas crecía un enorme abismo aunque sin duda, se debía al rechazo que Eiri estaba desarrollando por toda la situación que la envolvía:

- Con esto tengo suficiente – terminó diciendo Piscis Australis – Si quieres modificar algo o añadir cualquier cosa, solo tienes que preguntar por mí o por Elektra.

- Quiero algo más.

- Claro. Lo que sea.

- Quiero una de esas. – Eiri señaló la máscara de Elektra que descansaba en la mesita del salón. 

Aquellas palabras cayeron peor que un jarro de agua fría sobre Elyn. Ella todavía despreciaba aquellos objetos, su simbolismo y cualquier de sus significados… y saber que la hija de Saga quería una no hizo más que destrozarla por dentro. Pero era la hija de Saga y ante eso, ella se sentía incapaz de discutir.

Con una leve despedida, la peliblanca se levantó de la mesa y se introdujo de nuevo en la habitación donde había pasado la noche. Elektra no podía creer que lo que veía, menos aún dar credibilidad a que la explosiva Elyn de Piscis Australis hubiera callado ante tal provocación:

- Como desee, señor Patriarca… – susurró Elyn, sintiendo que los años corrían hacia atrás, sintiendo de nuevo cómo Saga le daba la espalda por la maldición de Ker.

Aquella melena blanca le recordaba tiempos que habían provocado muchas lágrimas, muchas discusiones con la doble personalidad de Géminis; jamás creyó volver a ver los vacíos ojos del Patriarca pero allí estaban, comportándose de la misma forma casi quince años después. Australis movió finalmente la cabeza para despejarse, miró a Elektra por un segundo y sin decir nada más, se marchó de casa para continuar con sus responsabilidades.

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