Bafi apenas necesitó mirar a Sira una sola vez para que el ánimo desbordante de la aprendiz a Caballero de Capricornio se detuviera en seco, aquella era la única manera de hacerle ver a la alocada adolescente que su comportamiento estaba cruzando el límite y no era para menos, Sira todavía pensaba que sus exagerados aspavientos y sus “susurros” eran inaudibles. Shura había tratado infinidad de veces corregir dicho comportamiento en su pupila pero al final, el único que había conseguido manejar a la indomable española era su compañero de armas: Albafica de Piscis, Bafi para todo aquel que había cruzado una palabra con él.
Tres semanas habían transcurrido desde la llegada de una
nueva inquilina al Santuario, una chica de más o menos su misma edad con una larga
cabellera nívea como un manto de nieve y un rostro oculto por una
máscara de guerrera. Para ellos aquel atuendo no era una sorpresa pero los
rumores no tardaron en motivarlos a indagar en el pasado de la nueva integrante
del Santuario:
- Así que la hija del Patriarca ni más ni menos… ¿cuándo nos
vamos a acercar a ella?
- Cuando dejes de comportarte como si tuvieras ocho años.
- Pfff… Que aburrido eres, colega,
llevamos tres días viéndola colarse en el templo de Piscis y no le dices nada.
¡Tenemos la excusa perfecta!
- ¿Cuál? ¿Preguntarle cómo ha conseguido pasar las doce
casas sin que percibiéramos su cosmos?
- Por ejemplo, pero había pensado en algo mucho más…
sutil.
- Tú no eres sutil, Sira.
- Confía en mí, sígueme.
Ambos caminaron en dirección a la escalinata que unía el
templo de Piscis con el del Patriarca. Bajo el extremo izquierdo, una chica
pensativa quedaba semi oculta entre las rosas del paseo, sentada en una
barandilla que daba al acantilado en el que se erigía el recinto sagrado de los
doce templos. El cómo había llegado allí era un misterio y realmente, nadie
había reparado en su presencia, pasando totalmente desapercibida.
Sira se fue acercando al borde de la escalinata sin que
Bafi viera venir el absurdo plan que había montado para acercarse a la recién
llegada. En un parpadeo, la aprendiza de Capricornio perdió el equilibrio y cayó
por el rosal con un estruendoso golpe que ella decidió acompañar con una ristra
de lamentos que, obviamente, llamaron la atención de la peliblanca que
permanecía ajena al montaje:
- ¿Te has hecho daño?
- Aaateteté…
¡Tranquila, tranquila! ¡Estoy bien! ¡Soy una patosa! – exclamó Sira con un tono
que sonrojó a Bafi, se notaba a kilómetros que todo estaba más que planeado.
Aun con ello, la muchacha no pareció notar nada y ayudó a
Sira a ponerse en pie, quitándole de encima unos cuantos pétalos que habían
quedado enganchados en la larga y oscura melena de la española:
- Gracias, Hija-de-Saga, eres muy amable.
- ¡SIRA!
- ¿¡QUÉ!?
- ¿¡DÓNDE VES LA SUTILEZA!?
- En mi caída por las escaleras, ha sido un plan maestro
¡ni siquiera tú te has dado cuenta de cuándo pretendía caerme!
- ¿Cómo sabéis…?
- ¡Oh, por Atenea… por favor, perdónala! A veces no sabemos qué edad
tiene…
- ¡ARG, BAFI, DEJA DE DISCULPARTE! – exclamó Sira acababa de
acicalarse debido a la caída y finalmente, dio el paso de hablar de manera
directa con la peliblanca, más aún si podía – Es un secreto a voces, colega, eres una persona nueva, todas las miradas han ido a parar a
ti. Además no necesitamos mucho tiempo, Sounio nos lo contó con solo un par de preguntas.
- ¿S-Sounio…?
- El sobrino de Saga. – el silencio dio a entender que la
hija del Patriarca no estaba al tanto de los nombres familiares – El hijo de
Kanon. El hermano de Saga…
- Sira... cállate ya…
- Tranquilos. No importa.
- Yo soy Sira, futura Caballero de oro de Capricornio; él es Bafi,
lo mismo que yo pero de Piscis.
Como era de esperarse, Sira no perdió tiempo en pedirle a
la chica toda clase de datos absurdos: su nombre, su país de origen, su color
favorito… y cuando no obtenía respuesta, simplemente cambiaba de tema para sonsacar nueva información mientra su compañero de armas se disculpaba una y otra vez pero aquellas preguntas permitieron que Bafi no perdiera detalle del comportamiento de la hija de Saga,
una muchacha tensa e intimidada por la arrolladora personalidad de Sira pero
que por otro lado, no parecía tener mucho problema en responder a todas las
cuestiones que la española le lanzaba –aunque no las entendiera del todo debido
a que Sira empleaba demasiadas expresiones de su país natal–. Se apreciaba que estaba
incómoda aunque las payasadas de Sira pronto tardaron en relajar el ambiente,
de la misma forma que ocurría con cada nueva amistad que la española se
encargaba de iniciar:
- ¿Todo bien por ahí abajo?
Los tres guiaron sus ojos a la persona que les hablaba
desde lo alto de la escalinata, un hombre alto, fuerte, de larga melena azulada
y penetrantes ojos verdes. Bafi temió que el encuentro se tornase más incómodo
todavía pues Eiri dio incluso un paso atrás al reconocer erróneamente a la persona que les
dirigía la palabra:
- ¡No hay problema! – Exclamó Sira – Solo estamos de cháchara.
- Espero que eso sea bueno… Voy a ver a Saga ¿os ha reunido a
vosotros ya?
- ¡Negativo, señor! Estamos a la espera de recibir
noticias.
- Que suerte… Pasadlo bien.
El trío se despidió con la mano y cuando volvieron a
quedarse solos, la débil voz de Eiri inició una nueva conversación:
- ¿Ese era…?
- Kanon, el hermano gemelo de Saga; no te preocupes, no
tardarás en diferenciarlos. – sonrió la española.
- Para ti es fácil decirlo… – añadió Bafi para justo
después explicarle a Eiri que Sira tenía la capacidad de distinguir el cosmos
de las personas por su color y que el de los gemelos de Géminis era distinto y
por ese motivo se le hacía tan sencillo saber con cuál de los dos hermanos estaba
hablando.
Sin embargo, el encuentro con su tío mermó los ánimos de
Eiri y al poco tiempo, decidió dar por acabada la reunión con Capricornio y
Piscis. Se despidió de ellos cabizbaja, en susurros y alejándose por la entrada
principal del último templo, lugar que no había atravesado en primera instancia:
- Mmm… tiene demasiados conflictos internos – sentenció Sira.
Piscis miró a su compañera, la chica parecía no prestarle
atención a las cosas pero la realidad era totalmente distinta. Sira era capaz
de leer más allá de lo que las personas le mostraban, quizá porque su capacidad
para interpretar el cosmos le daba más información que al resto pero lo bueno de
Capricornio era que jamás dejaba que eso se notara, ella era explosiva y bajo
aquella apariencia conseguía aprender todo sobre quienes la rodeaban. Bafi lo
sabía, estaba orgulloso de ella y era por eso que, en el fondo, siempre le permitía actuar a
su manera.
***
Subía las escaleras hacia el templo del Patriarca, su
padre se le había adelantado por tal de escaquearse de las tareas que quedaban
en la casa de Géminis de modo que su humor podía compararse al de una olla
express que amenazaba con desatar un desastre. El chico iba tan ensimismado que
no se percató que justo a la entrada del templo de Virgo, una persona recorría
el camino contrario consiguiendo que sus hombros chocaran y les obligaran a
mirarse el uno al otro.
Sounio quiso disculparse, pensaba que su víctima había
sido Shun y el guardián de la sexta casa le resultaba demasiado respetable pero
la melena peliblanca que captó su atención desveló que no se trataba de él sino
de la supuesta recién llegada de la que todo el Santuario susurraba, aquella que según
la genética… era su prima. La muchacha era algo más alta que él –pero no le
extrañaba – esbelta y ocultaba su rostro tras una máscara grisácea cuyos
adornos parecían dos alas de murciélago en color negro. Él supo que sus ojos se
habían cruzado pero no ocurrió nada más, la peliblanca reemprendió su descenso y
optó por ignorarlo sin disculparse siquiera:
- Todo el mundo tiene su cara en este maldito lugar...
Aquel susurro llegó a oídos de Sounio y el chico, se
quedó perplejo ante el rechazo que había en tales palabras. Aún así, él no era
tonto por lo que supuso que su prima se había topado anteriormente con Kanon y
quizá por ello, al ver que él también compartía casi el mismo rostro que Saga,
terminó por hacer estallar a la chica cuando nadie la escuchaba.
O eso creía.
Sounio sintió ganas de perseguirla y aclararle que era
obvio que él tuviera “la misma cara” que su padre y tío, eran gemelos al fín y al cabo y él se parecía
muchísimo a Kanon ¿Qué esperaba? Raro era que la genética no hubiera decidido
darle a ella también el mismo rostro y cabello que los géminis compartían… pero recordó
las palabras de Saga la noche en la que les contó que tenía una hija, les pidió
tiempo para ella, espacio… Por el momento las obedecería pero no descartaba que
en un futuro, pudiera tener una seria conversación con el cuarto miembro de la
familia.