** Nota: para entender este capítulo quizá sea necesario conocer el pasado de Sounio, pero considero que no es difícil imaginarlo **
La paciencia de Sounio no tardó demasiado en colmarse y el motivo principal se basó en que convivir día tras día con el rostro apagado de Saga lo hacía sentirse inútil en toda aquella situación. Había intentado empujar un poco a su padre adoptivo a los brazos de la nueva integrante en la familia pero la negativa había sido rotunda en todo momento, Saga no daría el primer paso y Eiri... tampoco tenía demasiadas ganas de aclarar nada. Padre e hija no habían vuelto a cruzar palabra desde su llegada hacía ya casi tres o cuatro semanas pero la muchacha ya demostraba haber afianzado su vida en el Santuario: se había mudado a una pequeña casa cerca de Elektra, pasaba algunas tardes en el jardín de Piscis ayudando a Bafi o Afrodita y recibía instrucción por parte de Tara, una de los altos cargos del Santuario… pero ninguna de sus actividades pasaba por la supervisión o necesitaba del permiso de Saga de modo que el patriarca no podía hacer más que mirarla de lejos cuando ella no se percataba de su presencia.
Finalmente,
Sounio rompió el silencio.
***
Aguardó a que Eiri saliera de una de sus actividades con Tara, la chica descendió por las escaleras que partían de la biblioteca del Santuario con aquel aire tranquilo y semblante serio que tanto podía caracterizar a los gemelos de Géminis; aunque ella tuviera el pelo de color blanco, su mirada y su porte la convertían en la clara descendiente de Saga.
Él se encontraba apoyado en uno de los soportales por los que Eiri
debía pasar para salir del recinto, su encuentro sucedería sí o sí pero el hijo
de Kanon no vio venir que su prima ignorase por completo su presencia,
dejándolo atrás cuando pasó por su lado. Dicho gesto lo dejó perplejo pero supo sobre ponerse y retomar su principal objetivo:
- Oye ¿no crees que deberíamos presentarnos formalmente de una vez? – preguntó con cierto
sarcasmo, volteándose un poco para ver cómo Eiri detenía sus pasos.
Al
cabo de un par de segundos, la muchacha se dio la vuelta para clavar sus ojos
verdes en él pero no dijo nada. Eso no sorprendió a Sounio pues tras haberla
observado los últimos días el chico se había dado cuenta que la hija de Saga no
brillaba por ser el alma de las fiestas, se veía tranquila y observadora, de
pocas palabras así que si ella no hablaba, él se encargaría de sacarle la
información que fuera necesaria:
-
Soy Sounio, futuro Caballero de Géminis. – Eiri lo miró de arriba a abajo, sin
objetar al respecto. Ambos cruzaron miradas pero la chica optó por dar media
vuelta y reiniciar su marcha esperando dejar claro que no tenía intención de
hablar con él. – No es por presionar ni meterme donde no me llaman pero considero que ya va siendo hora de que hables con Saga, estás
alargando mucho una conversación que tienes pendiente ¿no te parece?
-
¿Y quién eres tú para sugerirme algo como eso?
Al fin sus provocaciones habían hecho efecto.
La forma en la que Eiri se giró
definitivamente para mirarlo fue intimidante pero él estaba acostumbrado a enfrentar
a sus padres por lo que los ojos de su prima no impactaron demasiado en él
aunque sí le molestó el haberse sentido tan despreciado por su parte, Sounio sabía por la boca de Sira y Bafi que su prima conocía de sobra la identidad de todos los familiares de Saga:
-
Bueno, como ya sabrás... yo también soy hijo del “Papátriarca”.
Aquella
confesión destrozó la barrera que la peliblanca levantaba contra el mundo,
Sounio comprobó como la frustración inundaba el rostro de Eiri de modo que, en venganza
por la mala actitud de la chica, sonrió y se mostró superior por haberla
desarmado de manera tan precisa con tal respuesta:
- No te hagas la sorprendida, sé que ya lo sabías.
-
¿Tú… Tú no eres hijo de Kanon?
-
Biológicamente sí pero también considero a Saga como mi padre.
-
¿Pero acaso ellos no son…?
-
Es una larga historia, que a lo mejor ya te habría contado si hubieras decidido hablar
con él.
-
Tsk, como si no tuviera otras historias que explicarme... Aunque a lo mejor os las ha contado a vosotros ya que claramente sois lo que él considera una familia.
De
repente, Sounio descubrió que había algo que no encajaba en la historia: Eiri
estaba dando por sentado que Saga no estaba dispuesto a hablar con ella cuando la situación era todo lo contrario:
-
¡Eso no es verdad, Saga está…!
-
No sigas, por favor… – cortó Eiri, cansada, afligida – Escucha, no tienes que preocuparte por mí, yo no vine
al Santuario para quitarte tu armadura de oro ni para arrebatarte a tu padre ni
involucrarme en una familia que no es la mía. Solo vine aquí porque mi madre me
lo pidió, fue mi culpa hacerme ilusiones pensando que él me recibiría con los brazos abiertos. Olvidad que soy hija de Saga y ya
está.
-
¡¿Esa es tu solución?! – Estalló el chico – D-Dices que no quieres
involucrarte en mi familia pero maldita sea, eres hija de Saga te guste o
no y eso ya influye en nuestra vida… n-no podemos ignorar algo como eso.
- ¿Ah, no? ¡Pero si me ha ignorado durante dieciséis años! Ni siquiera sabe
quién es mi madre, ni siquiera se preocupó por saber dónde estábamos o si existíamos, si le necesitábamos o no... Y para colmo llego aquí, me trata como si mi vida hubiera sido un
montaje y me hace pasar la noche en casa de una desconocida para al día
siguiente, enviar una mensajera para preguntarme dónde quiero vivir porque él
ya tiene otra familia… ¿¡y me pides que sea yo quien hable con él!?
-
Todo esto es un malentendido… ¡Las cosas no son así, te lo puedo asegurar!
-
Claro, claro… ¿Cómo no vas a saberlo? Tú vives con él, es tu
padre, él te quiere... E-Es natural que te pongas de
su parte, créeme que lo entiendo ¿a quién ibas a defender sino? Yo soy la insensible que no ha querido
hablar con él estas semanas porque él está demasiado ocupado para interesarse por la hija por la que jamás se preocupó. Las cosas están bien tal y como están así que haznos un favor a ambos, Sounio, y cómo bien has dicho, deja de meterte en donde no te llaman.
El hijo de Kanon trató de calmarse, sabía que tenía muy mal carácter cuando se enfadaba y lo último que necesitaba en aquel momento era sufrir un ataque de ira ante las injusticias que estaba escuchando ¿Cómo se atrevía aquella chica a cuestionar los sentimientos de Saga después de las veces que él lo había visto derrumbarse? ¿Cómo podía ella enfadarse porque él defendiera al Patriarca? ¡Por supuesto que lo defendía! Sus ojos lo habían visto sufrir, sus oídos lo habían escuchado arrepentirse...
Durante unos instantes, el chico se obligó a mantener la calma, a visualizar la situación desde el otro
lado y volvió a intentar encauzar la conversación a su terreno:
- Escucha… si te pareces lo más mínimo a Saga, sé que no vas a cambiar de opinión pero, entiendo lo que sientes, mi padre tampoco “sabía” que yo existía hasta que mi cosmos despertó. Entiendo que no es la misma situación pero una vez me encontró, tanto él como Saga hicieron todo lo posible por cuidar de mi e incluirme en su familia; yo era pequeño así que no recuerdo todo con detalle pero estoy seguro de que se desvivieron por criarme los dos juntos... – Sounio notó cómo Eiri tragaba saliva y lo miraba fijamente con aquellos ojos verdes sumidos en la oscuridad – Y no puedes culparme por haber vivido todos estos años con ellos, me encontraron antes, no puedo cambiar eso… pero te puedo asegurar que si Saga hubiera tenido algún atisbo de duda sobre tu existencia habría ido a buscarte. Lo conozco y es cierto que es bastante inseguro cuando la situación se escapa a su control pero no es ningún cobarde, Saga jamás te daría de lado.
Hubo
un nuevo momento de silencio entre ambos, la sangre de los gemelos corría a la par
por sus venas, el cosmos de uno y de otro parecían resonar en algún lugar de
sus corazones… y quizá por eso, ambos se comprendían mucho más de lo que admitirían en
voz alta:
-
Eres libre de alejarte de su vida si quieres, no vine aquí para obligarte a
nada pero… dale la oportunidad de explicarse, todos merecemos esa oportunidad.
Sin decir nada más y por último intento, Eiri dio media vuelta y emprendió su camino para marcharse de aquel soportal.
***
La noche la había sorprendido intercambiando opinión con su
primo pero el camino de vuelta no la asustaba, al contrario, caminar bajo la protección
de las estrellas le daba cierta tranquilidad. Y quizá se debiera a todo lo que
había aprendido del cosmos, de la fuerza interior, de los dioses y las doce
casas pero sin darse cuenta, sus pies la llevaron a la casa de Géminis.