Tercer templo.
Géminis.
Atravesar las doce casas era una tarea difícil pero Tara le había contado que los Caballeros de Oro tenían la capacidad de detectar el cosmos de aquellos que atravesaban el camino sagrado sabiendo en todo momento a quién podían o no dejar pasar.
Así que allí
estaba la puerta que no se atrevía a tocar. Las palabras de Sounio, o al menos
la convicción que había en ellas, todavía resonaban en lugares recónditos de su
mente: sí, había cosas que ella debía escuchar por la propia boca de Saga pero el
mundo era mucho más sencillo bajo la ignorancia de aquellas respuestas, Eiri
sabía que no quería afrontar la idea de tener que convivir con algo que podría
destrozar su corazón.
“¿Qué hago aquí?” Se preguntó.
Agachó la cabeza y se miró la palma de sus manos, no quería saber qué pasaba por la mente de Saga, ella seguía convencida que la mejor opción era permanecer como hasta antes de su llegada, sin ser un estorbo y sin tener que involucrarse en su vida pero eso era mucho más difícil de lo que creyó al principio. Le dolía ver a Saga desde lejos, prestándole atención a todo el mundo menos a ella; el aire le faltaba cuando recordaba que Saga había confesado no saber quién era su madre, lo consideraba un insulto a su memoria... ¿Cómo podía ser así? ¿Cuántos hermanos podía tener en el Santuario? Pensar en ello la llenaba de rabia por lo que definitivamente tomó la decisión de mandar al carajo al que era su padre.
Sin embargo, cuando sus pies se movieron para alejarse del lugar, la
puerta de la casa interior de Géminis se abrió y Saga quedó ante ella. Las
palabras de Tara volvieron a su cabeza: “…los Caballeros de Oro pueden percibir el
cosmos de aquellos que atraviesan sus templos para dejarlos pasar o no.”
Saga
la había percibido así que ya no podía escapar:
-
¡Oye, Saga! – Gritó aún así aquel que la descubrió – Voy a buscar a Sounio, ese
mocoso no hace más que olvidarse de la hora de la cena.
Acto
seguido, Kanon le guiñó un ojo a la muchacha, salió por la puerta y la dejó entre
abierta. Eiri solo pudo parpadear ante lo que acababa de ocurrir; primero,
admitió que Bafi tenía razón, resultaba casi imposible diferenciar a los
gemelos cuando estaban separados y se preguntó con cierta ternura si acaso ella podría llegar a hacerlo algún
día. Aquella idea le aplacó la ira que sentía, el imaginar que en cierto momento
sería capaz de identificar a su padre y a su tío cuando los viera por separado; el gesto de Kanon invitándola a pasar... La chica suspiró lentamente, terminó de abrir la puerta y se introdujo en
el interior del hogar de Géminis.
***
Varias
luces blancas y anaranjadas se entrelazaban entre sí para iluminar la estancia
mientras un delicioso aroma a comida casera comenzó a seducirla. Inició pues el camino hacia el interior lo
más silenciosamente posible mientras su corazón latía a toda velocidad. Al
llegar a la esquina donde se abría la sala de estar, la chica descubrió a Saga
en la cocina que se unía con el salón, dándole la espalda y moviéndose de un lado a otro mientras
cocinaba totalmente ajeno a su intrusión.
“¿En serio son capaces de percibir… el
cosmos?” No lo parecía en absoluto.
Pero aprovechando que su padre no parecía ser consciente de su presencia, Eiri dirigió sus ojos a lo largo de la estancia: el hogar de Géminis estaba dividido de igual manera que el templo de Acuario, Capricornio o Piscis por lo que dedujo que se debía a que todas las construcciones de las Doce Casas eran iguales; no obstante, no pudo ignorar las fotografías que había de la familia en ciertos rincones: reconoció a Sounio en varias de ellas con diferentes edades mientras que otras reflejaban la vida de los gemelos.
"Era bastante adorable..."
También se fijó en una larga hilera de libros cuidadosamente colocados en las estanterías aunque no alcanzó a leer los títulos, una mini cadena, una pequeña exposición de latas… y una mesa repleta de papeles sobre los que había un montón de fotografías antiguas. Eiri se acercó a ellas y distinguió en la primera a un grupo de mujeres bordeando la figura del ¿Patriarca? No estaba segura aunque el atuendo era similar al que había lucido Saga en su llegada. Una de ellas estaba marcada con un círculo:
-
¿Mamá…?
De
repente, Saga soltó una blasfemia y se dio la vuelta sobre saltando también a
Eiri. Los dos se miraron con los ojos abiertos como platos y la respiración
acelerada:
-
L-Lo siento, no… no te había oído entrar. – Se disculpó Saga apagando la vitrocerámica con cierto nerviosismo.
-
T-Tranquilo… K-kanon… dejó la puerta abierta y-y yo... yo...
Eiri
quiso marcharse de allí sin perder más tiempo pero la curiosidad hizo que volviera a
fijar su atención en aquella imagen de manera furtiva, dudosa de preguntar al respecto. Saga percibió aquel amasijo de sentimientos que hicieron que se sintiera tremendamente incómodo pero
al final optó por acercarse el mismo a la mesa y tomar la fotografía en cuestión. Dejó escapar un suspiro, le tocaba dar ciertas
explicaciones:
- Tara me habló de ella. – Comenzó a explicar – Al parecer, ella la conocía. He buscado todo tipo de información sobre Kaia pero parece ser que…
-
Diste la orden de alejarla a ella y otras tantas del Santuario. – Terminó de decir la peliblanca acabando con la explicación que su padre iba a tardar una eternidad en confesar –
Sí, lo sé… Tara me lo enseñó. H-He leído muchas cosas sobre este lugar desde que estoy aquí, las normas, las leyendas… las rebeliones…
No fue tu culpa, las cosas vinieron así y tampoco encontraste demasiadas
salidas. Lamento que tu vida tomara ese camino.
Eiri
miró a su padre, sí, había leído todo lo sucedido durante la ausencia de
Atenea, las órdenes que los Caballeros de Oro acataron de su superior y sobre todo, oído
atentamente las palabras de Tara, Elyn o Elektra acerca del actual Patriarca.
Ella había oído cómo Aioros ya había perdonado a Saga, cómo Aioria, Saori o
Seiya habían dejado atrás los rencores hacia él… pero a ella se le hacía tan complicado imitarlos...
-
¿Por qué estás aquí, Eiri? – La
peliblanca no fue consciente de que se había quedado en silencio durante demasiado tiempo sin
darle a su padre más explicaciones. Ella lo observó un poco aterrada pero los
ojos verdes del Patriarca parecían estar esperando un castigo. Eiri no supo
responder por lo que Saga, acabó por suspirar de nuevo y retomar la conversación – Entiendo que no quieras que
forme parte de tu vida, no he sido el mejor ejemplo y de verdad, siento mucho todo el daño que os causé a tu madre y a tí.
- No es necesario que te disculpes... E-Eso debería hacerlo yo.
-
¿Qué quieres decir?
-
Entiendo que… no quieras tener a alguien como yo en tu vida teniendo a personas
como Sounio y Kanon, como Saori o Elyn... personas que han sabido perdonarte sin problemas. Y-Yo solo soy aquello que no hace más que recordarte todo
lo malo que hiciste en el pasado, incluso m-mi apariencia... Lo siento… siento haber venido al Santuario y destrozar tu vida.
Eiri
dio media vuelta para huir de la casa de Géminis, las lágrimas amenazaban con estallar en cualquier momento y llorar en presencia de Saga era lo último que quería. Ya había escuchado bastante, ya había oído a su padre pedir perdón y nada en su pecho cambiaba las cosas... pero el antiguo Caballero de Oro la agarró por la muñeca haciendo que sus pasos se
detuvieran en seco:
-
¿De qué estás hablando? – Como de costumbre, Eiri no dijo nada, tan solo puso toda su fuerza de voluntad en controlar la pena que la abordaba – Lo que has
dicho no es verdad, tú no eres nada de eso y por supuesto, mi intención no es en absoluto mantenerte al margen de mi vida.
-
Entonces ¿por qué me dejaste con Elektra la primera noche que pasé en el
Santuario? ¿Por qué al día siguiente enviaste a Elyn para ubicarme en este lugar…? ¡¿P-Por qué
no quisiste traerme aquí?!
-
No sabía qué hacer… Esa noche me vino grande, necesitaba que todo se estabilizase, tenía que explicarle
demasiadas cosas a… a…
-
A tu familia. Tenías que explicarle las cosas a tu familia, no a mí.
-
Escucha, si hubiera tenido la más remota duda sobre tu existencia, habría
removido cielo y tierra por encontrarte, a tí y tu madre. Ya lo hicimos por Sounio, vosotras no
hubierais sido menos en absoluto.
“…te puedo asegurar que si Saga hubiera
tenido de verdad algún atisbo de duda sobre tu existencia habría ido a
buscarte…” había dicho el hijo de Kanon.
Eiri tragó saliva pero sin desviar en absoluto sus ojos de los de su padre, ambos se miraban tratando de comprenderse el uno al otro, como si temieran dar el paso para acercarse definitivamente.
Al final, ella decidió aceptar lo que su
corazón gritaba desde el primer día: había pasado toda su vida al lado de una madre que ya no
estaba y el único rayo de esperanza que podía mejorar su día a día se hallaba
frente a ella. Tomarlo o no era decisión suya y debía darle igual
si Saga la correspondía o no:
-
Saga… – susurró – ¿P-Puedo… abrazarte?
***
Aquella
pregunta lo tomó por sorpresa pero su cuerpo pareció responder por si mismo sin
tener en cuenta lo que su cerebro opinaba. Saga dio un paso al frente y atrajo a sus brazos a la joven peliblanca. Durante unos instantes, los dos se dejaron
llevar: Eiri dejó que las lágrimas brotasen de sus ojos verdes mientras que su
padre optó por disfrutar la sensación de tenerla tan cerca.
El
cuerpo de Saga era demasiado grande para ella, musculoso y fuerte pero había
algo en aquel abrazo que se le hacía familiar, quizá fuera el cosmos ya que
todos murmuraban que ambos compartían una esencia similar o quizá se debiera a
que su subconsciente sabía de alguna forma que Saga era alguien importante para
ella. Fuera como fuese, Eiri se alegró de haber hecho caso a las palabras de
Sounio y a su propio juicio pues desde que descubrió la verdad, su interior se había
debatido entre varias opciones aunque correr a los brazos del Patriarca no era una
de las más inminentes.
Un
carraspeo interrumpió el momento entre padre e hija, ambos se separaron y guiaron sus miradas
hacia la entrada donde Kanon y Sounio aguardaban con una media sonrisa en sus
caras:
-
Espero que la cena no se te haya quemado. – opinó el gemelo.
-
Como si no te gustara el sabor achicharrado de mis cenas. – rió Saga. – Dime
Eiri, ¿quieres quedarte a cenar?
***
Poco
a poco, la relación entre los habitantes de la casa de Géminis y la nueva
integrante de la familia se fue estrechando, al principio con bastante
distancia entre ellos pero progresivamente se dieron pequeños pasos en la misma
dirección, conociéndose y descubriendo que aunque el pasado revolviera las
entrañas, el futuro podía convertirse en una brillante estrella que se
comparase con la protección de Atenea.
- FIN -