La hija del Patriarca.

          Elyn estaba preparada al final de la escalinata de los doce templos. Hacía una hora que había detectado un nuevo cosmos en el Santuario y todavía nadie había acudido a informarla de lo que estaba pasando. Se encontraba inquieta, aquel que había traspasado las invisibles murallas del Santuario revolvía el interior de la Caballero de Piscis Australis: sí, parecía ser una persona inofensiva pero su cosmos resultaba muy conocido y lo suficientemente fuerte como para preocuparla por la falta de noticias:

“Elyn, creo que deberías venir.”

“¿Qué ocurre, Elektra?”

“Es una muchacha, no debe tener más de quince años pero… afirma una serie de cosas con demasiada convicción. Deberías escucharla.”

Hubo un breve silencio entre ambas. Las dos sabían cuál sería el siguiente paso a seguir y aún así, trataron de retrasar lo inevitable. Australis inspiró y retuvo el aliento:

“Traedla a las puertas del templo del Patriarca.”

Aquella noche había dado la casualidad que la Caballero de Caelum estaba de guardia y había sido la encargada de neutralizar al intruso, habían pasado diez años desde que Elektra había tomado posesión de su armadura y su relación con Elyn continuaba viento en popa como el primer día; por eso, cuando se necesitaba la aprobación de la general de los Caballeros de Atenea, Caelum sabía cuál era la mejor forma de proceder.  El destino había decidido que fuera la pelirroja quien se topase con la nueva tormenta que debía afrontar todo el Santuario.

***

Cabello blanco, estatura media y una expresión serena a pesar de estar sujetada por dos hombres que duplicaban su peso y altura… Sin embargo, los ojos verdes de la chica atravesaron el corazón de Elyn. Tan solo necesitó observarla unos instantes para saber por qué razón su corazón se había sentido inquieto, la percepción de su cosmos ahora era mucho más clara y no dejaba lugar a dudas sobre la identidad de la muchacha. Elyn observó entonces a la Caballero de Caelum, ataviada con su armadura y el rostro cubierto como acostumbraba en horario de misión o guardias. Australis sonrió de medio lado pues percibía con total claridad que la pelirroja ya sabía qué estaba a punto de acontecer. Ambas se conocían demasiado bien y aquella nueva presencia tampoco planteaba demasiadas cuestiones:

- Seguidme.

***

Había muchas normas en el territorio de Atenea pero Elyn era de las pocas personas que podía saltárselas a la torera, sobre todo si requería la presencia de sus superiores pues tan solo Saga, Shion, Tara y la propia Saori eran aquellos con poder suficiente para controlarla. Con el tiempo, la joven hermana de Acuario había acabado liderando a sus compañeros dorados, formó parte del entrenamiento de las futuras promesas del ejército de Atenea y era la actual encargada de encontrar a cada nuevo guerrero a lo largo y ancho del mundo por lo que, si Piscis Australis llamaba vía cosmos en mitad de la noche, los altos cargos del Santuario acudían sin miramientos. Elyn ya no era una adolescente rebelde que solo se mantenía fiel a Saga, ahora era una mujer dedicada cien por cien a sus responsabilidades que sabía perfectamente cómo afrontar cada situación sin un solo atisbo de duda... Hasta aquel momento:

- ¿Qué ocurre?  exigió saber el Patriarca de manera anticipada.

- Una niña quiere hablar contigo, Saga.

Saori, Shion, Tara y el antiguo Caballero de Géminis se quedaron mirando a Elyn con los ojos abiertos como platos:

- ¿Nos has llamado aquí porque una niña quie...?

- He detectado una intromisión en el Santuario esta noche. – Cortó ella con decisión  Se trata de una chica de no más de quince años pero no es una persona ajena a nuestro mundo, conoce la existencia del Patriarca y de hecho, no ha hecho otra cosa que pedir audiencia contigo.

- ¿Y no puede esperar a mañana?

- Creéme, que tengo motivos de sobra para organizarte una reunión en plena madrugada.

- Está bien, hazla pasar. – terminó diciendo Saga. 

Intrigados por las palabras de Piscis Australis, cada cual tomó su asiento y aguardaron a que Elyn otorgara el permiso necesario para aquellos que esperaban al otro lado de la puerta pudieran entrar al templo. La tensión podía cortarse con un cuchillo y todos, mantuvieron el aliento cuando Elektra apareció acompañada de una chiquilla de cabello blanquecino. Tara no pudo evitar tapar su boca abierta con la palma de la mano, ocultando a su vez con dicho gesto las palabras que emergieron de su garganta al identificar no solo la apariencia sino también el cosmos de la recién llegada. Los ojos de la muviana se posaron sobre Shion y después en Saori, ninguno parecía tan sorprendido como ella pero tenía cierto sentido: la diosa Atenea no había estado presente en el Santuario durante esa época y el antiguo Patriarca había fallecido con total seguridad antes del nacimiento de aquella chica… Tara acabó por mirar a Saga preguntándose si él habría entendido tan rápido como ella y Elyn lo que estaba entrando por la puerta:

- Señor Patriarca – anunció Elektra, arrodillándose – Mi Señora Atenea; consejeros y mi general, lamento la urgencia pero la situación lo requiere.

Con delicadeza, la pelirroja se puso en pie y pasó un brazo alrededor de los brazos de la muchacha que aguardaba su turno con expresión tensa. Sus ojos permanecían fijos en una persona, su objetivo desde que había cruzado los límites de la capital griega. Caelum instó a la chica a dar un paso al frente y ésta, comenzó a caminar hasta dejar a su comité bastante más atrás, se acercó todo lo que pudo hasta el Patriarca para observarlo de cerca como si su voz temiese no ser escuchada. Aquella imagen, sirvió para sentenciar lo que Elyn, Tara y Elektra ya sospechaban:

- Mi nombre… es Eiri – dijo con temor la muchacha pero sin desviar la mirada hacia Shion o Saori pues quien debía escucharla claramente estaba a un escaso metro de ella – Y... soy la hija del Patriarca.

***

A pesar de verlo de venir, el corazón de los presentes se detuvo por un instante y sus respiraciones quedaron congeladas durante un segundo. Aquellas palabras sonaban imposibles, irreales pero a su vez, todos sabían que no había un solo atisbo de mentira en ellas, incluido el propio Saga que lentamente se quitó el casco que había cargado por tantos años para ver con sus propios ojos y escuchar con sus propios oídos, lo que aquella chica tenía que contar:

- ¿Qué…?

- Mi madre era una musa de la corte del Patriarca, semarchódelSantuariohace unosquinceaños y despuésnacíyo peronoquisocrearleproblemasanadieasíque me ocultó y no mecontónadaacercade estelugar hastaquefallecióhaceunmesy… – de repente, la chica detuvo la carrera de sus palabras que habían atropellado el entendimiento de los allí reunidos. Pudo ver en todos ellos la consternación de su historia y por ello sacó una fotografía de uno de sus bolsillos y se la tendió a Saga – Se llamaba Kaia... antes de morir me dijo que debía venir aquí, me mostró un mapa y cómo debía entrar y que si tenía problemas… hablase con mi padre: el Patriarca del Santuario.

Al cabo de unos segundos de silencio, fue Shion quien se puso en pie para ser él quien tomase la foto que Eiri tenía la mano pues Géminis había quedado sumido en un estado de shock en el que ni siquiera era capaz de parpadear. Mientras toda la atención se centraba en la mujer que aparecía en la imagen, Piscis Australis hizo cuentas echando el tiempo quince años atrás. Ese tiempo se ubicaba en plena rebelión de Saga, un tiempo del que el guardián de la tercera casa no se enorgullecía por lo que la actual líder de los Caballeros de Atenea presintió que la reunión no terminaría bien. Inquieta, miró a Elektra, a Tara, buscando apoyo en ellas pero ambas mujeres se encontraban en una situación similar a la suya. Nadie sabía cómo actuar:

- ¿Saga? – preguntó Shion, mostrándole la fotografía desde más de cerca.

- Lo siento… n-no la recuerdo…– murmuró entonces el Patriarca.

Piscis Australis sintió cómo el alma de Géminis se rompía de dolor no solo por rememorar aquellos tiempos sino porque realmente aquella situación había sido peor que un jarro de agua fría. Saga había cometido muchas locuras en su pasado y tratado con demasiada gente en su soledad; resultaba obvio que la madre de aquella chica no había resultado más que un número entre las sábanas de los aposentos del templo:

- Pero tú… ¿tú fuiste el Patriarca de este lugar hace quince años? – preguntó Eiri, confusa.

- L-Lo fui.

- ¿Pero entonces…? ¿Por qué no la recuerdas? E-Ella me dijo que… – La chica entendió de repente y sus ojos reflejaron la misma emoción que el propio interior de Saga – Oh, ya entiendo… no fue más que una… más ¿no es así, señor Patriarca?

La frialdad de sus palabras congeló por otro instante la habitación trayendo consigo un silencio pesado y asfixiante. 

"Y aquí empieza la diversión..." pensó Elyn soltando un suspiro.

Los ojos del Patriarca y su hija no cortaron su conexión aunque estaba claro que ambos habrían dado su alma por poder romper el vínculo que los unía. Fue Saori, que no había gesticulado ni opinado al respecto la que se levantó de su silla y se acercó a Eiri, ayudándola a desconectar finalmente del contacto con Saga. Su sonrisa y cosmos ayudaron a calmar los ánimos de la habitación y su voz, sonó como una celestial entonación que relajó los cuerpos de los presentes:

- Es tarde, este es un tema muy delicado y esta chica estará cansada, hambrienta y lo último que necesita es una nueva carga de emociones. Por favor, os sugiero que cancelemos la reunión y la retomemos mañana con una mayor concentración.

Todos asintieron, aliviados por las palabras de la diosa. 

- Gracias por su consideración… señora Atenea pero no será necesario hablar de esto mañana.

Los ojos claros de Saori se posaron de nuevo sobre los de la chica, alzó suavemente una mano y acarició su blanquecina cabellera para calmarla usando un poco de su propio cosmos sagrado. Al cabo de unos segundos, Elektra se vio en la obligación de cargar el cuerpo de Eiri que había caído en un ligero sueño:

         - Llévala a tu casa, Elektra... nosotros pondremos mientras tanto un poco de orden.