Resurgir.

         Un punto de luz se fue haciendo cada vez más intenso en la absoluta oscuridad en la que se hallaba, un atisbo de esperanza que poco a poco fue otorgándole lentamente la posibilidad de volver a sentir a su alrededor. Vitani notó algo frío su lado izquierdo pero a su vez, se encontró disfrutando de la sensación que su cuerpo experimentaba por ello. Debido a que el hecho de llegar a aquel punto era bastante lento, la muchacha trató de recordar qué la había llevado a aquel estado:

“Ah sí… Huí del Santuario y me atacaron pero… ¿llegué a morir? ... ¿quién podría sobrevivir a lo que yo experimenté? Ni siquiera mi padre que era fuerte y resistente pudo soportar apenas un golpe en la cabeza... Pero entonces… ¿dónde estoy?”

Poco a poco, sus sentidos se fueron despertando pudiendo percibir el calor del lugar en el que estaba, el aroma a rosas que inspiraba de vez en cuando o el repetitivo pitido de una máquina.

“¿Un hospital? ¿Estoy viva?”

Instintivamente, quiso abrir los ojos y la luz se hizo mucho más amplia. A los pocos segundos, Vitani empezó a disipar algunos detalles aunque el peso de sus párpados pareció agotar toda la fuerza que necesitaba incluso para pensar.

“Ya lo averiguaré… más tarde.”

***

Cuatro días, casi cinco, tardó en conseguir abrir los ojos y distinguir dónde estaba. Efectivamente, se trataba de la habitación de un hospital, un lugar blanco y tranquilo por el que entraban los rayos del sol casi todo el día; había dos jarrones de rosas rojas que siempre estaban en su mejor momento, olían de maravilla y su fragancia, unida al cálido roce del sol en su piel, consiguieron calmar en todo momento su confuso corazón. Sin embargo, tomar conciencia de su cuerpo y recuperar las fuerzas trajo consigo una cantidad de noticias que le costó demasiado procesar: la primera, la que la mantuvo en estado de shock durante unas cuantas horas, fue descubrir que había perdido el brazo izquierdo y que este, había sido sustituido por una prótesis mecánica sin piel ni uñas, solo hierro, engranajes y un extraño olor aceite. Le siguió conocer que había sido Milo quién había llegado a socorrerla justo a tiempo seguido de un tal Mu que la tele transportó a la unidad de cuidados intensos del hospital de la Fundación Graad pero el escorpión, se había quedado enfrentando a los atacantes y ahora, aguardaba por un castigo ejemplar por parte de Atenea y Hades ya que bajo la tregua que la diosa mantenía, estaba totalmente prohibido matar a ningún integrante de los demás bandos. Por consecuencia, como Milo había acabado con la vida de tres espectros, tan solo la declaración de la chica evitaría la ejecución del guardián de la octava casa:

- ¿Qué… necesitas de mí?

- Personalmente, no necesito mucho para saber que Milo actuó preso de la histeria – dijo el Patriarca, Saga de Géminis – pero Hades deberá cerciorarse de lo que ocurrió esa noche entrando en tus recuerdos y comprobando por si mismo qué sucedió.

- ¿Hades…? – La voz de Vitani se apagó pero Saga supo que la chica quería seguir aquella conversación de modo que esperó con suma paciencia – Ah sí... esto… no es un sueño ¿verdad? El cosmos… los dioses…Todo esto de las costumbres griegas es… es verdad ¿no es así?

Saga asintió con lentitud, para él era fácil afirmar algo como aquello pues había vivido toda su vida en el Santuario y sus compañeros habían llegado allí a la temprana edad de cinco o seis años cuando aún la realidad no está asentada en su interior… pero Vitani era la primera en llegar al Santuario habiendo tenido una vida completa y con una edad en la que ya se sabía distinguir qué era cierto y qué un cuento de hadas por lo que aceptar el estilo de vida de un Santo de Atenea debía de ser algo complicado:

- Tu brazo es una prueba de ello.

- Tsé, menudo ejemplo... es solo un trozo de hierro que pesa y no se mueve.

- Eso no es verdad. – Saga sonrió ante la sorpresa que generaron sus palabras en la muchacha – ¿Has tratado a levantarlo?

- ¿Cómo?

- Solo hazlo.

Vitani parpadeó, atónita ante lo que escuchaba. Clavó sus ojos rosados en la prótesis, si aquel que la observaba, el más alto mando del Santuario, opinaba que mover el brazo era algo tan simple ¿por qué no creerlo? Tragó saliva y trató de desplazarlo pero no ocurrió nada y la desilusión atravesó su rostro, el Patriarca se estaba riendo de ella:

- Mentiroso…

Saga se puso en pie y de repente, lanzó su puño contra la cara de la chica. Soltando un grito, ella se protegió por inercia, cerrando los ojos y al abrirlos, descubrió que Saga había retirado el puño, ni siquiera la había rozado pero su atrevimiento había bastado para que los dos brazos de la chica se movieran a la vez. Vitani contempló estupefacta como su brazo izquierdo se sentía igual que el suyo propio, había notado el aire al alzarlo y la suavidad de sus dedos rozándose entre sí:

- ¿Cómo…?

- Deja de preocuparte tanto, Vitani. – Saga volvió a sentarse, con aire tranquilo y manteniendo su media sonrisa – Ese brazo está hecho de un material especial que durante estos días se ha ido familiarizado con tu cosmos interior y reaccionará igual que tu propio brazo pero deberás permitir que el flujo de tu cosmos no sea forzado.

- Y ¿cómo hago eso?

- Forma parte de ti, debes recordar que ahora es tu brazo y que actuará como tal por tu propio instinto, pero si te quedas pensando lo que es o sientes que no te pertenece, entonces no se moverá porque romperás el contacto.

- ¿Y cómo quieres que lo haga? Míralo, es mecánico… claramente no es mío, yo… yo quiero mi brazo…

- Lamento decirte que eso no fue posible debido al desastroso estado en el que lo dejaron y debido a la urgencia que requería tu estado... no pudimos conseguirte algo más acorde a tu apariencia.  

La chica trató de recordar vagamente aquella escena pero no encontró ninguna emoción traumática en su interior a pesar de las imágenes que visualizaba en su mente, era como si las escenas se tornaran borrosas y los sonidos se apagaran para dar paso a una extraña sensación de tranquilidad:

- Te hemos… suavizado los recuerdos. No merecías tal agresividad en tu subconsciente.

- Gracias… supongo.

- Quiero preguntarte algo, Vitani, y te pido que respondas con total sinceridad. – La muchacha tragó saliva mientras el corazón amenazaba con salírsele del pecho – ¿De verdad quieres permanecer en el Santuario?

- ¿Acaso crees que con “esto” puedo llevar una vida al margen del Santuario? – respondió ella amargamente al cabo de un instante de duda.

- Ese problema tiene solución pero necesito saber a qué atenerme contigo. Yo soy la mano ejecutora de Atenea y he de estar al tanto de todo lo que sucede dentro de su territorio. Necesito saber si quieres formar parte de nosotros o no para que la tregua que tanto le ha costado a los dioses conseguir no se vea afectada de esta forma. Esto que ha ocurrido es muy grave y puedo perder al actual caballero de oro de Escorpio, un guerrero muy valioso en un enfrentamiento y un amigo. Solo por no saber qué quieres hacer. 

- ¡Pero eso no es mi culpa, fueron ellos quienes me atacaron! 

- De eso no me cabe duda pero por desgracia, los dioses opinan de diferente forma y de haber sucedido a la inversa sé que Hades no habría tenido ninguna compasión. - El rostro de Saga perdió la sonrisa que había mantenido hasta ese momento, pensar las consecuencias de la escapada de la niña le revolvía el estómago pero debía ser él quien hablase primero con ella pues al fin y al cabo, él era un humano y entendía mejor a los de su raza. 

- ¿Qué pasará si decido marcharme?

- Que tendrás una nueva vida al margen de todo esto.

- ¿Te dará igual si me voy? ¿De verdad?… ¿acaso... no he nacido bajo…?

- Bajo el cosmos de Escorpio, si. Eso es lo que dicen las estrellas pero no deciden tu destino, yo nací bajo la estrella maldita de Géminis y al final, conseguí redimirme de todos mis pecados. La vida de los Caballeros de Atenea no es fácil, quizá ahora que los enemigos son una minoría es algo más sencillo pero… Milo está esperando en una celda a que se decida si vive o muere por amenazar la tregua que pactaron los dioses, su destino quizá no era ese pero, él lo decidió así y pagará las consecuencias de sus actos. Así se nos trata a los servidores de Atenea.

- “Un maldito peón al servicio de Atenea”... ¿verdad?

- Bueno... no es que sea la mejor forma de decirlo… aunque es la verdad. Los humanos somos insectos al lado del poder de Hades o Atenea pero nuestra diosa vela por nosotros en la medida de lo posible. No te voy a mentir, Vitani, vivir en el Santuario implica riesgos, dolor y sacrificio; algo que no vas a necesitar en el mundo real. Yo te doy la opción de elegir a qué mundo quieres pertenecer pues a mí pues nadie me la entregó y siempre me pregunté cómo habría sido mi vida si hubiera cogido a mi hermano y nos hubiéramos escapado... Tú eres libre de seguir el camino de las estrellas o el que tú quieras sobre escribir, pero te pediré lealtad a aquello que escojas, por tu bien y el de los demás. 

***

Sentir la conciencia de Hades en su interior fue algo extraño, más aún cuando su subconsciente le decía que aquella mujer (para su gran sorpresa) estaba descubriendo más de lo que ella recordaba así que esperó que dicha eminencia pudiera ser capaz de ver más allá de la manipulación de sus recuerdos. Cuando acabó la sesión, sus ojos se cruzaron un segundo: Vitani vio en ellos lo más parecido a la nada, una profundidad sin límites junto a un vacío que no fue capaz de explicar. Tras ese momento, Hades se alejó de su lado y encaminó sus pasos hacia la puerta:

- Podéis liberar al Caballero. – dijo solemnemente en un susurro cuando pasó por el lado del Patriarca.

         Saga, que vigilaba el encuentro de la diosa del Inframundo con la muchacha en cuestión, le dedicó tan solo una reverencia, sin hacer un solo comentario verbal al respecto. Una vez se quedaron solos, Vitani y el Patriarca sonrieron, de medio lado, conformes con la sentencia.