Vitani necesitó unos
cuantos días más en el hospital de la Fundación Graad para recuperarse por
completo. Su decisión final fue quedarse en el Santuario por lo que, cuando
recibió el alta, fue llevada de manera oficial ante el Patriarca y Atenea: Elyn
la presentó como la futura Caballero de Escorpio y ella, juró lealtad hacia su
nueva diosa. Como todo, aquella ceremonia parecía una obra teatral
perfectamente estructurada, el interior del templo de Saga era digno de las
películas de la antigua Grecia, la solemnidad de las palabras de Elyn y ella
misma, sonaban propios del pasado aristócrata por lo que Vitani pronto descubrió que no se
le daba nada mal integrarse en aquel mágico entorno. Sin embargo, también había
cosas que le recordaban que lo que estaba viviendo era una realidad como la unión de su piel con el brazo mecánico, le escocía, le molestaba y
por supuesto, le recordaba que no era el suyo propio.
Pero sin duda, lo peor fue
entrar de nuevo a la casa del templo del escorpión. Milo no la recibió como la
primera vez pero tampoco fue de extrañar, Vitani y Elyn lo descubrieron dormido, tirado en el sofá y con un
par de vasos volcados sobre la mesa baja del salón junto a una botella vacía de
whisky. Piscis Australis carraspeó mientras Vitani soltaba el bolso de viaje
que le habían llevado al hospital para guardar todo lo que la había acompañado
en sus aburridos días de recuperación. Milo se despertó de golpe y al
incorporarse, su cuerpo se balanceó hacia los lados:
- ¿Estás de resaca? –
preguntó Elyn alzando una ceja.
- ¿Qué hora es?
- Las doce y cuarto.
- Joder...
- Hola, Milo...
La voz de Vitani tensó a
Milo que por algún motivo, no había reparado en ella. Inconscientemente, los
ojos azules de Escorpio se movieron hacia el brazo artificial de la chica y una
expresión de horror se dibujó en su rostro; Vitani se sintió incómoda pero
aguantó la mirada con orgullo ya que a partir de ahora tendría que hacer frente
a aquel tipo de comportamientos sin dar explicaciones:
- Hola... L-Lo
siento, yo… me olvidé de…
- Sí, sí, sí. – Cortó Elyn –
Te olvidaste de tener control, de irte a la cama temprano y de ser un caballero
a pesar de saber que h…
- Déjale, por favor. – Dijo
entonces Vitani con calma, controlando su respiración para no alterar el
ambiente en la habitación – Gracias por tu ayuda, Elyn, de verdad, te lo
agradezco mucho, puedes marcharte ya.
- Si me necesitas, sube
hasta Piscis ¿de acuerdo? – Australis
pasó un brazo por encima de los hombros de Vitani y la atrajo hacia sí, la besó
en la frente y luego miró a Milo de arriba a abajo. – Bienvenida a casa.
Milo desvió la mirada,
aceptando la camaradería de la finlandesa con la hermana de Camus, aceptando
que sería algo que él jamás tendría con ella después de lo ocurrido.
“Ojalá
el cubito se hubiera quedado a dormir esta noche…”
Al quedarse solos, la
tensión podía cortarse con un cuchillo. Parecía haber un abismo entre ambos a
pesar de que los dos, ansiaban dirigirse la palabra. Vitani fue la primera en
dar un paso al frente, estaba claro que Milo no
tenía ni idea de cómo enfrentar la situación:
- Saga me dijo que… tú me
salvaste. – la chica tragó saliva, midiendo que la pronunciación de sus
palabras en inglés fuera más… acorde al nivel de Milo – Gracias por buscarme y
tomarte la molestia de…
Escorpio la agarró del brazo
mecánico y la atrajo hacia su cuerpo antes de terminar la frase para abrazarla con fuerza. Vitani no supo qué hacer en aquel momento, que Milo la tomara entre sus brazos fue algo que no hubiera esperado ni en sus
mejores sueños… Él era mucho más alto que ella, tenía los músculos bien
marcados y el olor que le llegó en su primera
inspiración fue letal: Milo olía de maravilla a pesar de haber pasado la noche
bebiendo y durmiendo en el sofá. Era cálido y agradable pues el latido de su
corazón quedaba a la altura perfecta. De repente, Vitani se vio con la guardia
baja y las emociones que había acumulado los días anteriores empezaron a
aflorar. Sus manos buscaron el borde de la camiseta de Milo para aferrarse a
ella ya que ahora él era su única familia:
“Perdóname, Vitani” dijo el escorpión usando el cosmos para
comunicarse con ella pues se veía incapaz de articular palabra en voz alta, no
solo porque el mero hecho de pensar en lo que le había pasado a la muchacha
había sido una desgracia sino porque su corazón sentía que todo había sido por
su culpa “Prometo que a partir de ahora,
cuidaré de ti como de la mismísima Atenea…”
- No será necesario, Milo –
la chica se echó levemente hacia atrás, separándose de aquel que todavía la
abrazaba – Quiero aprender a protegerme por mi misma.
“Pero…”
- Al final tuviste razón. Morí al
igual que toda mi familia pero supongo que Hades no quiso
permitirlo hasta saber la verdad. Si hubiera sabido defenderme, si hubiera sido
alguien como tú… quizá hubiera conservado el brazo o podría haber pedido ayuda a
través del cosmos. Tú no tienes la obligación de protegerme, tú tienes que enseñarme... aunque sea empezando a cocinar.
Milo descubrió ante él una
guerrera de los pies a la cabeza, una chica que por fin estaba dispuesta a
vivir valiéndose de su propio poder y fuerza; de repente, aquella muchacha era otra muy distinta a la que discutió con él durante el fin de semana. Encerrado
en la celda a la espera de saber su destino, imaginó una y mil veces el cómo
sería volver a enfrentar a Vitani prometiéndose a sí mismo el consentirle todo lo que quisiera
con tal de compensar el daño que le había ocasionado pero ahora lo único que
quería era hacerla morder el polvo para verla levantarse usando el orgullo del
escorpión que corría por sus venas:
- Ve a soltar tus cosas… –
acabó diciendo el octavo guardián en un nefasto pero fluído inglés – Estos días… he estado remodelando la casa y tienes tu
propia habitación.
***
Cuando Vitani entró en su
cuarto, dejó caer el bolso de viaje en el suelo con una expresión que mezclaba
la ilusión y el desconcierto: no era muy grande pero las paredes estaban
pintadas en un tono crudo por lo que la sensación de amplitud era maravillosa.
Los muebles eran blancos, al igual que la colcha de su cama pero como detalle
especial, la habitación contaba con una ristra de fotos en formato polaroid que colgaban
unos centímetros por encima de la almohada. Curiosa, avanzó hasta ellas y las
comprobó una a una: reconoció a Sira y Shura junto a otro hombre más,
sonrientes y felices; en otra fotografía estaba Elyn al lado de una atractiva
mujer de cabello celeste en cuya mano se apreciaba una rosa, también había un
niño que podría tener la edad de Sira; en otra reconoció a Saga y su gemelo;
también a Mu, Shion y un chico de cabello zanahoria compartiendo la misma expresión de los
anteriores… Así hasta completar doce fotos, una por cada casa zodiacal y que,
con total seguridad, presentaban a los Caballeros que las conformaban y
que poco a poco iría conociendo. Buscó a Milo en la octava posición. Lo halló
serio, desganado y un tanto melancólico; seguramente quien hubiera ideado
aquella sorpresa lo había obligado a tomarse la foto para ella. Por el contrario,
ella si sonrió tras apreciar el esfuerzo de su compañero de templo.
Sin perder más tiempo recogió el bolso, abrió el armario y tras comprobar que toda la ropa que había
dejado en Finlandia estaba perfectamente colocada, añadió lo que había guardado
del hospital. Para terminar, se colocó unos leggins oscuros y una camiseta
ancha que usaba como pijama, cepilló su cabello y se dispuso a salir de su
cuarto cuando descubrió que en una esquina del escritorio se hallaba la cámara
polaroid con un post-it que ponía en su idioma natal: Bienvenida a tu nueva
familia.
Parpadeó atónita, desconocía
quién había comprado la cámara o quién sabía finlandés como para haberle dejado
la nota pero sí supo qué primer uso darle: Corrió al salón en busca de Milo esperando
encontrarlo allí pero cuando llegó, no había nadie.
Un delicioso aroma llegó a
su olfato desde la cocina y cuando quiso dar un paso al frente para descubrir
de qué se trataba, vio que el guardián de la octava casa aparecía con dos
platos en la mano:
- ¿Me has… hecho la comida?
“La
hice para los dos.”
Vitani observó cómo Milo
soltaba los platos en la mesa: espaguetis a la carbonara. En aquel instante la
chica sintió que se le aguaban los ojos, había echado tanto de menos comer como
una persona normal que el mero hecho de saber que había comida casera en la
mesa la conmovió. Sin moverse del sitio, vio como Escorpio traída dos latas de
coca-cola y se sentaba, un almuerzo simple pero que de repente se le hizo de lo
más especial:
“Veo
que has encontrado la cámara.”
- ¿Eh…? ¡Ah, sí! V-Vi todas
las fotos. M-Muchas gracias por el detalle.
“Dáselas a Afrodita, fue idea suya.”
- M-Me gustaría cambiar
una foto… ¿sería posible?
“Claro, cualquiera querrá posar de nuevo para ti.”
Ante tal respuesta, Vitani
se colocó al lado de Milo y alzó la cámara:
- Entonces vamos allá. – No obstante,
antes de darle al botón para tomar la foto, la chica dudó un segundo - Espero que estés
sonriendo.
Pero ella no obedeció su propia orden sino optó por mirarse la punta de la nariz y salir en la
foto bastante más desfavorecida de lo que era en realidad. Pulsó el botón y un
clásico “Clik” dio por concluida la acción. La chica movió enérgicamente la
foto mientras miraba a Milo, esperando ver su reacción cuando se viera tan
divino al lado de una chica que había puesto cara de idiota. La travesura la
había aprendido de Sira cuando la pequeña estuvo en su casa hacía poco menos de
un año. Minutos después, la foto quedó revelada y al verse, ambos se
echaron a reír a carcajadas descubriendo que los dos habían optado por hacer
exactamente lo mismo. La pareja aparecía algo descentrada, con los ojos bizcos y
una mueca repleta de diversión, ninguno lo admitiría en voz alta pero sabían que aquella
imagen los retrataba a la perfección:
“¿Quieres repetirla?”
Vitani negó con la cabeza. Imposible, aquella se había convertido en su fotografía favorita y no la cambiaría por nada del mundo.