- ¿Eso no es… trampa…? –
preguntó la pelirroja.
- ¿Cómo dices?
- Es favoritismo ¿no?…
El entrenarme fuera de las horas establecidas por el Patriarca ¿eso no es hacer
que tome ventaja con respecto a los demás?
Elektra observó cómo Elyn y
Afrodita compartían miradas de sorpresa, ella no entendía del todo por qué pues
lo que había dicho era cierto: si alguien la veía al lado de su maestra
entrenando en un horario que no cuadraba con el establecido podría deducir que
le estaban dando un trato especial, más personalizado, y no quería que nadie
desmereciera su esfuerzo por ser la mejor del grupo de aprendices:
- Eres Elektra ¿verdad? –
quiso saber Piscis. La chica asintió – Llevas varios días sin acudir a la
instrucción ¿no es así?
Una vez más, la pelirroja afirmó
con la cabeza:
- Digamos que... es perfectamente
plausible que tu maestra haya venido a ver cómo estás, a echarte la bronca por preocuparla
y hacerla buscar un hueco en su ajetreada agenda para venir a verte; y además, enseñarte la cantidad de cosas importantes que te has perdido en su
entrenamiento. – Afrodita no hablaba en serio, se le podía notar en la voz y en
los gestos que hacía – Pero… si ese no fuera el caso, porque todos sabemos que a Elyn no
le sirve de nada una agenda... Yo, Afrodita de Piscis, considero oportuno que
tengas en cuenta ciertos consejos para mejorar tu rendimiento; seas o no una
Caballero con armadura. Para colmo, mi aprendiza propia también necesita un repaso de
sus movimientos así que ¿qué me impide pasar la tarde enseñándoos a ambas?
- A usted nada, señor. Tan
solo quería… asegurarme de no estar causando problemas.
- Vale. Vale. Regla número
uno: háblame de “Tú”. En serio, creo que envejezco doscientos años si me llamas
así y bastante tenemos con Shion y Dohko.
- Le estás pidiendo
demasiado, Dita. – añadió Elyn echándose a reír mientras se quitaba la camiseta
y se quedaba en sujetador, al hacer tan buen tiempo la chica iba en pantalón
corto así que no necesitó desvestirse más. También se quitó los zapatos y se
recogió el pelo en una coleta – ¿Tengo que calentar o vas a ser suave?
- Calienta, calienta…
mientras terminaré de aclarar algunas cosas con Elektra.
***
Conforme el tiempo pasó, el
rostro de la pelirroja dejó de arder de vergüenza y poco a poco, se acostumbró a las
indicaciones del Caballero de Oro aunque en más de una ocasión, fue reprendida
por estar pendiente de otras cosas; concretamente, del movimiento y forma del
pecho de Elyn. Nada escapaba a la más que entrenada mirada azulada de Afrodita,
que por llamar la atención de Elektra, llegó a opinar libremente sobre el
cuerpo de Australis:
- Todos sabemos que está de
toma pan y moja, pero céntrate, o la obligaré a ponerse con la armadura.
La amenaza era falsa,
Elektra lo sabía pero aún así se obligó a sí misma a concentrarse en el
entrenamiento, quizá porque en el fondo, quería seguir viendo de reojo el espectacular
cuerpo de Elyn sudar y someterse a los mismos ejercicios de ella. Debido a la
cantidad de estrés que había sufrido cuando perdió los nervios días atrás, no
se había parado a observar con detenimiento las curvas de Australis: estaba
increíblemente tonificada, todos los músculos se le marcaban pero de una manera
tan sutil que de vez en cuando, un escalofrío la sorprendía. Además de tener un
cuerpo espectacular y un control del cosmos que ya quisieran muchos grandes
guerreros, Elyn era preciosa cuando se reía. Elektra sentía que no podía dejar
de mirarla, quizá porque llevaba varios días sin verla y porque el último
encuentro había creado entre ellas una extraña relación pero desde luego, aquel
carácter que la Caballero de Plata mostraba frente a Afrodita no era el mismo
que dejaba ver cada mañana al entrenar a sus aprendices. Aquella Elyn era
cálida, risueña y hasta divertida; una chica de su misma edad que no dejaba de
actuar como tal cuando se encontraba rodeada de gente de confianza:
- ¿Puedo saber hasta dónde has
enseñado sin que “sea trampa”?
Elektra sonrió aunque la
máscara no dejó que nadie lo viera:
- Son capaces de cambiar las
emociones que le transmite el cosmos, ya sea enemigo o aliado. Pero todavía no
saben dejarse llevar por el instinto para defenderse o atacar.
- Yo creo que si tienen el
nivel de Elektra… podrías empezar a trabajar en ello.
- No estoy segura todavía, Afrodita.
- Hagamos una prueba. Ponte allí,
lejos y avanza tan solo esquivando.
Elyn caminó unos veinte
metros, cerró los ojos y esperó a que Afrodita iniciara el ejercicio: era
sencillo, Piscis materializó una rosa blanca entre sus dedos y
la alzó hacia arriba, desojándola en el acto. Cada pétalo avanzó en una
dirección diferente pero todos pasarían por el trayecto que Australis
debía recorrer. La Caballero de Plata inició el camino al frente, esquivando cada pétalo con suma facilidad unido a una belleza y delicadeza asombrosa, como si se moviera al son de
una balada o sus pasos estuvieran reducidos a cámara lenta:
- Ahora es tu turno,
Elektra, aunque tú puedes hacerlo con los ojos abiertos. Tan solo debes
convertir el cosmos que desprenden los pétalos en uno enemigo y evitar que te
toquen. ¿Entendido? Esta es la clave para derrotar a tu maestra – Afrodita rió
al pronunciar aquellas palabras – pero te advierto que aunque lo sepas… te será
imposible hacerlo si no eres capaz de hacer este ejercicio con la misma
suavidad que Elyn.
La pelirroja inspiró hondo,
era la segunda oportunidad que se le brindaba para impresionar a Piscis. Tenía
dos opciones: hacerlo con los ojos abiertos y dejar patente que era de rango
inferior aunque su resultado fuera óptimo o imitar a Elyn y arriesgarse a fallar en el intento por haber ido en contra de las recomendaciones de un Caballero de Oro.
Se decantó por la segunda opción.
Eran pétalos de rosa, su movimiento era
fluido y tan solo tenía que evitarlos, no parecía una tarea complicada de modo que se
colocó en posición y aguardó a que Afrodita repitiera el acto de deshojar la
rosa; una vez lo hizo, cerró los ojos, cambió el sentido del cosmos y dio un
paso al frente. La teoría era mucho más fácil que la práctica, sus pasos eran
inseguros haciendo que su avance no resultara en absoluto tan grácil y elegante
como el de su maestra pero a pesar de ello, sentía a la perfección el irregular
movimiento de cada pétalo por lo que, tras sufrir durante un par de minutos,
llegó a destino habiendo cumplido con su objetivo:
- Maravilloso. – dijo
Afrodita. – Y con los ojos cerrados, debo felicitarte, Elektra.
El calor volvió a invadir el
cuerpo de la pelirroja sintiéndose orgullosa de haberse decantado por cumplir
metas más allá de sus creencias. Sin embargo, la voz de Afrodita empezó a
entrelazarse con un pitido que le nubló la vista en cuestión de segundos. Empezó a sentirse mareada, sin fuerzas, pero su auto exigencia le obligaba a mantenerse
erguida creyendo que quizá fuera una recaída por haber pasado tantos días tumbada en la
cama. Quiso aguantar la compostura pero el malestar dobló sus rodillas sin
previo aviso mientras todo su campo de visión se tornaba borroso:
- ¡Joder, Dita! ¿Usaste rosas con veneno? – alcanzó a escuchar porque Elyn se abalanzó sobre ella para evitar que su cuerpo chocase contra el suelo.
- ¡Es la costumbre, lo
siento! Además ¡tan solo ha sido solo un rasguño!
Aquel comentario hizo que su autoestima se viniese abajo, Elektra no había esquivado todos los pétalos. La pelirroja quiso disculparse con Piscis por
no haber podido cumplir con las expectativas pero antes de que pudiera abrir la
boca, el mundo que la rodeaba se volvió negro y su cosmos, pareció evaporarse
por completo.
***
Cuando se despertó de nuevo,
la luz de una vela iluminaba toda su habitación. Inconscientemente, Elektra se
incorporó en la cama y descubrió que su cuerpo ya no se sentía tan cansado,
pesado o sin energía; al contrario, tenía la impresión de haber recuperado
fuerzas tras haber descansado. Era obvio, los días que precedían a aquel
momento los había pasado sin conocer el paso del tiempo, cerrando los ojos por
agotamiento y despertándose para dejarse llevar por la pena:
- Ten, bebe esto.
Al girar la cara, descubrió que Elyn estaba a su lado y
sostenía entre sus manos una taza humeante que olía de maravilla. Elektra
adoraba las infusiones por lo que no le hizo ascos a la que su maestra le
entregaba. De manera instintiva, se llevó la mano a la cara para
retirarse la máscara… El corazón se le detuvo al percatarse de que no la tenía puesta. Nerviosa, se giró para buscar con la
mirada al Caballero de Oro que había pasado la tarde ayudándola con el entrenamiento:
- No te preocupes, estamos
solas. Para cuando te quité las máscara, Afrodita ya se había ido.
Algo más relajada, la
pelirroja tomó un sorbo del líquido que había en el interior de la taza. Aún
con el fabuloso aroma que desprendía, el sabor del té no tenía comparación con
nada que hubiera probado antes: se trataba de una completa delicia que no solo
estimuló sus papilas gustativas sino que también consiguió que se sintiera
mejor anímica y físicamente:
- ¿Qué es? – le preguntó a
Elyn.
- El antídoto para el veneno
de las rosas de Dita. Otro día vendrá a disculparse en persona por su error.
- No es necesario… sé que ha sido
sin querer. – Las dos se miraron, iluminadas tan solo por la anaranjada luz de
una vela – Sabes que tengo luz en mi casa ¿no?
Elyn se echó a reír sin
poder contenerse. Una risa cantarina que encandiló por completo a Elektra:
- Sí, sí… lo suponía. Pero
es una vela de incienso, también tiene ciertas cualidades curativas que
combinan muy bien con la infusión. Para que te mejores más deprisa.
- G-Gracias... ¿También es de Afrodita?
- Es un remedio de Shaka. Tengo recursos de todos lo Caballeros de Oro.
La chica de cabello verdoso se
sentó en el borde de la cama, clavando sus ojos violeta en los de la pelirroja. El tono
de la habitación hacían de Elektra, si cabía, una mujer más hermosa de lo que ya le parecía: Su
cabello rojizo, sus ojos de color rubí… su tierna y nerviosa expresión al
sentirse observada. Elektra parecía mucho más niña de lo que era en realidad cuando se
dejaba ver con su auténtica personalidad y no la que se obligaba a mantener de
cara a la galería. Australis se derretía por ella, porque en el fondo sabía que
ella era la perfecta candidata para quedarse con una armadura como Caelum.
Mientras tanto, Elektra también se había quedado prendada de los ojos de su
maestra, una chica de su edad que en realidad, daba la sensación de llevarle
años de ventaja en todo lo que hacía. No la enviaba pero tampoco entendía por
qué alguien como Elyn conseguía removerle el interior de aquella manera. Era
todo lo contrario a lo que solía gustarle: era infantil, prepotente, inexpresiva… o
al menos eso había creído hasta esa misma tarde en la que la Caballero de Plata
había resultado ser todo lo opuesto, como aquella mañana en el coliseo...