Tal y cómo Piscis Australis había previsto, Elektra no volvió a aparecer por el Coliseo para continuar con el
entrenamiento. Ninguno de sus compañeros se preocupó lo más mínimo debido al
pequeño altercado entre la pelirroja y Ram el día anterior y Elyn fingió no
verse afectada por la ausencia de la chica mostrando durante toda la jornada una
expresión neutral, una máscara ficticia en la que se escudó para no dejar a la
vista la recién adquirida debilidad por una de sus alumnas. Sin embargo, la más
aventajada de los aprendices no solo faltó al día siguiente, los días fueron
pasando y nadie tenía noticias de Elektra:
- ¿Ninguno sabéis dónde vive?
– Preguntó Australis finalmente.
Todos negaron a la vez por
lo que Elyn no volvió a realizar ninguna pregunta sobre ella, volvió a esconder
sus sentimientos tras la serena expresión tan digna de su hermano así que nadie
sospechó que tras aquella tranquilidad, un volcán de emociones amenazaba con
explotar.
***
Bajo la colcha de su cama, y
con todas las ventanas cerradas, Elektra se sentía segura. Desde que se
desplomó en los brazos de su maestra no había salido de su casa, comido algo consistente ni bebido un vaso de agua completo por casi tres días. Las fuerzas que su cuerpo tenía eran mínimas,
las necesarias para salir de su escondite para ir al baño y poco más; las
sábanas, la oscuridad y su máscara eran su mayor aliado para mantenerse a salvo. Era la primera vez que
dicho aniversario le afectaba tanto, o al menos en los últimos años, y quizá se
debiera a que desde su llegada al Santuario nadie había visto el rostro del que
tanto se avergonzaba y que ahora, se veía obligada a mostrar ciertas horas al día.
Desde que entró en su casa
no había hecho más que maldecirse a sí misma. En parte por su pasado, por su
debilidad y lo poco que había avanzado en el ámbito emocional en cuanto a dicho
acontecimiento se tratada; también por haber derrumbado sus murallas frente a
alguien como Elyn que al fin y al cabo, era la culpable de su inestabilidad mental por imponer la
estúpida regla de tener deshacerse de la máscara durante el entrenamiento. Pero
por otro lado… otra sensación recorría sus venas. El cuerpo de su maestra
pegado al suyo había resultado ser un pilar que ahora consideraba
indispensable, no solo el recuerdo de sus caricias y suspiros le provocaba un
escalofrío sino aquel abrazo en el que se había sumido cuando su mente no pudo
soportar más presión. Elyn no era fría y tampoco distante; Australis se
escondía bajo una careta de inexpresividad aunque no fuera tan visible como la
que ella usaba.
***
Al cuarto día, Elektra
decidió que era hora de ponerse de nuevo en pie. Con la escasa fuerza que le
quedaba marchó a la cocina, se hizo un desayuno rápido junto con un batido que iría tomando progresivamente con sorbos cada más largos para recobrar energías. Ventiló las habitaciones una por una, lavó
la ropa y tiró a la basura todo lo que se le había echado a perder en sus días de aislamiento… Pero todos aquellos pequeños gestos renovaron por
completo la energía de su hogar y la suya propia, al menos hasta el año
siguiente en el que a saber qué clase de recaída le esperaba. Unos habían sido
mejores que otros, quién sabía, a lo mejor el año siguiente había conseguido la
armadura de Caelum y había perecido en alguna batalla. Ojalá fuera así. Llevaba
años pensando en la posibilidad de prender fuego a su casa y quedarse dentro.
Total, no sería la primera vez.
Sin embargo aquel no sería el día en que lo hiciera, no hasta que no se demostrara a sí misma que podía revertir el año que había hecho doce años atrás. Al mediodía se obligó a tomar un almuerzo a base de verduras salteadas, un poco de pescado y arroz blanco, no convenía forzar su estómago tras tantos días de escasa inanición pero necesitaba fuerzas para retomar su entrenamiento lo antes posible pues seguramente, habría quedado bastante retrasada en el adiestramiento de Piscis Australis.
Sin embargo aquel no sería el día en que lo hiciera, no hasta que no se demostrara a sí misma que podía revertir el año que había hecho doce años atrás. Al mediodía se obligó a tomar un almuerzo a base de verduras salteadas, un poco de pescado y arroz blanco, no convenía forzar su estómago tras tantos días de escasa inanición pero necesitaba fuerzas para retomar su entrenamiento lo antes posible pues seguramente, habría quedado bastante retrasada en el adiestramiento de Piscis Australis.
Tras un pequeño reposo que
pasó poniendo orden en su armario, Elektra salió al descampado que había a pocos
metros de su casa. Lo hizo ataviada con un top de color negro y un pantalón
corto de licra junto con la máscara sobre su rostro; al llegar a un claro
repleto de suave césped, se descalzó y realizó unos ejercicios simples de
calentamiento bajo el cálido sol de la tarde. Poco a poco fue llevando a cabo
distintas actividades para poner su cuerpo y mente al día para convertirse en un futuro Caballero de Bronce,
dejó la mente en blanco para obligar a su instinto a trabajar de la misma forma
que Elyn le había enseñado, concentró su cosmos para conectar con el exterior y
se movió de un lugar a otro como una delicada mariposa pero asentando golpes
certeros como un águila al agarrar sus presas:
- Si colocas la mano
izquierda justo sobre las costillas, será tu propio puño el que las golpee y no el enemigo con toda su fuerza – dijo de
repente una voz muy cerca de su oído.
Elektra parpadeó al sentir
como una mano se posaba delicadamente sobre la suya para llevarla allí donde
se le había indicado:
- Y si además, consigues
acertar tan solo a un centímetro más arriba, tu golpe será letal.
Al girar un poco la cabeza, la
pelirroja se topó con el maravilloso rostro de Afrodita de Piscis. El Caballero de Oro le indicó
dónde colocar sus extremidades para ser más eficiente en un combate mientras que el olor que desprendía la cautivó en el acto, jamás se había encontrado tan
cerca de alguien como él, el guerrero más hermoso entre las doce constelaciones
siempre le había parecido alguien de ensueño que una persona tan común como
ella no aspiraba a más que verlo desde la distancia:
- Ahora, repite el
movimiento.
La voz de Piscis era
extremadamente aterciopelada, suave y hermosa como las rosas que guardaban el
duodécimo templo y gracias a ello, Elektra sintió la extrema necesidad de obedecer y dar lo
mejor de sí con cada paso. Grabó en su mente las indicaciones de Afrodita: mano izquierda
sobre las costillas, no por debajo; mano derecha un centímetro más arriba, un
golpe rápido y letal. Inspiró y realizó el ejercicio:
- Otra vez.
Elektra repitió el gesto
hasta en cinco ocasiones, dos de ellas casi de manera automática, siempre bajo la
supervisión del Caballero de Oro. En la quinta ejecución, Afrodita dibujó una
media sonrisa y se puso a su lado exactamente en la misma posición. Juntos se
movieron al unísono para hacer el movimiento pero al terminar el ejercicio, la pelirroja alcanzó a
ver que su mano derecha no estaba a la misma altura sino un centímetro más
abajo al igual que su mano izquierda tampoco protegía exactamente sus
costillas:
- Lo has hecho bien las tres primeras veces, aunque un poco lento pero en las otras dos, mucho más veloces en comparación… has repetido el mismo fallo que al principio. ¿Sabes el
motivo?
- Mhmm... ¿Dejé de pensar? – Respondió la muchacha, avergonzada de su error.
- ¿Y cómo te has dado cuenta del error?
- Al
compararme con… usted, señor.
- ¡OH! ¡POR LAS LÁGRIMAS DE ATENEA! –
Exclamó Afrodita fingiendo un ataque al corazón – No vuelvas a hacer eso o me
suicidaré aquí mismo.
Elektra se sonrojó hasta el
extremo de sentir que le ardía la cara bajo la máscara, agradeció una y mil
veces tener la costumbre de realizar su día a día con ella puesta ya que
gracias a eso, había podido ocultar la absoluta vergüenza que sintió no solo
por haber errado en el ejercicio explicado por alguien tan venerable como
Afrodita de Piscis sino por haberlo ofendido con su forma de hablar:
- ¡Elyn! ¿¡A ti también te
llama “señora” cuando los entrenas!?
La aprendiza de Australis se
movió hacia donde el Caballero de Oro había dirigido sus palabras: unos pocos metros
más atrás se encontraba aquella que la instruía para poder obtener la armadura
de Caelum. Elyn de Piscis Australis. Elektra había estado tan absorta en sus ejercicios con Afrodita que
ni se había fijado en que su maestra estaba allí, observando con atención:
- A mí me llama “Maestra”, mis alumnos mantienen esa cordialidad cuando entrenan conmigo. –
contestó la chica acercándose a ellos.
- Que ridícula ¿y de qué te
sirve tanta formalidad?
- Yo no la implanté, fueron
ellos quienes optaron por tratarme así. Al margen del adiestramiento hay
confianza. – Australis guió rápidamente su mirar violeta hacia Elektra y le
lanzó un guiño – Con unos más que con otros.
Pum-pum.
Pum-pum. Pum-pum.
El corazón de la pelirroja iba a estallar.
Uno, porque aún no asimilaba que un Caballero de Oro le estuviera dando consejos. Dos,
había ofendido a Afrodita ser respetuosa. Tres, Elyn había lanzado
una pulla contra ella referente a su encuentro sexual como si fuera lo más normal del universo... Deseó por lo más sagrado
que no le pidiera que se quitara la máscara, no tras saber que su rostro
estaría del mismo color que su pelo:
- ¡Bueno, bueno! – Exclamó Afrodita – Hazme un
favor, que no vuelva a llamarme así. Ahora, realiza el ejercicio y tú, observa.
Australis se colocó en
posición y efectuó el mismo movimiento que Elektra debía mirar con suma
atención. Al finalizar, la pelirroja distinguió claramente en su Maestra la mano izquierda sobre las costillas,
tal y como Afrodita había indicado pero... la mano derecha no fue certera y en una
milésima de segundo, Elyn corrigió la postura antes de que el Caballero de
Piscis le dijera nada:
- Sigues creyendo que tras tantos
años entrenándote no me doy cuenta de cuando cometes un fallo – opinó Afrodita con una sonrisa – ¿Tú lo has
visto, muchacha?
- Ha corregido el último movimiento en una fracción de segundo.
- ¡Muy bien! Tienes buena
vista.
- Es más fácil verlo que
hacerlo.
- No te
menosprecies, eres buena. Es difícil calcular de manera tan exacta los
movimientos. Fíjate, tu Maestra incluso debe corregir el ejercicio aún siendo Caballero de Plata. Es casi imperceptible y es cierto que le habría dado la victoria en una pelea real pero… no es una ejecución perfecta. – Elektra asintió conforme con la explicación pero le daba igual que
alguien como Elyn no fuera capaz de realizar correctamente algo tan “sencillo”,
su obligación personal sería dominarlo lo antes posible – Tengo una idea. Elyn, ponte a su lado, te noto demasiado confiada desde que tienes obligaciones con tus aprendices, así que hoy vais a entrenar juntas.