Murallas.

Los días fueron pasando, consiguiendo progresivamente que los cuatro aprendices se fueran olvidando de los impedimentos que el primer día los hicieron moverse de manera lenta y torpe. Tras un par de semanas, Iris se podía ver incluso sin la máscara más allá de las horas que duraba el adiestramiento con Elyn ya que había descubierto que efectivamente, la regla que en un pasado la habría obligado a enamorarse de Ram o Derek carecía en el presente de cualquier efecto. Por su parte, Elektra sí que continuaba llevándola fuera del Coliseo pero su eficiencia como guerrera no se había vuelto a ver afectada: se había convertido en la mejor del grupo con diferencia y aunque Elyn no sabía si se debía a que se había adaptado a mostrar su rostro o a que simplemente se dejaba llevar, el resultado era magistral. Su dominio del cosmos era excepcional así como sus movimientos en combate y defensa por lo que la Caballero de Piscis Australis pronto empezó, sin darse cuenta de ello, a fijar sus ojos en ella mucho más que en el resto de sus compañeros.

El cuadrante aprendió rápidamente a complementarse unos con otros, comprendiendo en todo momento lo que sus aliados necesitaban para hacerse con la ventaja de las diferentes pruebas que Elyn les preparaba. Poco a poco, la dificultad también fue aumentando pero Australis lo hizo de manera tan delicada que ninguno se dio cuenta de sus progresos hasta que llegó el día en que se enfrentaron en equipo a otros aprendices que llevaban años portando armaduras de bronce. La confianza de los chicos con su maestra también fue haciéndose cada vez más notable: Iris, Ram y Derek entendieron cuándo y dónde podían bromear con Elyn, encontraron momentos en los que sugerirle que saliera con ellos por Rodorio, y también a mantener el respeto en cada entrenamiento o cada vez que la mirada de la Caballero de Plata se afilaba en una clara señal de molestia. 

Los aprendices consiguieron ser un verdadero equipo en muy poco tiempo. 

Quizá por ello, el día que Elektra perdió los nervios por quedarse la última en varios ejercicios ninguno optó por prestarle demasiada atención; soportaron estoicamente sus indirectas, sus comentarios de mala perdedora e incluso, los intentos de hacer trampa para imponerse sobre los demás.

No obstante, y como era de esperar, el jovencísimo Ram fue el que le plantó cara cuando su comportamiento se hizo insoportable:

- Te estás pasando de la raya, Elektra.

- Oh, vaya ¿te ha molestado lo que hice? ¡Lo siento, pequeño bebé! Vete a llorar a otra parte.

Furioso por tal comentario rebosante de soberbia, Ram dio un paso al frente dispuesto a enzarzarse en una pelea con su compañera de entrenamiento pero la voz de Elyn detuvo cualquier tentativa de agresión entre ambos. No se necesitó demasiado, ni siquiera la Caballero de Plata tuvo que pronunciar sus nombres para que los dos terminaran su conversación e incluso su contacto visual. 

El resto del adiestramiento se llevó a cabo como los días anteriores, sumando siempre alguna queja por parte de Elektra pero la paciencia de los aprendices fue recompensada al final de la jornada ya que Elyn, consideró que podían disfrutar de una hora más de libertad:

- ¿¡Y yo qué!? – Exclamó la pelirroja.

- Tú has sido una inútil y una maleducada – zanjó Elyn con seriedad – Has fallado en todas las pruebas y para colmo, no has dejado de incordiar a los demás de manera rastrera, así que cierra la boca, Elektra y continúa entrenando.

Australis vio como durante un segundo, los ojos rojizos de la chica flamearon ira pero le dio exactamente igual. No iba a tolerar ni una vez más un comportamiento como aquel así que esperaba que con un poco de “injusticia”, Elektra se pensara dos veces la próxima vez que quisiera molestar con su infantil comportamiento. Los siguientes sesenta minutos pasaron envueltos en un pesado silencio, interrumpido tan solo por la voz de Elyn para cambiar el ritmo o la velocidad a la que su aprendiza debía moverse; sin embargo, a pesar de creer que la escasa concentración de Elektra se debía a la frustración de verse superada por los demás, la chica no mejoró en absoluto los resultados y su actitud inmadura siguió su curso hasta que la pelirroja se vio superada por la situación. Apenas quedaban cinco minutos para terminar cuando la chica se marchó de la arena del Coliseo tras golpear el suelo con los puños por no haber cumplido el tiempo mínimo que su maestra le había exigido.

Australis no podía creer lo que veía, era la primera vez que veía a la aprendiza tan fuera de sí y tan sumamente perdida, ni siquiera el primer día de adiestramiento se había comportado de aquella forma tan pueril. Elyn siguió sus pasos realmente preocupada por el estado de la pelirroja. Mientras corría hacia ella, se fijó en que Elektra caminaba tensa, sujetando la máscara con la mano derecha con una fuerza desproporcionada y se la podía escuchar bufar por cada paso que daba. Cuando ambas entraron en los soportales del Coliseo, Australis agarró la muñeca de la muchacha y la obligó a detenerse:

- Elektra ¿estás bien?

- Estoy bien.

Mentira. Elyn era experta en detectar excusas baratas, principalmente porque Deathmask se había encargado de entrenarla en aquel arte desde el inicio de los tiempos. Cancer tenía la fea costumbre de invertar mentiras cada vez que quería escapar de una situación incómoda y con el tiempo, tanto Afrodita como ella, habían aprendido a detectar la misma pauta en otras personas:

- No sé qué pretendes pero tratando de engañarme no vas a conseguir que te deje en paz.

- De verdad, estoy bien.

- Vete con ese cuento a otra parte, Elektra, a mí no puedes…

De repente, y sin saber por qué, Elyn se encontró apoyando la espalda contra la puerta incrustada en la pared que había a su lado, sumida en un apasionado beso que la tomó por sorpresa. 

Elektra dejó que su frustración fluyera a través de la boca de su maestra, dándole igual el protocolo que, aunque ambas tuvieran la misma edad, posicionaba a una por encima de la otra. Estaba cansada de escuchar la voz de Piscis Australis y aquella resultó ser la forma más efectiva de callarla y de descargar la tensión que llevaba acumulando desde la mañana. Quizá ella también se sorprendió por el beso, no por darlo porque en el fondo Elyn le resultaba bastante atractiva sino porque su superiora se entregó al gesto sin oposición.

La pelirroja buscó con deseo la lengua de Elyn, aprisionando su cuerpo contra el suyo mientras dejaba caer al suelo su máscara de Caballero. Se aventuró a meter las manos bajo la camiseta de su maestra, encontrándose con la tersa piel que reaccionó ante su caricia. Pudo sentir como el vello de Piscis Australis se erizaba allá por el camino que sus manos recorrían y ante tal reacción, la pelirroja se vio incapaz de parar. 

"Qué demonios, al diablo con el protocolo y las buenas formas.

Sin detener el beso que ambas compartían, Elektra abrió la puerta sobre la que Elyn estaba apoyada, le daba igual si se trataba del cobertizo de los materiales de entrenamiento, el baño o los vestuarios pues fuera el lugar que fuera, sería en el que acabaría lo que había empezado: Entraron en el habitáculo en tromba, Elektra aprovechó para retirar la camiseta de su amante. Aquella prenda estorbaba después de haber catado la suavidad del cuerpo de Elyn de la misma manera, que su propia ropa también comenzaba a ser una molestia. 

La rabia contenida en la pelirroja elevaba su temperatura, el líbido se le disparó en el instante en que su maestra gimió entre sus labios consiguiendo que el único pensamiento que atravesara su mente en aquel momento fuera deshacerse en ella. A pesar de ser la hermana pequeña del Mago de Hielo, Elyn demostró ser más ardiente de lo que parecía: le devolvió cada una de las caricias que recibió, desvió su boca hacia el cuello de Elektra mordiendo y lamiendo todo centímetro de piel que encontró a su paso. La pelirroja dejó escapar un entrecortado suspiro y, estremeciéndose ante la cantidad de sensaciones que la lengua de Elyn despertaba en ella, llevó sus manos hasta más allá del ajustado pantalón de su entrenadora. Piscis Australis tuvo que admitir que para ser la primera vez que tenía sexo en una sala a oscuras, se lo estaba pasando increíblemente bien. Ambas lo estaban disfrutando. Ninguna supo si su éxtasis se escuchó a través de las paredes, de la puerta o incluso si llegó a ser grabado por las cámaras de seguridad del Coliseo porque en realidad, ninguna sabía dónde habían acabado. Tan solo una cosa era obvia: el revolcón había marcado un antes y un después en su relación.

***

Las posiciones se habían invertido al final del encuentro y ahora, era Elektra la que se hallaba apoyada contra la pared mientras Elyn se incorporaba tras haberse arrodillado ante la pelirroja. Al acabar, y aún sumidas en acelerados jadeos, la una miró a la otra:

- Wao… eres puro fuego, Elektra.

A pesar de que las palabras que había dicho eran un piropo repleto de admiración hacia el apasionado encuentro, el efecto que tuvo sobre la aprendiza fue totalmente el contrario. Elyn observó como la pelirroja agachaba la cabeza y se abrazaba a sí misma, transformándose de repente en una niña desprotegida que temblaba sin motivo alguno. Australis deseó con todas sus fuerzas no haberse sobrepasado con ella, era cierto que Elektra había sido quien había dado comienzo al encuentro tan subido de tono y que ella, como maestra, debía haber puesto distancia pero todo había pasado muy rápido y siempre le había parecido que todo era consentido. 

“Por las lágrimas de Atenea, ¿qué he hecho?”: Se dijo comprendiendo la gravedad de la situación.

- Elektra… – empezó a decir.

- … Todo se quemó… – respondió la chica en un susurro –… Hace doce años, todo se quemó…

Elyn entendió enseguida el extraño humor que había consumido a Elektra durante todo el día: Su estado de ánimo se había visto afectado por el aniversario de un nefasto recuerdo, algo que aunque había sucedido hacía mucho tiempo aún continuaba martilleando la conciencia de la aprendiza. Australis sintió un nudo en la garganta ante el derrumbe de Elektra, jamás se había imaginado que la chica pudiera sentirse tan abrumada por algo acontecido hacía tantos años, de modo que estiró los brazos con la intención de abrazarla, dudosa de estar entrometiéndose en un tema que ni le iba ni le venía… pero Elektra no la rechazó. La pelirroja apoyó la cabeza sobre su clavícula, rodeó su cintura y la atrajo hacia sí; allí, la muchacha destruyó las murallas  de su corazón que había edificado con el paso del tiempo para no sentirse vulnerable. 

Lloró como una niña pequeña, recordando segundo a segundo aquel punto de inflexión en su vida que había tratado por todos los medios de eliminar de su mente mientras su maestra, y amante por unos minutos, la acunó hasta que se recompuso, sin preguntarle nada ni presionarla para que le contara qué le ocurría exactamente.

Cuando Elyn se quedó sola, tuvo la sensación de que tardaría un tiempo en volver a cruzar la mirada con aquella pelirroja cuya explosión de sentimientos había dejado mella en su interior.