El Gran Patriarca, Shion y
Saori volvieron a colocarse frente a ella en una nueva reunión privada unas
semanas después de su destitución como maestra de los aprendices que optaban a conseguir la armadura de Caelum. Elyn cerró la puerta tras de sí, como era costumbre: Llegó allí
ataviada con la armadura de Piscis Australis, se colocó en mitad de la sala y clavó
una rodilla en el suelo a la par que inclinaba la cabeza para mostrar respeto. En aquella postura, aguardó
a que sus superiores le comunicaran el motivo para haberla llamado de nuevo:
- Queremos consultar contigo
un pequeño cambio en la prueba que deberán pasar los aprendices que entrenaste
y que se llevaría a cabo, si estás de acuerdo. – Dijo Saga. Elyn no se movió
ni alzó la mirada, permaneciendo en aquel estado de indiferencia que, en
realidad, nadie se creía – En un principio, como tú entrenabas a los cuatro
aprendices, se estipuló que ellos combatirían entre sí para que, cuando tan
solo quedase uno, éste se alzara con la armadura.
- Pero tras comprobar el
nivel de los cuatro muchachos – añadió Shion – considero que eso sería muy aburrido de
presenciar. Quiero decir, los chicos conocen sus puntos débiles, saben
encontrar aberturas en sus defensas y conocen la manera de contrarrestarlas; de modo que
hacerlos luchar entre sí no determinaría quién de ellos es mejor sino el es más rápido para abrirse paso entre los demás. Sin contar, con que todos saben de antemano
la dificultad de la prueba.
- ¿Y qué es lo que se espera de mí? Al quedar apartada de ese cargo los chicos ya no son mi problema – respondió Elyn. alzando la mirada y fijando sus ojos en el antiguo Caballero de Aries.
Shion había dicho, quizá
inocentemente o quizá no tanto, que ver a sus antiguos alumnos enfrentarse
entre sí no sería “divertido”. El que fue durante doscientos años, Patriarca del Santuario, demostró con aquellas
palabras que aún conservaba ciertos ramalazos de mentalidad retrógrada, en los
que hacer el juego más interesante era de vital importancia aunque se tratara
de jugar con la ilusión de cuatro aprendices… No le gustaba aquella faceta de
Shion pero Australis esperó a que aquellos en los que sí confiaba le dieran un
poco más de información.
Lo que jamás esperó fue la
oportunidad que le brindaron. Su boca se torció en una pícara sonrisa y acabó por estar de acuerdo en modificar
las reglas para hacer el juego… más
interesante.
***
Los cuatro aprendices entraron en el Coliseo caminando en formación, vestidos con su correspondiente uniforme de
entrenamiento y las chicas, portando sus respectivas máscaras, ocultando con ello sus rostros. Elektra no
había vuelto a quitársela desde que Shion empezó a entrenarlos mientras que
Iris, sentía que aquel día debía llevarla por respeto a la diosa que observaría
el enfrentamiento así como el Gran Patriarca, los doce Caballeros de Oro y
otros tantos guerreros que acudían a tal esperado evento tras no haber
presenciado algo similar desde que Seiya de Pegaso se alzó con la victoria
frente a Cassios. Salir allí, sabiendo que solo uno de ellos conseguiría la armadura
de Caelum, resultaba emocionante para todos pero sobre todo para Elektra.
Al
tocar la arena, los ojos de la pelirroja volaron casi literalmente hasta posarse sobre la
Pandora Box de la armadura de El Cincel, colocada en el centro de la tribuna y custodiada
por el Patriarca y Saori. Al fin había llegado el momento de demostrar que era
una guerrera digna de portar una armadura y de enmendar todo el daño que había
hecho en el pasado.
***
Shion apareció de repente portando la armadura de Aries, que en aquel tiempo pertenecía a Mu; saludó a sus superiores
y después, les dirigió a sus alumnos una fugaz mirada. Se colocó en el centro
del Coliseo, allí donde todos los presentes podían verle y escucharle a la perfección pues él
sería el árbitro del combate y el encargado de explicar el cometido de la
prueba, aunque el noventa por cierto de los presentes supiera en qué consistía:
- …Así que tras meditarlo a
fondo, llegamos a la conclusión de que era necesario recobrar ciertas
costumbres que se han ido perdiendo. – Dijo entonces, llamando la atención
de los aprendices – Esta prueba no se llevará a cabo como se estipuló en un
principio sino que por el contrario, retomará la tradición de enfrentar a los
aprendices contra un Caballero de rango superior.
La gente en las gradas se
sorprendió y algunos susurraron tan fuerte que se escuchó más allá de su
círculo, otros tan solo se dedicaron a alzar una ceja mientras que los aprendices, se
miraron los unos a los otros sin entender lo que estaba pasando:
- Vosotros, os enfrentaréis
a la vez a un rival del que no conocéis sus movimientos ni el alcance de su poder, tal y como
ocurriría en el exterior. Aquel que consiga hacer sangrar al enemigo se ganará el
derecho de portar la armadura de Caelum. – Shion aguardó, dejando un pequeño
momento de tensión que sirvió para que los cuatro chicos tragaran saliva. –
Que entre en la arena, vuestro rival.
Todos, exceptuando aquellos
que conocían aquel detalle, abrieron los ojos como platos al identificarle. No era un secreto en
el Santuario que Elyn de Pisics Australis había sido apartada de su cargo como
maestra de los aprendices, los rumores decían que se debía a un choque de ideas
entre ella y el Patriarca pero su presencia en el Coliseo indicaba todo lo contrario.
Ram y Derek no ocultaron su sorpresa y las chicas, aunque mantenían su rostro
oculto tras la máscara, tampoco se molestaron en ocultar el escalofrío que les recorrió la espalda. La Caballero de Plata se colocó al lado de
Shion mostrando una gélida expresión que tan solo un pocos habían presenciado. Durante un instante, tanto el público como los chicos admiraron la belleza de la milenaria armadura, repleta de brillos tornasol en color turquesa y reflejos verdes ó azules que llegaban a mimetizarse con la larga cabellera de la guerrera:
- ¡Un momento! – Exclamó Ram – ¡Usted dijo que no conoceríamos los movimientos y poder de nuestro rival pero
Elyn nos entrenó! Ya nos hemos enfrentado a ella.
- Entonces... el combate será rápido y decisivo. – La media sonrisa de Shion indicó entonces lo contrario y eso, los puso tensos – Aquel o aquella que consiga hacerla sangrar, se quedará con Caelum. No hay
límite de tiempo y las oportunidades se acaban para el que deje de levantarse.
Si estáis todos listos… ¡empezad!
Shion se hizo a un lado, dejando a sus pupilos solos frente a la Caballero de Plata. Hubo un momento de
tensión en la que ninguno de ellos supo qué hacer pues gracias al
entrenamiento de su superior, sabían que algo raro estaba ocurriendo. No
obstante, Elektra fue la primera en lanzarse contra la que, en el pasado, fue
su maestra para conseguir la armadura. Tal y cómo había dicho Ram, ellos conocían los
movimientos de Elyn y aunque fuera de rango superior, ellos eran cuatro contra ella...
Un golpe en el estómago.
Otro en el pecho.
Eso fue lo único que la pelirroja sintió
antes de sentir cómo Iris la agarraba al vuelo. La fuerza de Elyn había sido
tan potente que había bastado con un choque de la palma de su mano para hacer
que Elektra acabara en los brazos de su compañera; la pelirroja trató de
recuperar el aliento pero la máscara impedía que el aire entrara con naturalidad.
Estupefactos por la violencia de la Caballero de Plata, los aprendices
volvieron a tragar saliva:
- ¿Qué acaba... de pasar? –
susurró Ram, aterrado. – Ese golpe ha sido digno de un Caballero de Oro.
- Piscis Australis no es una
armadura de plata normal… – explicó Elektra poniéndose en pie a duras penas – Fue una
armadura que nació antes que las Doce Doradas y se dice que de ella nació la
armadura de Piscis… por lo que aquel que la porte debe tener un poder similar
al de los Caballeros de Oro.
- Imposible… ¿acaso ella…?
- Tenéis que atacarle todos
a la vez. Yo os cubriré.
- ¡Vamos Elektra, acaba de
dejarte sin respiración! ¿Cómo nos vas a cubrir? – intervino Derek.
Ella no dijo nada y en ese momento, todos
comprendieron en el acto sus palabras. Se colocaron en posición al unísono, siendo la primera vez que se enfrentarían a un enemigo de tales dimensiones: un
Caballero capaz de ponerse a la altura de los golpes de Aioria de Leo, el más
rápido de los doce, aquel que podía ir más allá de la velocidad de la luz… Elyn
se había enfrentado a él seriamente y era capaz de esquivar sus golpes.
Mientras esperaban a estar totalmente preparados, los chicos entendieron también por qué les permitieron a los cuatro formar equipo pero
aún con esa posibilidad, resultaba injusto pues aunque colaboraran entre ellos,
solo uno de la ofensiva sería capaz de hacerse con la armadura de Caelum.