- 7 años después de la muerte de Aioros, Shura es el siguiente en la
lista en cumplir años. Milo de Escorpio se aburre como una ostra y trata de
convencer a sus amigos para volver a celebrar una fiesta en el Santuario, Capricornio se
niega en rotundo pero Camus cede ante la idea de su mejor amigo sin saber que,
bajo la premisa de un simple juego, su corazón empezará a latir por alguien muy
diferente a la diosa Atenea –
- ¿Crees que alguien de verdad querrá
venir?
- ¡No te preocupes por eso!
Yo sí que iré, Camus.
Milo esbozó una sonrisa de
oreja a oreja, su mejor amigo había dado pie a organizar la primera fiesta de
cumpleaños desde que Aioros fue acusado de traición y asesinado bajo el mandato
del Patriarca. Habían pasado siete años y los que antes habían sido niños
inexpertos al portar sus armaduras de oro, ahora caminaban por la extraña senda
de la adolescencia. Todos tenían ganas de divertirse, de pasar página, sobre todo los más
mayores –salvo Shura– que bajo la responsabilidad de instruir a los más
pequeños, se habían escondido tras una máscara que escondía sus auténticos
sentimientos; pero el Caballero de Escorpio no era tonto a pesar de su temprana
edad, ya sabía que algunos de sus compañeros habían liberado tensiones ocultos
en sus templos o descubierto nuevos pasatiempos más allá de las jornadas de
entrenamiento y él, se moría de ganas de entrar en ese mundo.
***
Tal y como Milo había
sospechado, todos sus compañeros de armas se animaron a acompañar a Camus en su fiesta
cumpleaños; poco a poco, los Caballeros de Oro fueron llegando al undécimo templo cargados con pequeños
regalos, comida y bebida, detalle que consiguió arrancar, en más de una ocasión,
una tímida sonrisa al francés. De vez en cuando, Camus cruzaba sus ojos con
Milo sabiendo que la ilusión por cumplir años la estaba recuperando gracias a
su idea pero el griego estaba tan emocionado por la participación de los
caballeros dorados que apenas prestó atención a las furtivas miradas de su mejor
amigo. La tarde fue pasando entre risas y juegos que permitían la participación
de los muchachos, algunos se quedaban al margen dependiendo de la partida y
otros, luchaban por mantener el primer puesto fuera cual fuera el reto… No
obstante, Shura fue el primero en volver a su templo, seguido por Aldebarán que
achacaba sentirse algo indispuesto tras una gran ingesta de chucherías, dulces
y pastel:
- ¿Y si jugamos a “La Botella”? – sugirió Afrodita de
Piscis cuando supo que Tauro no podía escucharlo.
Él y Cáncer se dedicaron una
pícara sonrisa, sabían que sus compañeros más mayores no apoyarían jugar a
aquel tipo de juegos con los muchachos que todavía disfrutaban de algunos toques de inocencia.
Ahora que ellos eran los encargados de supervisar a los más jóvenes, la fiesta
de cumpleaños podía tomar un matiz algo más “adecuado” para los que aún estaban dispuestos a seguir jugando:
- ¿Qué es eso? – preguntó
Aioria.
Afrodita contoneó su cuerpo
hasta llegar a la mesa donde se habían servido los aperitivos de la celebración,
localizó una botella de plástico y se acabó el escaso refresco que quedaba para dejarla completamente vacía:
- Sentaos en círculo y dejad
un hueco en el medio – todo el mundo obedeció sin queja, emocionados ante la novedad de
un pasatiempo desconocido – Este juego está repleto de riesgo y lo usaremos para
aprender cómo aprovechar la desventaja del enemigo.
El Caballero de Piscis se
arrodilló frente a su objetivo, Deathmask, y colocó la botella en el centro del
hueco que habían dejado sus compañeros. Movió la botella para hacerla girar sin
parar y activó su cosmos por un instante, lo suficiente para detener el extremo
del recipiente justo cuando este apuntaba al Caballero de Cáncer:
- ¡Vaya! ¡Me ha tocado! –
exclamó con cierta molestia, fingida claramente.
- ¿Y ahora qué?
- Tranquilo, Aioria – dijo
Afrodita – La Botella es un juego de azar en el que solamente implica a las dos
personas señaladas por ambos extremos, en este caso… Deathmask y yo.
El joven Leo se apresuró a
comprobar lo que el sueco decía: efectivamente, la punta de la botella apuntaba
hacia Cáncer mientras que la parte trasera, a Afrodita. Esa parte del juego era
fácil de entender, mientras la botella girase nadie sabría quién sería el
siguiente en afrontar el desafío:
- ¿Y qué hay que hacer?
- Besarse.
Aioria abrió la boca,
confuso por lo que acababa de escuchar mientras que Milo, plantaba una mueca de
asco en su cara:
- ¡Yo no quiero besar a
Deathmask! – exclamó Escorpio.
- Ahí tienes el riesgo, no sabrás quién será tu compañero. – Sonrió Afrodita – Tranquilos, el beso solo durará cinco segundos.
Piscis compartió mirada con
Cáncer y al unísono, juntaron sus bocas bajo la estupefacta mirada del resto de
compañeros de oro. Deathmask ya se había besado con Afrodita en infinidad de
ocasiones, era el único que estaba dispuesto a divertirse más allá del luto por
Aioros y ambos opinaban que ya era hora de hacerle ver a los más jóvenes que
había una vida mucho más divertida que lamentarse por el pasado. Sumido en sus
pensamientos se hallaba el italiano cuando sintió una punzada en el costado, al
retirarse de Afrodita descubrió que todos se estaban riendo de él:
- ¡Deathmask ha perdido! –
exclamó Aioria, comprendiendo rápidamente la parte del juego que implicaba
aprovechar la debilidad del enemigo.
- Cuando experimentas una
sensación nueva, y más si es placentera, tu cerebro tarda una media de tres o cuatro segundos en
reaccionar – explicó Piscis – La finalidad de La Botella será ver quién es más
rápido sobreponiéndose a los estímulos de un beso y atacar al contrario ¿qué os parece?
Leo respondió poniendo de
nuevo la botella en movimiento, sorprendiendo a los mayores con la velocidad a
la que el muchacho parecía querer participar. Un extremo le señaló a él, el
otro… a Mu. Aioria se echó hacia delante, decidido a llevarse la victoria en
aquel sencillo juego en el que solamente necesitaba poner los labios sobre la
boca de un amigo.
***
O eso pensaba.
Imitando el comportamiento
de Afrodita y Deathmask, ambos adolescentes cerraron los ojos y juntaron sus
labios. La mente de Leo quedó totalmente en blanco, la boca de Mu era suave;
los labios, carnosos y el aroma que desprendía el chico era increíblemente
relajante. Un golpe llegó de pronto a su costilla izquierda:
- ¡Vaya, Mu! ¡Muy bien! –
aplaudió Piscis, emocionado ante la rapidez del lemuriano para sobreponerse al
beso con Leo.
- ¡No es justo, no han
pasado cinco segundos!
- Si que han pasado, Aioria, los hemos contado – añadió Milo – pero te has quedado parado como un idiota.
El chico enrojeció de
vergüenza, no solo porque no había sido consciente del paso del tiempo sino
porque encima había perdido el reto que tanto ansiaba ganar. Apretando la mandíbula volvió a girar la
botella pero en aquella ocasión, fueron otros los protagonistas.
***
La rivalidad que se generó
en algo tan simple divirtió de sobre manera a Cáncer y Piscis que veían como los
adolescentes luchaban por aventajar a los demás; ellos, por su parte, se
encargaban de aumentar “la dificultad” del juego, añadiendo caricias, besos más
intensos e incluso, incorporar algún que otro sonido que enamoró por completo a los jóvenes
guerreros siempre y cuando, fuese Afrodita quien los realizara. Las victorias
iban y venían, los resultados variaban dependiendo de las parejas que el azar
formaba pero hubo uno, que siempre se apuntaba la derrota: Milo no encontraba la
forma de ser más rápido que sus compañeros, se perdía de manera literal en las
emociones que se despertaban en su interior: el aroma de Mu era sobrecogedor;
la agresividad de Aioria, paralizante; la sensualidad de Afrodita, arrolladora…
y por más que repetía la pareja, no era capaz de hacerse con el control de la situación… Al
contrario que Camus, que añadió una nueva estrategia al juego:
- ¡No vale! – Se quejó
Aioria al escuchar que Afrodita le daba la victoria al francés – ¡Yo le he
atacado primero!
- Pero Camus ha detenido tu
mano, Leo – intervino Cáncer – Esa otra manera de ganar, si detienes el ataque
enemigo puedes contraatacarlo a quemarropa.
Aioria intentó imitar el
comportamiento de Camus, pero a diferencia de Acuario, Leo solo pudo apuntarse
tantos en su lista de fracasos. Lo mismo ocurrió con Milo, Shaka o el propio Deathmask,
todos perdían a la hora de protegerse de sus rivales y el único que parecía
dominar aquella técnica, era Camus. Incluso, aún cuando el Caballero de Piscis
jugó con la lengua del cumpleañero y tras introducir una mano entre el sedoso
cabello del muchacho, el francés supo detener su ataque y pegarle un leve
mordisco al labio inferior, en venganza por haber intentado tomarlo por
sorpresa.
Milo no pudo soportarlo más
y salió enfurecido del templo sin despedirse de los demás. Tan solo
se puso en pie, soltó un bufido y se marchó de allí. La sangre le hervía ante
el dominio de Camus y la impasibilidad que demostraba en cada beso, como si no
sintiera el corazón querer salir del pecho o su sangre concentrarse en partes
demasiado específicas; Escorpio sentía que era el único que se dejaba llevar
por los sentimientos y disfrutaba realmente de lo que significaba besar a alguien como Aioria o Shaka… Parecía el único débil en ese aspecto y su orgullo sufría por ello:
- ¡Milo, espera!
La voz de Camus lo detuvo,
el francés había salido en su busca sin pensarlo dos veces y corría en su
dirección escaleras abajo. Escopio no le hizo caso por lo que sus pasos
atravesaron a toda velocidad el Templo de Capricornio, solo tenía que hacer lo
mismo con Sagitario y cerrar la puerta tras de sí cuando llegase a su
respectiva casa. Era sencillo, solo tenía que dejar atrás al idiota de Camus:
- ¡Espérame, Milo!
Tan enfadado estaba que el
griego no se había dado cuenta que Acuario había llegado a su altura mucho antes de lo previsto, cuando ambos se encontraban en mitad del templo de Sagitario. Al sentir que el francés lo agarraba por la
muñeca, Milo trató de deshacerse de su agarre pero el chico ya estaba
acostumbrado a los arranques impredecibles del escorpión por lo que no cedió
ante el zarandeo de su amigo:
- ¡Déjame, joder!
- Cálmate.
- ¡No! ¡Lárgate!
El forcejeo entre los dos se
prolongó por unos segundos mientras la rabia de Milo iba en aumento, sus
pensamientos se centraban en alejarse de Camus, no tenía ganas de seguir
viéndolo mientras la imagen del francés besando a sus compañeros de armas le
martirizara la cabeza:
- ¡Suéltame, Camus, estás
frío!
El chico soltó a su amigo de
golpe y se miró las manos involuntariamente. Milo se sintió mal por la escena
que presenció pues era la única persona en todo el Santuario que sabía que
Camus le tenía cierto pavor a la baja temperatura de su cuerpo y su influencia
en los aliados que lo rodeaban; haber recurrido a tal comentario para
deshacerse de su contacto le pareció un poco rastrero. Escorpio quiso
disculparse enseguida pero el daño ya estaba hecho, pudo ver la decepción en el rostro de Camus y cómo aquellos ojos azules que a veces le parecían el reflejo
perfecto del universo, se afilaban para mirarlo con reproche:
- Eres un imbécil...–
susurró Acuario dándose la vuelta.
Que su mejor amigo usara
contra él su mayor debilidad le había sentado peor que cualquier puñalada por
la espalda. Él había acudido en busca de Milo con el corazón encogido, temeroso de haber metido la pata con la persona que había decidido devolverle la ilusión por las fiestas pero ahora, solo pensaba en la posibilidad de lanzarlo por las
escaleras y que llegara a su templo rodando.
Sus pasos sonaban en la oscuridad
de la novena casa, abandonada desde la huída de Aioros; poca gente quería estar
allí porque el alma de Sagitario parecía seguir protegiendo dicha edificación,
él a veces percibía la esencia de Aioros guiando a los más pequeños como
siempre había hecho, lo recordaba con una amplia sonrisa siempre que la duda se asentaba en su corazón… En el fondo, Camus echaba de menos al que había cuidado de
ellos desde su llegada al Santuario, sobre todo cuando Milo hacía de las suyas y se sentía extremadamente solo:
- Camus, lo siento…
Al darse la vuelta, justo a
la salida de la novena casa, los labios de Escorpio atraparon los suyos.
Milo luchó
por mantener la cordura pero ningún beso anterior era comparable a lo que
experimentó al besar a su mejor amigo: la piel de la nuca se le erizó, un
escalofrío recorrió su espina dorsal y las mejillas le ardieron en menos de
cinco segundos. La única solución que se le ocurrió para disculparse con Camus
fue entregarle una victoria, una posibilidad de hacerse valer por encima de él
pues el francés sabía que pocas cosas en el mundo conseguían doblegar su
orgullo. Admitió su derrota con tal de revertir el daño que había hecho y continuó
besando a Camus a la espera de un golpe certero en las costillas que, a la hora de la verdad, nunca
llegó. El Caballero de Acuario pasó los brazos por el cuelo de su amigo,
pegando su cuerpo al suyo e intensificando la pasión del beso que se
entregaban. Milo percibió que las piernas del francés flaqueaban y una pícara
sonrisa se dibujó en su cara. Que
adorable… pensó al sentir el aliento de Camus sobre el suyo en el instante en que sus
bocas se separaron. Acuario siempre quería parecer un témpano de hielo, alguien
frío e impasible capaz de controlar su mente hasta el extremo de defenderse en
mitad de un beso proporcionado por el mismísimo Afrodita pero en realidad, el
apodado Mago de Hielo, se derretía como cualquier otro mortal,también se
sonrojaba o se estremecía ante las tímidas caricias que el escorpión empezó
a proporcionarle por debajo de la camiseta y suplicaba por más en cada uno de sus roces…
pero no quería mostrarle a nadie aquella faceta, odiaba que los demás lo
comparasen con la media por lo que se esforzaba al máximo en mantener la cabeza fría, pero Milo sabía que bajo su tras aquella apariencia, el francés ansiaba dejar a un lado toda aquella
parafernalia y derrumbar dicha fachada para dejar a la vista, a un chico que
buscaba el calor de los demás.
***
Cuando al día siguiente
Camus apareció en su templo descubrió dos cosas: la primera, que sus compañeros
de armas no eran propensos a recoger el desorden en casa ajena y la segunda, que
él no había sido el único que había disfrutado de una noche de inocentes
muestras de cariño en un templo que no era el propio.