- Camus no encuentra mejor oportunidad que declarar sus sentimientos sobre el escenario, aprovechando el único momento en que la atención del público recae en el resto de miembros y no en ellos. No obstante, Milo no se contentará solamente con palabras bonitas y un beso bajo los focos sino que se toma la revancha una vez el concierto toca su fin –
El último “Encore” vitoreado por los espectadores
tuvo por fin su recompensa, los cinco integrantes del grupo volvieron a salir a
escena con una sonrisa en sus labios: el primero fue Deathmask, que saludó a
todo el mundo, las baquetas en mano, y haciéndose el sonrojado cuando los
gritos de sus seguidoras se hicieron notar por encima de aquellos que aplaudían su aparición; le siguió Elyn, que alzó
mucho más el vitoreo de los asistentes por ser la única chica del grupo, tenía muchos fans, eso no se podía negar pero nada comparado con los que se alzaron cuando Milo y Camus salieron al
escenario, el guitarrista y bajista ignoraron las muestras de cariño de la
gente que les alababa y se lanzaron una pícara mirada entre ellos, seduciéndose mutuamente en un juego que llevaban a cabo desde el primer live, el que más se dejaba llevar era Milo que se acercó lo suficiente a Camus como
para rozar sus narices, dicho gesto arrancó el mayor de los gritos hasta el
momento; Shura fue el último pero no por ello
el menos aclamado, el vocalista pidió tranquilidad a sus fans
mientras se acercaba al micrófono, se avecinaba la última canción de la noche y
aunque el público lo sabía, esperaron a que él sentenciara dicho final.
El momento se
hizo de rogar, Camus y Milo ya se habían colocado los instrumentos encima y
esperaban expectantes frente a sus micrófonos. El silencio fue absoluto
cuando Shura por fin habló:
- “Asu he no houkou” (Rugido del mañana)
Una vez más, la audiencia se
vino arriba, acallando casi por completo el momento en que Elyn iniciaba la
canción con el teclado; comenzando una melodía mística, casi religiosa
que se entrelazó con la sutil batería de Deathmask; la voz de Shura sonó
rasgada durante un par de estrofas hasta que Milo y Camus se añadieron al
unísono con sus instrumentos para, una frase después, cantar a la par de Shura.
La canción se unificó con todos los miembros del grupo a la vez siendo lo más
armónico que se había escuchado en toda la noche.
.
Era la primera vez que
tocaban Asu he no houkou en directo,
la canción ya había circulado por las redes sociales e internet para que sus seguidores
pudieran hacerse una idea de la nueva melodía antes del concierto pero el éxito había sido tan
grande que daba la impresión de haberse convertido en el himno estrella que
los definía. Camus no podía estar más orgulloso de ello pues la canción era
suya casi en su totalidad, algunas notas las había añadido Elyn y había permitido que Deathmask modificara ciertas estrofas porque el auténtico
significado de aquella canción no era otro que confesarle a sus seres más
queridos, el fondo de sus corazones. La chica se hizo con el solo de teclado,
haciéndose la reina del lugar cuando el foco tan solo era capaz de enfocarla a ella,
fue entonces cuando Camus se apartó del micro y se fue deslizando sutilmente
hacia Milo, el griego lo vio por el rabillo del ojo así que no tardó en
imitarlo, sonriendo mientras acompañaba su solo de guitarra
con el movimiento de su cabeza hacia delante y atrás; adoraba aquella canción, dejarse llevar por los acordes que retumbaban en su pecho. Pensar que
había salido de la mente del impasible Camus le revolucionaba el corazón pues
sabía que el francés se dejaba llevar por sus emociones en contadas
ocasiones... Su momento de protagonismo fue recibido con fortísimos vitoreos
por parte de sus fans mientras Camus lo acompañaba con el bajo, no obstante, en el instante
de silencio en que Deathmask dio el paso de cantar en público por primera vez,
Camus se pegó al griego sin previo aviso:
- Te quiero, Milo – le dijo,
dejando al muchacho bloqueado por un segundo.
Deathmask estaba de pie tras la batería, entonando parte del estribillo de la canción para demostrar que él también podía
unirse a los vocales si se lo proponía, ajeno a lo que estaba sucediendo con
sus compañeros a un escaso metro de distancia. Milo se cansó de aparentar que no sentía nada por el francés y
lanzó su boca contra la de Camus, besándolo el tiempo que duraron las frases
que entonaba el batería, gracias al foco que tan solo enfocaba a Deathmask, muy poca gente
presenció su respuesta ante la declaración de amor que acababa de recibir:
- Eres un jodido cabrón,
Camus – jadeó, ansioso ante la idea de volver a devorar la boca de su amigo.
El griego leyó un claro
“¿por qué?” en los labios del bajista, descubriendo a su vez, una
picardía en Camus que hasta el momento desconocía:
- Ya te pillaré después.
Durante lo que restó de la
melodía, los dos se lanzaron miradas furtivas y volvieron a seducirse tratando
de besarse a través de las notas de la guitarra y el bajo que tocaban. Camus
contemplaba con deseo a Milo y éste, le respondía mordiéndose el labio inferior; se
colocaron espalda contra espalda, vacilándose para ver quién de los dos soportaba
mejor el peso del otro. No sabía si Camus lo había oído pero le daba igual, no
se le había olvidado el mensaje romántico de una canción como Asu he no houkou
y menos, que el francés hubiera decidido dar el paso de declararse usando el
único momento que les permitía ser libres de la atención de todo el mundo… que
Camus confesara sus emociones usando dicha melodía había sido un golpe bajo que más tarde,
él se cobraría.
***
Una vez en los camerinos,
Milo abordó a Camus aprovechando el momento en que se quedaron solos pues
Shura, Deathmask y Elyn terminaron de recoger sus cosas antes que otras veces:
- ¿Te parece bonito
declararte cuando podría no haberte escuchado?
- No sé de qué estás
hablando.
“Oh,
sí que lo sabes, mon ami”. Milo agarró a su presa por la cintura y
clavó sus ojos azules en el rostro de Camus. El francés desvió la cara mientras
sus mejillas se sonrojaban por el contacto con el que había sido desde la
infancia, su mejor amigo. No obstante, por el rabillo del ojo pudo ver cómo
Milo se relamía y deslizaba la nariz por su cuello, haciéndole cosquillas;
Camus se encogió sobre sí mismo, incapaz de soportar el hormigueo que le
provocaba la sutil caricia del griego, el roce del aliento del chico tan
sumamente cerca de su oreja:
- Vamos, Camus – susurró Milo,
descubriendo que la cercanía de su boca con el oído de su amigo provocaba un
escalofrío que se reflejaba en la piel del muchacho. – Ya has pasado lo peor.
El griego tenía razón, ya
había vencido la barrera de declarar sus sentimientos y había comprobado de
sobra que su compañero experimentaba lo mismo hacía él. Hizo acopio de toda su
fuerza de voluntad y clavó sus ojos azules en Milo, dispuesto a afrontar
lo que su corazón llevaba años sintiendo. Apenas tuvo tiempo de perderse en el
mirar del griego, Milo odiaba perder el tiempo y ya había desperdiciado varios
segundos en esperar a que su amigo dejase de resistirse: volvieron a besarse
pero, esta vez, con mucha más pasión que sobre el escenario. Camus se dejó
llevar por el ardiente frenesí del momento, buscó bajo la camiseta del griego
el contacto directo con su piel, deseoso por perderse entre los abdominales
tonificados que Milo se encargaba de mantener a base de gimnasio pero también
introdujo los dedos en su larga melena morada, suave y despuntada que de vez en
cuando desprendía un delicado aroma a manzana. Por su parte, el griego fue más
allá de los límites, entre las caricias que Camus le entregaba y el juego entre
sus lenguas, las piernas de Milo trataron de abrirse paso entre las del
francés, explorando las consecuencias de tan desenfrenadas muestras de cariño:
- Eh, eh… Aquí no.
- Me cago en la puta, Camus,
con el calentón que tengo.
- Me paso por tu habitación
esta noche.
- ¿Lo juras? Te mataré sino
apareces…
- Te lo prometo, mon amour.