Se llamaba Mia.

Frente a él se hallaba un edificio que llevaba en ruinas seis años, de hecho, el motivo por el que cerró sus puertas era precisamente Missioh. Los ojos rojizos del chico pasaron de la puerta principal a la ristra de ventanas del primer piso, jamás imaginó volver allí por segunda vez pero los acontecimientos del pasado no le dejaban más alternativa: aquel era el burdel donde se había encontrado con Afrodita antes de los sucesos que desencadenaron el  nacimiento de los Planetary Gleams.

***

“A pesar de ser noche cerrada, las luces del local iban más allá de las cortinas que trataban de ocultar las actividades que se desarrollaban en cada una de las habitaciones. El chico de ocho años había conseguido colarse en el edificio aprovechando el descuido de un camarero que, tras salir a fumar, había dejado la salida de emergencia abierta. Por fortuna, la inocencia de Missioh y las puertas cerradas sirvieron de barrera para ocultar la desagradable imagen de uno de los peores prostíbulos de la ciudad, el niño hizo caso omiso a los sonidos que se filtraban a través las paredes e incluso, a las voces que muchas veces lo sobre saltaban mientras continuaba su camino sin que nadie se percatara de su presencia.

Una simple casualidad había sido el detonante para que Mix cogiera una mochila y se marchara de la capital de Asgard en busca de su verdadera familia. Desde siempre había vivido en un orfanato y aunque Assi -la doctora que se encargaba de darle las medicinas y gestionar el papeleo de las adopciones- y su hija eran prácticamente su familia, él quería reunirse con quien compartía auténticos lazos de sangre. Y por eso estaba allí, porque la primera pista lo había guiado a tan extraño lugar: Su madre había muerto con él entre sus brazos, los guardias del Palacio Valhalla los encontraron a los dos en las cercanías del castillo y gracias al calor de la mujer que lo cargaba, Missioh consiguió sobrevivir. Según había descubierto el pequeño tiempo después, se llamaba Mia y tenía apenas veinte años cuando falleció, al encontrarla vestía un uniforme que pertenecía al burdel “La Rosa del Paraíso” pero según figuraba en el informe que el chico había encontrado fisgoneando en el despacho de Assi, el dueño del local afirmaba que la joven no era una empleada suya y mostró una denuncia en la que varios atavíos de trabajo habían desaparecido, por lo que los guardias de Asgard no tomaron ninguna represalia contra él y zanjaron la muerte de Mia bajo la etiqueta de un “desafortunado accidente”. No obstante, Missioh era inteligente y aunque tuvo que buscar información sobre lo que se hacía en un “burdel”, la primera duda que asaltó su mente fue ¿por qué robar un uniforme de ese calibre cuando, desde luego, no eran adecuados para caminar por el exterior? Cierto era que no comprendía muy bien lo que se hacía pero no necesitaba ser un genio para darse cuenta de que las mujeres allí no usaban mucha ropa para trabajar.

Tras moverse de manera escurridiza por los pasillos, Missioh sintió la necesidad de detenerse al pasar por una habitación cuya puerta permanecía entre abierta. Un fuerte golpe, seguido de un montón de furiosos gritos, llamó su atención. Al cotillear por el hueco de la puerta, se topó con una imagen que jamás se borraría de su mente: un hombre gordo, enorme y totalmente desnudo agarraba por el pelo a una chica de cabello ondulado, esta no parecía oponer resistencia a la agresión pero la expresión de dolor en su cara bastó para que el pequeño entendiera que no estaba disfrutando de lo que pasaba allí dentro; el hombre le seguía gritando mientras la alzaba del pelo y la tiraba sobre la cama para, acto seguido, moverse para desaparecer del campo de visión de Missioh. Un latigazo encogió el cuerpo del chico, seguido de un gemido que le cortó la respiración. Un nuevo correazo obligó a Missioh a cerrar los ojos y los siguientes que acontecieron, acabaron por motivarlo para entrar en aquella habitación y salvar a la muchacha que sufría tal castigo. Se movió a toda velocidad agazapándose por el suelo, sorteando todo tipo de botellas alcohólicas y ropa esparcida sin ningún tipo de cuidado; cuando el gordo lanzó su nuevo ataque, Mix saltó sobre la cama, interponiendo su pequeño cuerpo delante de la chica y recibió el golpe en su lugar.

Su grito quedó ahogado en su boca mientras una luz cegadora hacía estallar incluso los cristales de la habitación, fue algo confuso para él pero se alegró de haber evitado que la muchacha que había bajo él recibiera un golpe más:

- ¡¿Qué demonios hace aquí un crío?! ¡Aparta, mocoso! – gritó el hombre lanzando una vez más su látigo contra él.

Missioh cerró los ojos y esperó el roce que desgarraría su espalda por segunda vez pero aquel latigazo no llegó a recibirlo nunca. Al abrir los ojos para ver qué ocurría, descubrió dos cosas: la primera fue que la chica que había salvado era en realidad un hombre cuyo rostro lo había inducido a pensar erróneamente en su género y la segunda, que la luz que segundos antes había alumbrado toda la habitación había servido para que dicho hombre sacase valor para enfrentar a su verdugo. El látigo se había enrollado alrededor del brazo del joven de cabellos ondulados y su mirada, rebosaba de rabia:

- ¡¿Osas revelarte contra mí, maldito!? – exclamó el gordo.”

***

Lo siguiente que pasó, resultaba todavía confuso en los recuerdos de Mix. Se acordaba de una pelea entre los dos, de cómo varias personas se asomaron a ver qué ocurría y de cómo minutos después, la policía de la ciudad ordenaba el desalojo de todo el mundo para, finalmente, dar por cerrado de manera permanente dicho burdel. Así resultó ser el encuentro con Afrodita, hacía ya seis años, haciendo que a partir de aquel día su vida se pusiera patas arriba ya que, tras asegurarse de que Piscis no padecía ninguna herida de gravedad, iniciaran su viaje en busca de los otros Caballeros de Oro… Por suerte, ninguno de ellos había acabado en lugares tan horribles pero las condiciones de sus vidas no eran mucho mejores. Missioh inspiró hondo, había pasado mucho tiempo desde que había entrado allí sin descubrir si su madre tenía una auténtica relación o no y ahora que conocía lo que de verdad pasaba dentro de aquellos antros, prefería que el informe de Assi tuviera razón y que la muchacha robara un uniforme al azar y se marchara de allí sin vivir la pesadilla por la que durante muchos años, atormentó a Afrodita.

Mientras Mix buscaba la forma de introducirse en el edificio sin llamar la atención, un hombre pasó por su lado. De manera involuntaria, el chico lo miró pues algo en aquel señor ataviado con una gabardina negra y cabello rubio llamó su atención; al observarlo con detenimiento, Missioh se dio cuenta de aquello que le resultó llamativo: una rosa roja asomaba de entre sus dedos. El señor dobló la esquina, internándose en un callejón que llevaba a la puerta de emergencia por la que el chico se había colado años atrás. Mix lo siguió en silencio, sospechando de las posibles intenciones que podía albergar pero para su sorpresa, aquella persona depositó la rosa en lo que parecía un altar improvisado y algo descuidado no muy lejos de la salida de emergencia.

El muchacho se quedó allí, sin saber si había metido la pata al desconfiar del individuo:

- ¿Ocurre algo, chico? – dijo entonces el hombre al verlo plantado a pocos metros de él.

- Lamento si lo interrumpí.

- No te preocupes.

Missioh desvió la mirada, incómodo por la situación pero al ver que el hombre no le quitaba la vista de encima, prefirió continuar un poco más la conversación:

- ¿Quién era? – preguntó, moviendo la cabeza para hacer referencia a la identidad de la persona a la que iba dedicada la rosa.

- Una de las personas más importantes de mi vida… Se llamaba Mia.