Tras el alboroto generado
por el regreso a la vida de todos los guerreros caídos en el enfrentamiento de las doce casas, la batalla contra Poseidon y la posterior Guerra Santa, por fin el Santuario volvía a recuperar los días de
tranquilidad que habían precedido los acontecimientos de la aparición de Seiya
y los demás. Ahora, todos los caballeros de la orden de la diosa Atenea
luchaban por recuperar el tiempo perdido, restaurar aquellas relaciones que
habían quedado en pausa y crear nuevas esperanzas para los que no habían
tenido oportunidad de demostrar su valía.
Para sorpresa de muchos,
Saga fue escogido por unanimidad entre sus compañeros dorados para ser el nuevo
Patriarca y, bajo la supervisión de Shion de Aries y la mismísima Saori, el que
un día fue el Caballero de Géminis se encargó de dirigir el Santuario de manera
libre, como antaño había soñado. Verdaderamente, no parecía haber mucha
diferencia entre los días que Saga lideraba el sagrado lugar ocultando su
identidad y eso hizo ver a más de uno que, a pesar de los malos actos de
Géminis, la elección de hacerlo el líder del Santuario no era una mala idea.
Además de eso, Saori estableció normas mucho más actualizadas a los tiempos
presentes y se iniciaron modificaciones de todo tipo a lo largo y ancho del que
ahora sería su hogar, cierto era que el Santuario era un lugar que debía
mantenerse en el anonimato pero la fundación Graad sería de gran ayuda para
mejorar todos los sectores y proporcionar a los servidores de la diosa una vida plena y más acogedora.
***
Elyn aguardó con paciencia
en una entrada apartada del Coliseo a que Marin terminara su entrenamiento con
Seiya, allí se había citado con ella y Shaina de Ofiuco para consultarles sobre
un tema que tenía que ver con una misión que el Patriarca le había encomendado.
Águila entrenaba todos los días al Caballero de Bronce que en un futuro,
heredaría la armadura de Sagitario pues aún tenía mucho que perfeccionar a
pesar de haber derrotado a varios dioses; la chica de cabello verdoso admitió para sus adentros
que le resultaba divertido ver como Marin no escatimaba en órdenes para hacer que Seiya sudar la gota gorda. Sin embargo, había algo que exasperaba a Elyn por encima
de todas las cosas: la amazona seguía usando la máscara que ocultaba el rostro de
las servidoras de Atenea aunque la diosa había derogado aquella obligación y
ahora, pasaba a ser algo de elección propia; Elyn no comprendía cómo las
mujeres en el Santuario podían seguir llevando aquella cosa que no era más que
el símbolo de supremacía masculina y una señal de debilidad para enfrentar la realidad.
“Las
mujeres deben ocultar su feminidad tras una máscara y así poder ser
consideradas Caballeros de la orden de Atenea; aquellas que permitan que otros
vean su rostro, deberán elegir entre eliminarlos o amarlos.”
Menuda broma. Ella tan solo
tenía seis años cuando lanzó su máscara contra el suelo delante del
Patriarca y su hermano mayor, llamándola basura y amenazando con marcharse del Santuario
si la obligaban a llevar aquella careta puesta. La chica se rió al recordar
dicha escena, ya desde pequeña se había encargado de darles a sus superiores
buenos dolores de cabeza:
- ¿Contenta de ver a tu
adorado Saga al mando?
Elyn giró la cabeza y se
encontró con Shaina llegando al lugar y posicionándose a su lado, también
era otra Caballero de Plata que había optado por mantener su rostro en el
anonimato:
- Algo así. Gracias por
venir.
- Estoy impaciente por saber
qué tramas.
La muchacha de cabello
verdoso sonrió aunque no dijo nada hasta que la tercera en discordia pudo
prestarle la atención que necesitaba. Las tres se despidieron de Seiya y se
retiraron a un resguardado lugar en la zona de las gradas. Una vez finalizada toda la
revolución y la intervención de Atenea, Marin y Shaina habían empezado a
llevarse mejor y podían no solo conversar de manera civilizada sino que además,
de vez en cuando salían por los alrededor de Rodorio sin necesidad de compañía:
- Quería consultaros sobre
vuestros aprendices. – empezó a decir Elyn – Con la normalidad asentada en el Santuario, se ha reanudado
la entrega de las armaduras de bronce que aún faltan por asignar y el
Patriarca, junto con Shion y Atenea, consideran que soy una buena opción para
entrenar a un grupo de cuatro aprendices que están dispuestos a luchar por la
misma armadura.
- ¿Cuatro? – Preguntó Marin
– ¿De qué armadura estamos hablando? Es la primera vez que escucho que tanta gente
quiera pelear por una.
- Caelum.
- Pfff… – bufó Shaina para
acto seguido, echarse a reír – ¿En serio cuatro cobardes quien pelear por El
Cincel? Vaya desilusión… ¿y te ha tocado manejar a semejantes inútiles?
- ¡Oh, vamos, no seas cruel! –
sonrió Elyn ante la sinceridad de Ofiuco – Caelum no deja de ser una armadura
de bronce, una pieza del mismo rango que los salvadores de Atenea o el asesino de dioses,
todos quieren hacerse notar.
- Está bien que se ilusionen
por poseer una armadura pero es cierto que… es raro que quieran disputarse una
como Caelum. – Añadió Marin – Nadie la ha portado antes y no posee cualidades
ofensivas como ocurre con Pegaso, Dragón o Cisne. Hay mejores opciones para que la gente se dispute una armadura en concreto.
- De hecho apenas he oído sobre ella,
¿qué tiene de especial? – quiso saber Shaina.
- Shion empezó su creación hace doscientos años – explicó Elyn, demostrando que se había estudiado hasta
el último detalle acerca de la pieza – Es una armadura relativamente nueva porque su constelación
fue descubierta en el siglo XVIII. Sus habilidades son similares a las que posee
la armadura del Fénix: al expulsar el cosmos a través de Caelum, las armaduras
aliadas adquieren la cualidad de regenerarse por sí solas consumiendo poco a poco el cosmos de su portador. El problema es que al
ser una armadura que potencia o debilita atributos de los demás miembros de un equipo, suele ser el
primer foco a abatir.
- Entonces entiendo por qué te han
nombrado a ti como maestra de esos aprendices, eres quien mejor controla el
cosmos en todo el Santuario, tienes una manera de pelear que se ajustaría perfectamente a Caelum.
- Ese es el caso, Marin;
nunca he tenido aprendices y mi forma de combatir o defenderme se basa
prácticamente en el instinto… ¿Cómo voy a entrenar a cuatro personas para que
se muevan como yo si ni siquiera sé muchas veces el motivo por el que mi cuerpo
se mueve?
Ambas Caballero de Plata
entendieron el dilema que Elyn les planteaba pero poco podían hacer por ayudarla pues ellas habían entrenado a un solo aprendiz, a su manera y siguiendo diferentes pautas que habían llevado a uno a
la victoria... pero Piscis Australis debía enseñar a cuatro
personas a moverse de la misma forma para disputarse una armadura común: todos sabrían los puntos
flacos de sus compañeros y no todos aprenderían de la misma forma. La situación
era un poco confusa hasta para ellas porque lo más normal, sería haber asignado
a cada aprendiz a un maestro diferente pero nadie en el lugar era tan bueno como Elyn para aquel trabajo:
- ¿Cómo van a disputarse la
armadura? – cuestionó Marin intentando encontrar un punto para aconsejar.
- Combatirán entre ellos
como ocurre cada vez que hay varios Caballeros optando por la misma pieza.
- La cosa empeora por momentos, amiga...
***
Tres días le había dado el
Patriarca para preparar sus sesiones de entrenamiento y lo único que Elyn hizo
en ese tiempo fue pedir consejo a todo aquel que consideró oportuno: Afrodita,
Camus y Mu eran los más cercanos y de quienes más trucos apuntó mentalmente
pero también fue en busca de Shion ya que él era el creador de la armadura y además, el que había conseguido entrenar casi a los doce Caballeros de Oro que hoy día, eran
los más poderosos del Santuario.
“Deja
que fluya, cada uno de ellos será diferente así que tendrás que adaptarte a
su ritmo en lugar de ellos al tuyo.”
Sí, la
teoría hacía de la situación era algo sencillo pero la hora de la verdad se
acercaba y ella no tenía ni la más remota idea de cómo conseguir que cuatro
aprendices compitieran en igualdad de condiciones por la armadura de Caelum.