Toda mala situación tenía un
límite y Elyn no tardó en verse superada por la soledad y la oscuridad del
templo en el que vivía. Ella era una persona activa que a pesar de disfrutar
con la meditación, necesitaba verse rodeada de gente con la que exteriorizar
sus emociones ó descargar tensiones. Su mente y conciencia ansiaban evadirse
de la tragedia ¿Cuántos guerreros habían perecido en anteriores batallas
llevándose consigo un pedazo de los que dejaban atrás mientras que sus seres queridos debían seguir caminando hacia el futuro? Aioria era uno de ellos...
La chica se levantó del
suelo, llevaba días sentada en aquel rincón frente a su armadura de plata, con
la cabeza apoyada en las rodillas y abrazándose a sí misma bailando con los recuerdos de su pasado, disfrutando de una era en la que su vida estaba completa a pesar de la ausencia de la diosa Atenea. Elyn se metió en la ducha y al salir,
agarró el uniforme de entrenamiento para marchar al coliseo como siempre había
hecho. En el camino, recogió su larga cabellera verdosa en una cola de caballo
mientras su boca, tarareaba una de las primeras canciones que aprendió en
Lantau y que servía para calmar su corazón sin importar la situación que la
abrumase. Era la primera vez que descendía por los doce templos al completo
desde su regreso al Santuario y aunque no se topó con nadie en el trayecto, ver
amanecer desde las blancas escalinatas del lugar le renovó un poco el ánimo.
Al llegar a su destino, la
chica comprendió porqué no se había cruzado con ninguna persona en su camino:
todos los caballeros dorados que quedaban en pie se encontraban entrenando; era obvio, para
ellos era común perder aliados u otros compañeros a su servicio, sobre todo en
los últimos tiempos en los que los espectros de Hades parecían comenzar a
levantarse. Milo fue el primero en detectarla y la recibió en la arena con una
sonrisa de oreja a oreja, Elyn le correspondió sin necesidad de palabras, su
conexión con Escorpio era tan especial como la que Camus había compartido con
él pues el carácter de Milo no dejaba de ser una inyección de vitalidad sin
importar la circunstancia:
- ¿Te apetece entrenar
conmigo?
- Contigo no, bicho – dijo ella desviando la mirada a
su objetivo - ¿Qué tal si cruzo los puños con el León?
Aioria se giró para
observarla, se podían contar con los dedos de una manos las veces en las que
ambos habían intercambiado palabras más allá de lo estrictamente necesario por
lo que la sugerencia de la muchacha dejó sin palabras a aquellos que la
escucharon. Leo no se achantó lo más mínimo, se encogió de hombros y aceptó el
reto; nunca se había enfrentado directamente a la hermana de Camus pero ardía
en deseos de hacerlo desde hacía años. No le gustaba en absoluto aquella
niñata que tenía el valor de ir con el rostro descubierto sin ser una Saintia y
que se tomaba la total confianza de interactuar sin respeto frente al resto de
guerreros dorados.
El árbitro del combate fue Mu y las normas que se establecieron fueron simples: el primero en tocar el suelo o
usar un ataque cósmico contra su rival perdería el enfrentamiento, sería una
pelea cuerpo a cuerpo, sin límite de tiempo. Ambos contrincantes asintieron
conformes con las palabras de Aries pero en ningún momento dejaron de mirarse el uno al otro. Aioria
tuvo que reconocer que Elyn no era una persona cualquiera, su mirada resultaba
tan gélida como la de Camus de Acuario así como el cosmos que desprendía no
se ceñía al cien por cien al de un caballero de plata: Había algo en ella
distinto a Marin o Shaina, una fuerza oculta mucho mayor. Leo se rozó la nariz mientras se preparaba,
en el fondo le importaba bien poco el poder de Elyn, la haría morder el polvo
en cuestión de segundos.
***
Hyoga y Seiya aparecieron en
la arena poco después del inicio del combate. Los ojos azules del Caballero del
Cisne se quedaron prendados del reflejo de Camus en mitad de la arena de combate, donde se llevaba a cabo una pelea contra
Aioria. Su mente quedó bloqueada al no comprender cómo su maestro podía estar
sumido en una batalla como aquella tras haber perecido días atrás, era algo
imposible de creer:
- ¡Wao, ¿Elyn está
combatiendo?! – exclamó Seiya a su lado mientras echaba a correr para ver el
espectáculo desde más cerca.
- ¿Quién es? – preguntó
Hyoga tras ponerse a su altura, comprendiendo que como era obvio, aquella persona no era Camus.
- Elyn de Piscis Australis. –
intervino Milo de Escorpio al lado de los adolescentes – ¿No sabes quién es,
Cisne?
Hyoga clavó sus ojos en la
persona en cuestión, una chica que se movía a la misma velocidad que el
Caballero de Oro de Leo y que conseguía esquivar todos los golpes que este le
intentaba propinar. Era ágil, extremadamente rápida y certera en los ataques
que lanzaba, consiguiendo desestabilizar a su oponente en más de una ocasión:
- Es la hermana pequeña de Camus. –
confesó Escorpio deteniendo con ello el corazón del Caballero de bronce.
***
- ¿Cuándo vas a disculparte,
pececito? – le dijo Aioria.
Elyn entrecerró los ojos,
Leo no era tan estúpido como parecía y había leído entre líneas la auténtica
intención de la chica para cruzar los puños con él. Desde siempre, ella había
insultado la memoria de Aioros frente al león: cuando se produjo la muerte de Sagitario,
ella ni siquiera había llegado al Santuario por lo tanto, fue fácil sucumbir a la imagen que Afrodita y Deathmask le otorgaron al caballero caído y fueron muchos los años que pasaron hasta
que Elyn tuvo edad suficiente para saber que los actos de Sagitario no coincidían con
las acusaciones vertidas sobre él pero aún así, jamás se había acercado a Leo para disculparse
por sus palabras:
- No sé de me hablas,
Aioria.
- Menuda embustera – El
Caballero de Oro lanzó un puñetazo directo a su cara pero ella, ya lo había
previsto y desvió su rostro para contraatacar con una patada de costado que el
guerrero, también detuvo con la muñeca – Ahora entiendes lo que se siente ¿no es así?
- Cierra la boca de una vez,
gatito.
Que alguien como Aioria viera a través de su muralla con tanta facilidad empezaba a sacarla de quicio y dicha rabia, quedó plasmada en sus golpes, que fueron mucho más rápidos y seguidos aunque Leo fue capaz de contrarrestarlos todos:
- ¿Esa es la única respuesta que se te ocurre? – un nuevo impacto detuvo los movimientos de Elyn y las tornas se
intercambiaron cuando el león comenzó a hacerla retroceder – ¿Quién es ahora la
hermana del traidor, eh? Dime, Elyn, “tú
que llevas su sangre ¿también eres una traidora como él? ¿Por qué sigues aquí
si todos deseamos que te largues?”
La chica reconoció aquellas
palabras en su propia boca años atrás pero no esperaba que se le clavaran en el alma como
un puñal. Ella las había pronunciado en el pasado contra Aioria, era cierto que Elyn se había encontrado con
valor suficiente como para imponerse por encima de él atacando la memoria
de Aioros… pero la chica tenía diez años cuando eso ocurría con frecuencia, once tal vez; en aquella época no comprendía la dureza
de sus palabras y menos, si Afrodita y Deathmask alimentaban su mal
comportamiento contra el destrozado Caballero de Leo:
- Eres un completo gilipollas,
Aioria... – Elyn agarró uno de los puños del león, deteniéndolo en
el acto. – Entendí las cosas muy tarde, joder, era una niña cuando te decía
esas cosas.
- Y aún así siempre has
seguido mirándome por encima del hombro.
Leo atacó por el otro
flanco, la chica también lo detuvo, dispuesta a mirar frente a frente a su
rival:
- Eso no es verdad. Cuando
descubrí la verdad yo…
Un cabezazo inesperado le
nubló la vista, Aioria no la dejó terminar su frase y aprovechó el segundo que
bajó la guardia para asestarle una patada en el estómago que consiguió doblegarla.
Acto seguido, una tanda de rapidísimos golpes en el pecho la impulsó unos metros atrás pero la
guerrera consiguió mantener el equilibrio en lugar de caer al suelo presa de un agónico dolor:
- Así que sabías que Saga
estaba detrás de todo esto ¿eh? – Aioria volvió a cargar contra ella, un ataque sin compasión cargado con toda la rabia que el León dorado había
acumulado contra ella a lo largo de los años – Así que eres otra traidora ¿no? Tsk... Deberías
haber estado aquí ¡deberías haberlos visto caer uno tras otro ante un grupo de Caballeros de Bronce!
Elyn se defendió entonces de los puños
de Aioria y clavó sus talones en la arena justo antes de darle a Leo un
puñetazo en la cara que resultó tanto o más poderoso que él le había propinado. Aioria escupió sangre al notarse el labio partido y de repente, sintió una energía que, sin control, empezó a fluir hacia el exterior
proveniente de la rival que había estado a punto de tumbar: Se trataba de un cosmos quizá
superior al de un Caballero de Oro. No podía creer lo que veía, la energía que Elyn desprendía era dorada, digna de cualquiera de sus compañeros de armas pero... ¿cómo podía ser posible si la chica portaba una armadura de plata? Durante un segundo pensó en Seiya y los demás que habían superado sus límites para hacerse con la victoria ante Caballeros de Oro pero lo que sus ojos verdes presenciaban no tenía nada que ver, la energía de la hermana pequeña de Camus era exactamente la misma que los guerreros dorados desprendían:
- No… pronunciarás… una
palabra más en su contra, Aioria… – susurró Elyn, fuera de sus casillas – ¡¡Tú no vas
a mancillar su memoria sabiendo lo que duele perder a un hermano!!
El combate dio un giro de
ciento ochenta grados en cuestión de un parpadeo. De repente, la chica se había transformado en una fiera
que dejaba a Leo a la altura de un gato callejero. Un solo golpe bastaba para hacerlo
retroceder por inercia, dando igual si se protegía o no, el cosmos de Elyn
brotaba sin parar y crecía hasta más allá del séptimo sentido. Aquella chica
dejó al descubierto que poseía una fuerza oculta en su interior mucho más poderosa de lo que todos creían y eso fue algo que
desconcertó a Aioria por completo ¿por qué si la hermana de Camus tenía tanto
poder portaba una mísera armadura de plata perdida en mitad de una isla china? ¿Qué
clase de cosmos poseía para que la mismísima Atenea hubiera consentido su
comportamiento incluso después de saber que ella había sido seguidora del
traidor de Saga?:
- Es verdad que lo sabía…
sabía que Saga estaba detrás de todo esto… – terminó confesando la muchacha entre lágrimas de impotencia – ¡pero también sabía cómo detenerlo,
maldita sea! ¡TAMBIÉN TENÍA UN PLAN PARA SALVARLO…!
Elyn fue a darle el golpe
definitivo a Aioria, dispuesta a matarlo de la misma manera en la que los
Caballeros de Bronce habían matado a los suyos, pero su mano se detuvo a un
escaso centímetro del pecho de Leo gracias a la intervención de Milo y el Muro
de Cristal de Mu que aún así, acabó reducido a la nada debido a la explosión de cosmos que
recibió. El silencio tan solo se vio interrumpido por la acelerada respiración
de los implicados en la lucha mientras que el resto, contenía cualquier
movimiento ante la posibilidad de perderse algo importante:
- ... Pero al
final no pude hacer nada… y todos cayeron sin que pudiese hacer nada por evitarlo...