Salir del templo había sido
una mala idea, su plan para disculparse con el peor tratado del Santuario desde hacía quince años resultó ser un completo desastre y al final, ella había quedado al descubierto ante
todos los allí presentes; pero la realidad era imposible de negar y a pesar de
haberle jurado lealtad a Atenea, Elyn guardaría para siempre en su corazón el
juramento de fidelidad absoluta hacia Saga.
La muchacha se encontraba
sentada en la escalinata trasera de la casa de Piscis cuando percibió el cosmos
de Leo entrar en el templo. Habían pasado dos días desde el combate en la arena
del coliseo y ella había vuelto a esconderse en la oscuridad de la duodécima
casa: allí dejaría de herir a la gente, de ofender con su presencia y a su vez,
nadie podría recriminarle ninguna de sus decisiones tuvieran o no relación con la rebelión de Géminis. No obstante, la chica había saludado cordialmente a todo aquel que cruzaba la casa de Piscis para acudir ante Saori, sin importar que fueran guerreros de Oro, Plata o Bronce, incluso había mantenido una conversación con Hyoga en la que ambos se pasaron horas hablando de Camus; mientras la gente acudiera a ella en son de paz, no le
negaría la opción de intercambiar palabra.
Aioria demostró no tener intención de ir más
allá de los últimos peldaños que lo llevarían supuestamente al templo del Patriarca. El guerrero
apareció por la puerta trasera, detuvo sus pasos y se quedó allí, quieto y en silencio
hasta que encontró el valor de sentarse al lado de la chica que ni se
había girado para mirarlo:
- Lo siento.
Aquello la tomó por
sorpresa. Nunca, jamás, había escuchado al caballero de Leo pedirle disculpas a
nadie pues era una persona orgullosa que había crecido escuchando diariamente malas
palabras sobre su hermano por lo que, a la larga, Aioria se había encerrado en
sí mismo y desechado cualquier contacto más allá de su círculo de confianza:
- Yo… – Elyn dudó, Leo tan solo
la había insultado una vez mientras que ella lo había hecho durante años, un
simple perdón no bastaría para revertir todo el daño causado pero tampoco se le ocurría ninguna forma de enmendar sus errores en aquel instante – También lo
siento... aunque no sirva de mucho la palabra de una traidora.
Ninguno de los dos dijo nada
más durante un rato, de hecho, tampoco se miraron el uno al otro. Todo parecía
mucho más sencillo si se dejaban guiar por las palabras del corazón y no por el
compromiso de mirarse a los ojos para decir la verdad. Tenían mucho que decirse
pero rebajarse a confesarlo era un paso difícil de dar:
- ¿Sabes por qué me he quedado en el Santuario,
Aioria? – La chica sintió que Leo se estremecía a su lado – Encontré una carta de Saga en su templo que databa de poco antes de la
batalla de las doce casas… A veces contaba con escasos momentos de lucidez y al parecer, en uno de ellos... la escribió para mí. Supongo que sabía que tarde o temprano la encontraría. En ella me pidió que cumpliera lo que él nunca
fue capaz de hacer.
- ¿Dominar el mundo?
La Caballero de Piscis
Australis dejó escapar una amarga sonrisa ante la impertinencia de Leo pero no
quiso sentirse insultada, el tono de Aioria había sido amistoso, un simple
comentario para romper el hielo que los mantenía tensos:
- Habría estado bien…
pero no, gatito… Saga me encomendó cuidar
de Saori, de Atenea. – Aioria clavó sus ojos verdes en Elyn, sorprendido por la
declaración. Ella también hizo lo mismo con el Caballero de Oro, manteniendo la sonrisa que había dibujado segundos antes – Saga sabía
que su otro yo lo acabaría consumiendo y que sus acciones se habían cobrado
multitud de víctimas inocentes, no te haces una idea de cuánto sufría por ello... Sí, algunos sabíamos quién se ocultaba bajo el
casco del Patriarca y aún así, lo seguimos; otros lo sospecharon y prefirieron
no profundizar en el tema mientras que otros… simplemente no os distéis cuenta de lo que
pasaba hasta que fue demasiado tarde. – La pena se atoró en la garganta de
Elyn, normalmente se dejaba llevar por sus emociones frente a Milo, quizá
frente a Mu, pero nunca ante nadie más que no contara con su confianza; llorar
frente a Aioria resultaría algo humillante pero también era necesario si quería exponer su punto de vista sobre la rebelión de Géminis –
El Patriarca me mandó lejos del Santuario porque sabía que mi auténtico objetivo siempre
fue salvarlo, que realmente nunca me consideré fiel a Atenea… Yo le juré lealtad a
Saga, al auténtico Saga que solo unos pocos conocimos y aún mantengo firme esa
promesa.
- Podrían ejecutarte por lo
que acabas de decir.
- Tsk, Saori sabe todo esto y aún
así sigue confiando en mi persona ¿Acaso crees que Atenea no puede ver qué clase
de sentimientos habitan en mi interior? Además… ¿qué más da? – la chica se
encogió de hombros y se limpió las lágrimas para volver a fijar su mirada en el
hermoso rosal que había conseguido restaurar con el paso de los días – ¿De verdad piensas que mi hermano murió porque pensaba
tan obcecadamente que Saori era una impostora? No... Camus murió por darle a Hyoga la
oportunidad de despertar su auténtico poder, Shura por redimirse por la muerte
de Aioros, Afrodita por proteger a la persona que lo levantó en el pasado.... –
Elyn detuvo sus palabras tratando de recuperar un poco la compostura, conforme
había mencionado aquellos nombres, la voz se le había ido quebrando poco a
poco; ninguno de ellos estaba allí y su ausencia cada día se hacía más pesada
pero la misión que Saga le había encomendado debía llevarla a cabo y no podía
venirse abajo – Incluso Aioros murió por proteger a un bebé que todos se empeñaron en creer que no era la auténtica Atenea, él luchó por sus creencias, porque también lo habría hecho con otro bebé si Saga hubiera querido ejecutarlo sin razón... En el fondo, ninguno de nosotros lucha por devoción a la diosa. Incluso tú,
tú has peleado hasta el último aliento por lavar el nombre de
Aioros y el tuyo propio frente a los que os trataron de traidores... pero tienes miedo de aceptarlo ¿no es así? Temes seguir siendo juzgado porque tu
devoción no es tan grande como predicas y por eso te enfureces si te dicen lo contrario o te desvives por mantener esa falsa imagen frente a los demás. Por miedo, Aioria.
Leo no dijo nada, pensaba en Seiya, Shiryu y sus compañeros avanzado a través de las doce casas por salvar la vida de Atenea. Además de Saori, en el camino por los diferentes templos habían hallado además otros motivos para continuar en pie: amistad, venganza, superación
personal… todo eso debía de ser castigado pues tan solo se permitía a los Caballeros luchar por el nombre de Atenea y aún así, la diosa los seguía considerando como sus mayores
seguidores. El Caballero de Oro comprendió entonces el motivo por el que una
chica como Elyn se había ganado el respeto del Patriarca tiempo atrás, el por
qué era capaz de codearse con los guerreros dorados y mirarlos de igual a
igual… Sus principios estaban claros y lucharía sin miedo por defenderlos, igual
que había hecho Aioros. Elyn estaba dispuesta a proteger a Saori solo porque Saga se lo había encomendado, dándole igual la ética o si el resto del mundo se burlaba de tal decisión.
Leo sonrió y dejó vagar la
vista por el jardín de Afrodita: un mar de flores rojas que no parecía
envenenar a nadie ya que cualquier persona podía subir y bajar sin que la ponzoña
de las rosas les afectase lo más mínimo... Daba la impresión de que nada había
cambiado en el Santuario, que de un momento a otro sus compañeros de armas
aparecerían por la puerta de los templos vacíos… Aquella era la misma sensación
que lo había acompañado desde la muerte de Aioros y quince años después, todavía
se giraba en el templo de Sagitario con la esperanza de verlo salir para
despedirlo. Ahora ese sentimiento se expandía hacia cinco caballeros más y era
extraño, porque no los consideraba amigos como para derramar una lágrima por
ellos pero sí admitía que algo le hacía sentirse afligido por sus pérdidas:
- A mi hermano... le habría encantado conocerte.
- Me honra saberlo, y... me arrepiento de haber insultado su nombre. – Terminó por confesar la muchacha y después, suspiró – Ahora soy el último bastión del Santuario, Aioria, y cumpliré la última voluntad de Saga, porque él también era un
Caballero de Atenea.
- FIN -