El
viaje había sido largo y Mix se pasó prácticamente todo el tiempo dándole
vueltas a si hacía bien en ir solo o no. Cuando inició la búsqueda de su madre
tan solo quería encontrar a aquellos que compartían su sangre porque así era como
él interpretaba que era una familia… Pero ahora, seis años después, le quedaba
claro que aquel concepto era una tontería. Él consideraba a otros su auténtica
familia y tener que enfrentar la realidad que se le venía encima le oprimía el
corazón, Missioh estaba orgulloso de sus raíces en Asgard, jamás se había
planteado servir a la diosa Atenea y sobre todo, le había importado más bien
poco la vida u origen de los Caballeros de Oro; cambiar todo eso suponía un cambio demasiado grande que no sabía si quería afronta o aceptar. Su destino estaba en áfrica, en un punto en concreto en mitad de uno de los desiertos donde, irónicamente, habitaban los escorpiones más venenosos del mundo, quizá Mia había llevado allí a su padre para que estuviera protegido por los animales... Pero fuera cual fuera el motivo, el chico seguía sopesando la idea de aceptar o no a Milo de Escorpio como su padre.
Tras unas cuantas horas vagando por el desierto, distinguió a lo lejos la silueta de un hombre que se alzaba de pie en mitad de una explanada de arena y unos metros a su izquierda parecía haber un diminuto campamento por
lo que dedujo que allí, era donde el guardián de la octava casa había llegado acompañado
por Mia quince años atrás. El sol había empezado a ponerse por lo que algunas estrellas ya se podían ver reflejadas en el firmamento. Mientras caminaba por las dunas para acercarse a su objetivo, una presencia apareció de repente a su espalda. Missioh suspiró y se giró con una
cálida sonrisa en su cara:
- Le
dije a Afrodita que quería hacer esto solo, Shion.
Aquel
que había sido por más de doscientos años el Patriarca del Santuario le devolvió la
sonrisa, él era uno de los pocos que todavía conservaba cierto poder de antaño –como
ocurría con Camus, Saga o Shaka – por lo que gracias a su telequinesis podía
seguir transportándose de un lugar a otro:
- He venido de parte de Elyn.
Tras sus
palabras, Shion extendió la mano y le entregó al pelirrojo un sobre en cuyo
interior había una nota de la hija de Camus en la que le contaba los
acontecimientos de los últimos meses. La sonrisa de Missioh se hizo más amplia
al leer la carta y trató por todos los medios de no derramar ninguna lágrima preso de la emoción que le generaba el saber de Elyn tras tanto tiempo. Cuando
acabó, miró al cielo estrellado esperando encontrar, quizá, un sendero que lo
llevara espiritualmente a Asgard. Él también la echaba de menos pues a fin de
cuentas... la chica había sido su único apoyo y su amiga desde que
tenía recuerdos, la única persona que no lo había apartado del camino hasta que
se encontró con Afrodita; era cierto que hacía mucho tiempo que sus caminos se
habían separado otra vez pues cuando Atenea les brindó la opción a sus
Caballeros de decidir por sí mismos qué hacer con sus vidas, Camus se quedó
junto a Assi y Afrodita reemprendió junto al él su viaje para encontrarse con
sus compañeros de armas, localizándolos uno por uno, aprovechando la bendición
de la diosa para que recuperasen sus recuerdos hasta que solo quedó uno:
- ¿No te vas? Ya has cumplido tu misión.
-
Regresaré contigo – expuso Shion – y con Milo.
-
Gracias, Shion pero… realmente quiero hacer esto solo.
- Y lo
vas a hacer. Afrodita nos… nos puso al tanto de sus sospechas y parece ser que Saga
ha corroborado dicha teoría gracias a las estrellas, a todos nos sorprendió aunque no tanto como
debería porque en el fondo, todos sentimos el cosmos de Milo a tu alrededor.
- Jeje... ¿Tan
evidente es? – Casi por primera vez en su vida, Missioh agachó la cabeza para
esconderse tras el pelo que caía por su cara, avergonzado por las palabras que
iba a decir – No sé si quiero… un padre, Shion. Es cierto que cuando era
pequeño era lo único que quería, quizá porque me sentía “solo”, porque en el fondo sabía que por mucho que me
quisieran, mi auténtica familia estaba en otro lugar. Pero ahora eso es distinto, me gusta
la vida que he llevado estos años junto a Afrodita, el viajar, el marcharme sin rumbo…
- ¿Y en qué influye que Milo sea tu padre?
-
No sé si quiero anclarme a vivir a su lado, debería
quedarme con él ¿no? Sea donde sea que quiera vivir a partir de ahora. – Mix tragó saliva, nervioso – Quiero decir, Elyn puede
decidir con quién estar, Assi y Camus están vivos pero… mi madre no. Yo solo le tendría a él pero Milo... no deja de ser un desconocido para mí.
Shion
comprendió las dudas de aquel chaval, no solo porque Missioh se había encargado
de expresarlas con total sinceridad sino porque el interior del muchacho era
como un libro abierto. El antiguo Patriarca desconocía el carácter de la madre
de Mix pero sin duda, un golpe de nostalgia lo abordó al recordar como Escorpio, en
su infancia, se había expresado de la misma forma, directa y sin rodeos, cada vez que
algo lo inquietaba. Tantos años criando a los futuros Caballeros de Oro le daban una experiencia casi absoluta para afrontar dilemas y encauzar a los suyos hacia el camino correcto, Misiioh no sería una excepción:
- Antes
de saber que Camus estaba vivo, Elyn se marchó al Santuario. Sola. Aceptando que
si debía dejar atrás a su madre por el objetivo de su vida, lo haría sin dudar.
Contigo ocurre lo mismo, Mix. – La voz de Shion sonó tranquila, amable y
consiguió disolver un poco las dudas del chico – Entiendo que para ti es un
gran cambio pero también lo va a ser para Milo… conozco a ese guerrero y sé que lo último
que va a querer es ser un estorbo en tu futuro, es él quien va a aceptar lo que le propongas. Esta situación puede ser difícil, es
verdad, pero todos salís ganado. Tú, porque has cumplido la misión que te
propusiste hace seis años y Milo, saber que su hijo viajó para ayudarlo sin importar el pasado.
Missioh
respiró hondo, aquello que Shion le decía era verdad. De no haber sabido sobre su
parentesco, habría ayudado con gusto al último Caballero de Oro, que este
hubiera resultado ser su progenitor era un añadido que no debía preocuparle. Su
vida podría ponerse del revés pero ¿qué era eso en comparación a lo que había
aguantado hasta el momento? Con la energía renovada guardó la carta de Elyn y
caminó hasta acercarse silenciosamente al hombre que, a pesar del tiempo
transcurrido, seguía mirando al cielo con la mirada perdida unos metros
más al frente. El corazón del pelirrojo latía a toda velocidad pero nada en su rostro lo
demostraba. Los pies de Missioh se movieron en silencio, sin alertar a ni uno de
los animales que deambulaba por el desierto.
El
hombre giró la cabeza al escucharlo llegar pero no se movió ni se alertó en
absoluto como había ocurrido con los otros Caballeros de Atenea, aquello
extrañó al muchacho que por un instante quedó sin respiración. Los ojos azules Milo
parecieron brillar en la oscuridad a pesar de la escasa vida que quedaba en su
interior.
"¿Acaso...
me está esperando?" pensó pero eso le parecía imposible
de creer, ninguno de los Caballeros de Oro que habían encontrado esperaba ser
rescatado y no obstante... La duda lo asaltó al recordar que Seth, años atrás,
ni siquiera había necesitado hablar con Milo para que éste se diera cuenta que algo malo pasaba con Mia. Quizá el Caballero de Escorpio aún conservaba
un poco de conciencia, algo que le permitía comprender qué ocurría a su alrededor
sin que nadie se lo dijera con palabras. Missioh terminó de acercarse a Milo: Era
tan alto como Camus pero mucho más imponente, como si el extremo clima del desierto
y los escorpiones que lo rodeaban hubieran hecho de él alguien verdaderamente
temible, si el guerrero de Atenea se volvía en su contra estaría en serios
problemas.
No
obstante, el hombre no lo atacó ni se asustó de él, tampoco cuando el muchacho
alargó la mano para tocarlo. Los ojos del antiguo Caballero siguieron el camino
de la mano del chico y se cerraron cuando su contacto le trajo de nuevo todos
los recuerdos de su vida pasada. Al abrirlos, y una vez pasada la cegadora luz
que confirmaba que la recuperación de la memoria había concluido, nada parecía
haber cambiado entre los dos pues ni siquiera se había sentido la electricidad
que envolvía a veces el cuerpo de los guerreros de Atenea cuando salían del estado amnésico en el que permanecían desde la batalla en Asgard. No obstante, la
expresión en la mirada de Milo era distinta, volvía a estar viva como antaño pero
la tranquilidad del ambiente aún continuaba intacta. Fue entonces cuando el
hombre de cabello azulado alargó su brazo y atrajo a Missioh hacia él, haciendo
que el pelirrojo quedase totalmente pegado su pecho. De los ojos de Mix cayeron
un par de lágrimas que ni siquiera había sentido hasta que rodaron por sus
mejillas al sentirse abrazado por el Caballero de Escorpio:
- No
puedo creer que estés vivo… – susurró Milo.
Mix cerró los ojos, otro de sus
temores era que su propio padre reaccionara de la misma forma que los anteriores guerreros,
rechazándolo por sentir el cosmos de Hades a su alrededor pero lo que Escorpio
le transmitió era totalmente diferente, algo que solo podía compararse a su
primer encuentro con Afrodita. Inconscientemente sonrió y sin alejarse del antiguo Caballero susurró:
- Bienvenido
a casa.
Sobre ellos, una estrella fugaz
cruzó el cielo y desapareció sin dejar rastro en el firmamento.
- FIN -